La hora m¨¢s dif¨ªcil de Espa?a
No saldremos de esta crisis solo con mejores pol¨ªticas, ni en el ¨¢mbito nacional ni el europeo, sino con nuevas o reforzadas instituciones. Antes de usar Europa, la debemos reparar
Espa?a vive una de las horas m¨¢s dif¨ªciles de su reciente historia. Atenazada por la pinza de desconfianza que se cierne tanto sobre su sector financiero como sobre sus finanzas p¨²blicas, intenta por todos los medios conjurar la perspectiva de una intervenci¨®n exterior. Esa intervenci¨®n ser¨ªa doblemente negativa: adem¨¢s del importante golpe psicol¨®gico que supondr¨ªa, es indudable que ir¨ªa asociada a nuevos y m¨¢s profundos sacrificios as¨ª como a la p¨¦rdida pr¨¢cticamente completa del escaso margen de autonom¨ªa que en este momento le resta.
Seguramente habr¨ªa que remontarse a algunos momentos clave de la transici¨®n espa?ola o de los primeros a?os de la democracia para encontrar una sensaci¨®n similar de incertidumbre acerca del futuro. No se trata s¨®lo la mala coyuntura econ¨®mica, que en absoluto constituye una novedad: en los a?os ochenta, coincidiendo con las reformas estructurales que precedieron y siguieron a la adhesi¨®n a la Uni¨®n Europea, y posteriormente, en los a?os noventa, en paralelo a la crisis que sigui¨® a la unificaci¨®n alemana y la devaluaci¨®n de la peseta, los espa?oles aprendieron a convivir con crisis de empleo y crecimiento. La diferencia no reside pues en la crisis, sino en su contexto, nacional y europeo pues, al contrario que ahora, aquellas reformas y ajustes estaban claramente enmarcadas en un contexto europeo propicio, sostenidas en una secuencia de acontecimientos comprensible para la ciudadan¨ªa y orientadas hacia un futuro claro e ilusionante.
Si la adhesi¨®n a la Uni¨®n Europea sell¨® la transici¨®n democr¨¢tica y la normalizaci¨®n internacional de nuestro pa¨ªs, la noticia de que Espa?a acceder¨ªa a la uni¨®n monetaria junto con el grupo de pa¨ªses m¨¢s avanzados de nuestro entorno elev¨® la siempre fr¨¢gil autoestima nacional hasta tales extremos que algunos incluso se permitieron jugar con las fechas 1898-1998 para hablar del cierre de un siglo de decadencia y fracaso y la apertura de un horizonte radicalmente distinto. Debido a ello, incluso en los peores momentos de dichas crisis nuestro pa¨ªs mantuvo un sentido de direcci¨®n comprensible y un horizonte de salida claro e incluso ambicioso. Todo ello contribuy¨® a consolidar entre la ciudadan¨ªa una cultura de reformas, es decir, el convencimiento de que las reformas permit¨ªan ganar un futuro mejor para todos.
Nada de eso ocurre ahora, cuando la p¨¦rdida de confianza interior y exterior y la falta de un horizonte nacional y europeo son las principales caracter¨ªsticas de la crisis. Quiz¨¢ por esa raz¨®n esta sea la primera crisis en la que muchos espa?oles no piensan en un futuro mejor sino simplemente en recuperar su pasado inmediato y los niveles de vida que ya han conocido, lo que marca una importante distancia psicol¨®gica con respecto a otros momentos de la vida pol¨ªtica espa?ola. Esto es evidente tanto interna como externamente.
Internamente, la crisis ha expuesto un pa¨ªs recorrido por m¨²ltiples grietas. Al desbocamiento del paro y al estancamiento econ¨®mico hay que a?adir las sombras que, una tras otra, han ido alcanzando a las principales instituciones del pa¨ªs. La monarqu¨ªa, los partidos pol¨ªticos, el poder judicial, el banco de Espa?a, las comunidades aut¨®nomas, los entes locales o el sistema financiero; da la impresi¨®n de que ninguna de estas instituciones clave, algunas de las cuales han sido y son la clave de b¨®veda del r¨¦gimen democr¨¢tico alumbrado por la Constituci¨®n de 1978, ha escapado del desgate y p¨¦rdida de confianza ciudadana.
Ese desgaste en eficacia y legitimidad a?ade un elemento de incertidumbre adicional ya que hace inevitable cuestionarse hasta qu¨¦ punto la superaci¨®n de esta crisis exige un revisi¨®n en profundidad, incluso una refundaci¨®n, de algunas de estas instituciones y, lo que es m¨¢s importante, las relaciones entre ellas, caracterizadas m¨¢s por la colusi¨®n de intereses, la falta de transparencia y la muy reducida capacidad de control ciudadano que por la eficacia pol¨ªtica y democr¨¢tica. Despreciar el 15-M o fijarse en sus aspectos m¨¢s atrabiliarios es un error pues ese movimiento no es revolucionario sino profundamente democr¨¢tico y, si se quiere, incluso conservador ya que su mensaje central es tan sencillo y verdadero como que esta democracia no funciona como dice que funciona ni tampoco como deber¨ªa funcionar.
Una decepci¨®n parecida ha podido experimentarse en el ¨¢mbito europeo. La Espa?a democr¨¢tica y la integraci¨®n europea han sido y son dos caras de la misma moneda. Al igual que no podemos entender nuestra reciente experiencia democr¨¢tica sin pasar por Europa, sus instituciones y sus pol¨ªticas, tampoco podemos tomar decisiones clave ni pensar sobre nuestro futuro como espa?oles sin hacerlo en clave europea. Pero ahora, en un pa¨ªs donde el inter¨¦s europeo y el inter¨¦s nacional han sido indistinguibles, al fallo de un pa¨ªs se suma el fallo de Europa. Como ha se?alado Fran?ois Hollande, se trata de una Europa ¡°da?ada¡±, de una Europa polarizada, debilitada y falta de liderazgo, una Europa de la cual todo el mundo se ha querido servir, pero a la cual nadie ha querido, podido o sabido servir adecuadamente.
Llegada la hora de la verdad, Europa se ha traicionado a s¨ª misma y a sus principios: donde debiera haber prevalecido una l¨®gica europea y de proyecto en com¨²n se ha impuesto una l¨®gica basada en los intereses nacionales, en las identidades y en los particularismos. Grecia ha sido y es la prueba evidente de todo esto: la irresponsabilidad de las ¨¦lites griegas y la falta de liderazgo de las ¨¦lites europeas ha generado un c¨ªrculo vicioso que conduce directamente hacia la desintegraci¨®n y la ruptura. No es de extra?ar por tanto que en toda Europa recojamos una cada vez mayor desafecci¨®n ciudadana hacia un proyecto que se encuentra paralizado por la acumulaci¨®n de una serie desequilibrios pol¨ªticos, econ¨®micos e institucionales que amenazan su continuidad.
Es la confluencia de estas debilidades nacionales y europeas la que explica por qu¨¦ est¨¢ costando tanto salir de la crisis y por qu¨¦ la incertidumbre es tan elevada. Como el propio gobierno y las instituciones europeas est¨¢n experimentando d¨ªa tras d¨ªa, salir de esta crisis no s¨®lo requiere identificar las pol¨ªticas adecuadas, sino decidir hasta qu¨¦ punto los actuales dise?os institucionales actuales son parte del problema o parte de la soluci¨®n. As¨ª, de la misma manera que existe una duda razonable sobre si la actual configuraci¨®n del sistema auton¨®mico es un obst¨¢culo o un activo para la superaci¨®n de la crisis, en el ¨¢mbito europeo tambi¨¦n est¨¢ muy extendido el convencimiento de que la crisis se debe a un dise?o institucional err¨®neo de la uni¨®n monetaria, que ha cebado los desequilibrios econ¨®micos que nos han tra¨ªdo hasta aqu¨ª. No es por casualidad que en ambos niveles, el europeo y el nacional, estemos hablando del alcance de la descentralizaci¨®n, las competencias, la fiscalidad, la autoridad y la legitimidad pol¨ªtica: tanto la democracia nacional como el sistema pol¨ªtico europeo est¨¢n sometidos a fuertes tensiones, tensiones que deben ser adecuadamente resueltas si lo que se quiere es generar confianza.
Es hoy evidente que no saldremos de esta crisis solo con m¨¢s y mejores pol¨ªticas, ni en el ¨¢mbito nacional ni el europeo, sino con nuevas, renovadas o reforzadas instituciones a todos los niveles. Antes de usar Europa, la debemos reparar, lo que nos obliga a pensar y en actuar en dos niveles al mismo tiempo. Lo mismo ocurre en el contexto estrictamente nacional. En Espa?a y en Europa debemos reconstruir las instituciones y la confianza pues es evidente que con los dise?os institucionales actuales y las actuales relaciones de poder no saldremos de ella. Parad¨®jicamente, esto permite tener confianza en el futuro: en Espa?a y en Europa esta crisis es pol¨ªtica, luego su soluci¨®n est¨¢ en la pol¨ªtica y, por tanto, al alcance de la mano. ?Voluntarismo? S¨ª, eso exactamente lo que necesitamos, en Espa?a y en Europa.
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