El Egipto rural recela ahora del islamismo
Buena parte de los campesinos del delta del Nilo parecen dispuestos a votar por el laico Amr Musa
El islamismo pol¨ªtico egipcio arras¨® en las elecciones parlamentarias celebradas el pasado invierno. Entre su versi¨®n m¨¢s centrada, los Hermanos Musulmanes, y la ultraconservadora, la coalici¨®n salafista Nour, acapararon cerca del 70% de los sufragios. Este porcentaje fue a¨²n m¨¢s elevado en muchas zonas rurales. Sin embargo, una buena parte de estos votantes recela ahora del islamismo, y parece dispuesta a confiar en una figura laica para las elecciones presidenciales, cuya primera vuelta tendr¨¢ lugar los pr¨®ximos mi¨¦rcoles y jueves.
"No me f¨ªo de los islamistas. Me han decepcionado en el Parlamento. Esta vez voy a votar por [Amr] Musa", confiesa Abdel Rahman, un campesino de mediana edad con la tez tostada por el sol, y que luce una galabiya gris oscura, la tradicional t¨²nica egipcia. Rahman, junto con otros cientos de personas, se congreg¨® en una colorida carpa situada a medio camino entre varios pueblos del delta del Nilo para asistir a un m¨ªtin de Amr Musa, el ex secretario general de la Liga ?rabe.
Curiosamente, esta regi¨®n ha estado considerada un feudo de los Hermanos Musulmanes, pues fue a unos pocos kil¨®metros de aqu¨ª, en la ciudad de Ismailiya, donde Hasan al Banna fund¨® en 1928 este movimiento conservador, matriz del islamismo moderno.
Hisham, un joven engominado vestido con tejanos y una camisa roja, tambi¨¦n se muestra cr¨ªtico con los islamistas: "No es bueno mezclar religi¨®n con pol¨ªtica". Aunque ten¨ªa curiosidad por ver y escuchar a Musa en vivo, su voto est¨¢ decidido y ser¨¢ para Ahmed Shafik, el ¨²ltimo primer ministro de Mubarak, y el aspirante favorito de los nost¨¢lgicos del antiguo r¨¦gimen.
"A Egipto solo lo puede gobernar un militar, como el comandante Shafik. Necesitamos un hombre fuerte, capaz de restaurar el orden y la seguridad", sostiene Hisham, una opini¨®n compartida por muchos de los asistentes al mitin, la mayor¨ªa falahin, los agricultores que cultivan desde tiempo inmemorial las f¨¦rtiles tierras del valle del Nilo.
A pesar de la amplia presencia de algunos instrumentos modernos, como el tel¨¦fono m¨®vil y la antena parab¨®lica, la ordenada vida de estos humildes pueblos no se ha alterado desde hace siglos, marcada siempre por un inexorable calendario: los ciclos de la madre naturaleza. Habituados a una est¨¢tica realidad, no es de extra?ar que a millones de egipcios las noticias provenientes de El Cairo sobre cambios acelerados, acompa?ados a menudo de confusas im¨¢genes de violencia, les haya provocado cierta angustia, y el anhelo de estabilidad.
"Nuestras encuestas registran un fen¨®meno curioso: es en las zona rurales, consideradas las m¨¢s conservadoras y devotas, donde la ca¨ªda del voto islamista es m¨¢s pronunciada", explica a El PA?S el investigador Ahmed Nagy, responsable de realizar los sondeos para el think tank de Al Ahram. "Parece que tanto Musa como Shafik, dos figuras que la gente vincula al antiguo r¨¦gimen, capitalizan los deseos de volver a un periodo de mayor seguridad".
El valle del Nilo tiene una larga tradici¨®n de Estado centralista y altamente centralizado. Desde hace siglos, Egipto se ha dirigido exclusivamente desde El Cairo, una megalopolis de m¨¢s de 20 millones de habitantes que concentra una cuarta parte de la poblaci¨®n de la naci¨®n ¨¢rabe. Por ello, el futuro de este vasto pa¨ªs se decidi¨® en febrero del a?o pasado en apenas unos centenares de metros cuadrados, en la Plaza Tahrir, el coraz¨®n de la capital.
Ahora bien, mientras El Cairo constituye su cerebro, el espinazo de Egipto son sus falahin, los campesinos que proporcionan la cesta de pan, los reclutas del ej¨¦rcito y que, con sus impuestos, han sostenido la m¨¢s antigua estructura estatal en la historia de la humanidad. Con la implantaci¨®n de un sistema democr¨¢tico, su voz no solo ser¨¢ por primera vez escuchada con atenci¨®n en la capital, sino que incluso podr¨ªan decidir la identidad del pr¨®ximo presidente. No en vano, las zonas rurales representan un 57% de la poblaci¨®n.
Musa, un veterano diplom¨¢tico de 75 a?os, entendi¨® muy bien esta nueva realidad, y se ha dedicado durante los ¨²ltimos meses a recorrer el pa¨ªs de norte a sur tejiendo complicidades. Hasta en tres ocasiones ha visitado la provincia de Asu¨¢n, la m¨¢s r¨¦mota, fronteriza con Sud¨¢n. En cambio, sus rivales islamistas, Mohamed Morsi y Abdel Moneim Abulfut¨², apenas realizaron una sola gira por aquel territorio.
Este paciente cortejo de las zonas rurales le ha granjeado a Musa el apoyo de numerosos jefes tribales. Tras el mitin en las afueras de Ismailiya, varios de ellos se arremolinaron para besar las manos del que esperan sea el nuevo rais. Unos minutos antes, Musa les hab¨ªa regalado los o¨ªdos con una ansiada promesa: ¡°Cancelar¨¦ las deudas de los falahin con los bancos de desarrollo, y crear¨¦ un nuevo tipo de banco agr¨ªcola que responda a sus necesidades, y a la realidad espec¨ªfica de este sector¡±. Rahman y muchos otros campesinos se pusieron en pie, aplaudiendo a rabiar. En aquel momento, cualquier consideraci¨®n relativa a la aplicaci¨®n de la sharia parec¨ªan un asunto muy lejano.
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