La Siria rebelde aplica la ¡®shar¨ªa¡¯
Los insurrectos imponen los tribunales religiosos y la shar¨ªa en su precario sistema judicial
Nashuan Seij Ibrahim salta a toda prisa de la cama y se sienta en el borde del colch¨®n ante la llegada de invitados. Esta preso en la c¨¢rcel de El Bab, ciudad siria a 40 kil¨®metros al norte de Alepo. Tiene 41 a?os, pero aparenta al menos 20 m¨¢s. Eso en un c¨¢lculo generoso. Espigado, enjuto, pelo canoso y ojos hundidos, el reo fue detenido por robar un coche al Ej¨¦rcito Libre de Siria (ELS) y querer vend¨¦rselo a los militares del r¨¦gimen. Defiende, ante la incredulidad de algunos presentes, que no sab¨ªa a qui¨¦n estaba hurtando. ¡°Ahora solo espero el juicio del tribunal religioso¡±, dice intimidado por los responsables de la prisi¨®n. Las puertas de su habitaci¨®n est¨¢n abiertas. Y as¨ª seguir¨¢n cuando se quede solo.
A un par de manzanas se abarrota de gente la calle que ahora todos llaman de la revoluci¨®n. Hombres, muchos hombres, mujeres y ni?os corren por las aceras y calzadas, sortean los coches y motos en medio de un griter¨ªo excitado. Rondan las siete y media de la tarde, la hora del iftar, la comida con la que los musulmanes rompen el ayuno del Ramad¨¢n. En una esquina, un asador de pollos no da abasto para cumplir con la demanda. Hay hambre. El color arcilla de las fachadas choca con el negro que ti?e la vestimenta de las mujeres que van y vienen. Unas, ataviadas con el niqab, prenda que solo deja los ojos a la vista; otras, con el chador, la tela que perfila el rostro. Hace solo 15 d¨ªas que el ELS controla El Bab. Pero el gobierno del islam en las calles no es nuevo.
¡°A las mujeres les gusta cubrirse porque respetan la religi¨®n¡±, afirma diligente Abdo el Omar, de 20 a?os y encargado de una tienda de telefon¨ªa. Sus palabras se topan con el minarete de la mezquita centenaria de El Bab, torreta de los francotiradores del r¨¦gimen hace tan solo unas semanas. Los m¨¢s j¨®venes, no sin verg¨¹enza, osan a dar la mano a una mujer. Y eso porque es occidental. Pero son minor¨ªa. Ni uno solo de los milicianos del ELS que se cruzan en el camino extiende la mano de la periodista que saluda. Tampoco lo hacen sus compa?eros civiles. Desde la fronteriza localidad de Azaz, en el norte que conduce a Turqu¨ªa, a la ciudad de El Bab, de 150.000 habitantes (unos 50.000 m¨¢s tras la oleada de desplazados de la violenta batalla de Alepo), el islam sun¨ª, mayoritario en Siria, ha ganado un poder que el presidente Bachar el Asad ¡ªcomo ya hicieran los s¨¢trapas de T¨²nez y Egipto¡ª trat¨® de sujetar.
¡°El 80% de la poblaci¨®n es sun¨ª¡±, explica Ahmed Asad Ozman, de 31 a?os y director de la prisi¨®n que encierra a Nashuan Seij Ibrahim. ¡°Y por eso se ha decidido que sea la shar¨ªa [ley isl¨¢mica] la que se aplique¡±, contin¨²a. Eso s¨ª, aclara ¨¦l mismo a coro con los presentes ¡ªuna conversaci¨®n a solas no deja de ser una ardua tarea en Siria¡ª, se aplica sin llegar a los extremos de ¡°cortar manos o cabezas¡± como hace la versi¨®n m¨¢s rigorista. El proceso legal es el siguiente: alguien denuncia ante las milicias rebeldes un delito; el ELS, que act¨²a de ej¨¦rcito y polic¨ªa, detiene al culpable siempre y cuando tenga pruebas de ello, para lo que pregunta a vecinos y testigos; si hay indicios de culpabilidad, el acusado entra en prisi¨®n. ¡°Pero nunca se arresta a nadie sin que haya una acusaci¨®n¡±, interrumpe Ahmed Asad.
Casi ning¨²n joven da la mano a una mujer, aunque sea occidental
El ahora responsable de la c¨¢rcel, otrora comerciante de pollos, conoce el precio que cuesta enfrentar la religi¨®n al poder de la familia El Asad. Cuando tan solo ten¨ªa 15 d¨ªas de vida, el r¨¦gimen se llevo a su padre arrestado en medio de la revuelta que lideraron los Hermanos Musulmanes a principios de los 80. Nunca m¨¢s le volvi¨® a ver. Por eso Ahmed Asad participa activamente en la revoluci¨®n. ¡°Los prisioneros¡±, prosigue su relato, ¡°solo est¨¢n aqu¨ª durante su investigaci¨®n¡±. Si hay juicio, el ELS lleva a los reos a tribunales isl¨¢micos para ser juzgados. ¡°Ayer mismo¡±, informa el responsable de la c¨¢rcel, ¡°fueron trasladados a los tribunales de Marea otros 10 reos¡±. Entre ellos hab¨ªa miembros del mujabarat (servicios de inteligencia del r¨¦gimen). All¨ª les esperan jueces con formaci¨®n religiosa (cualquiera de los que pudiera ejercer antes y no tenga lazos con el r¨¦gimen, pues la formaci¨®n en Derecho obliga a conocer la legislaci¨®n secular y religiosa).
¡°Si se prueba que un militar ha matado, se le mata¡±, dice un rebelde
?Pero qui¨¦n les defiende? ¡°No tienen abogado, se defienden ellos solos¡±, responde Ahmed Asad. Esta es una de las particularidades m¨¢s notables de la justicia isl¨¢mica. ¡°Un juicio isl¨¢mico¡±, interrumpe la conversaci¨®n Omar Shabha, combatiente de 21 a?os, ¡°se celebra en una sala como esta, charlando con el preso como los estamos haciendo nosotros ahora¡±. Y ser declarado culpable incluye la posibilidad de recibir el mayor de los castigos: la pena de muerte. ¡°Si por ejemplo se detiene a un militar y se prueba que ha matado¡±, aclara Ahmed Asad, ¡°salvo que sea en contra de su voluntad, se le mata¡±.
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