¡°Alguien tendr¨¢ que ayudar a las sirias¡±
La guerra acent¨²a el aislamiento de las mujeres, apartadas de la vida p¨²blica
Un tractor atraviesa el camino que lleva a Tel Rifat, a unos 40 kil¨®metros de Alepo. Al volante, una mujer corpulenta ataviada con un pa?uelo y ropas coloridas. Aupadas en el tractor, otras dos mujeres hacen compa?¨ªa. Se dirigen a trompicones hacia una tierra vasta sacudida por un sol de justicia. Son la excepci¨®n a la vista de un mundo, el sirio, masculino, machista, conservador y poco amigo de abrirse a la participaci¨®n femenina de puertas afuera. Y la revoluci¨®n no ha lo cambiado. ¡°As¨ª son las reglas¡±, afirma Omar, un joven de 21 a?os, natural de El Bab y reci¨¦n llegado de la batalla de Alepo. ¡°Dejamos participar a las mujeres, pueden manifestarse custodiadas por hombres¡±, explica en un ingl¨¦s exquisito. Pero lo cierto es que las protestas son cosa del pasado. ¡°Tambi¨¦n hay activistas y mujeres mayores que cocinan para los rebeldes¡±, contin¨²a Omar. Y algunas lo hacen en los alrededores de Alepo.
Precisamente de la capital comercial siria est¨¢n huyendo cientos de ciudadanos acosados por los bombardeos. ¡°Las mujeres necesitan ayuda, sobre todo las m¨¢s pobres¡±, afirma una profesora de ¨¢rabe, natural de Alepo, bajo condici¨®n de anonimato. ¡°Hay muchas mujeres que viven con problemas psicol¨®gicos por miedo a sus maridos; cuando acabe la guerra, alguien tendr¨¢ que ayudar a las sirias¡±. La revoluci¨®n no ha hecho m¨¢s que acentuar la invisibilidad que persigue a las mujeres. ¡°Hay muchos hombres¡±, contin¨²a esta profesora, ¡°que salen a manifestarse a diario, pero sus esposas se quedan en casa¡±. Con o sin manifestaciones, Siria es as¨ª. ¡°Y as¨ª fue siempre¡±, insiste esta siria. ¡°Se piensa que combatir es de hombres¡±.
No solo es sorpresa toparse con una mujer en lo que los rebeldes llaman la Siria ¡°liberada¡±. Tambi¨¦n lo es para ellos que alguien pregunte d¨®nde est¨¢n. La respuesta es un¨¢nime: Primero, no est¨¢n; y, segundo, son tiempos de guerra. ¡°Ellas no son tan fuertes¡±, se?ala Said, de 27 a?os, natural de Latakia. ¡°Imagina si hubiera que huir o correr¡±, prosigue. ¡°Adem¨¢s, las mujeres temen que en caso de ser apresadas sufran una violaci¨®n¡±.
En la retaguardia, tampoco hay rastro de mujeres. Los rebeldes cuentan con hospitales de campa?a secretos. En el interior de uno de ellos, al norte de Alepo, cinco rebeldes yacen con heridas de bala y metralla. Tampoco hay aqu¨ª mujeres en el equipo m¨¦dico. Como no las hay en el centro de aprovisionamiento situado cerca de Azaz. Zacaria Ghrer, activista de 45 a?os, zanja la cuesti¨®n: ¡°Estuvieron en las protestas pac¨ªficas, pero no tienen papel en la lucha armada; aunque ahora hay activistas y alguna que otra que ayuda a pasar armas¡±. Son de nuevo la excepci¨®n.
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