La paz es la victoria
Las fuerzas pol¨ªticas apoyan mayoritariamente el proyecto, con la importante excepci¨®n del uribismo
El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, est¨¢ jugando la partida decisiva de su mandato. La que arruin¨® la presidencia de Andr¨¦s Pastrana (1998-2002); que acontecimientos ajenos a la lucha contra las FARC hicieron imposible en la de Ernesto Samper (1994-98); y a la que tambi¨¦n apost¨® sin ¨¦xito, aunque hoy se muestre frontalmente contrario a ella, la de ?lvaro Uribe (2002-2010). Es la negociaci¨®n de paz con el movimiento guerrillero, un d¨ªa comunista con causa, pero hoy b¨¢sicamente narcotraficante. Y, al mismo tiempo, esa apuesta resume la pugna entre Santos y Uribe sobre el curso futuro del pa¨ªs: conciliaci¨®n con sus vecinos, soluci¨®n pol¨ªtica de un conflicto que humea desde hace 50 a?os, y deseos de reelecci¨®n, en el caso del presidente; contra victoria militar sobre la guerrilla, alineamiento en posiciones ultraconservadoras en la escena internacional, e indudables deseos de volver a ejercer, en el del expresidente.
A primeros de a?o, dos militantes de las FARC colados en Bogot¨¢ expresaron el inter¨¦s de la guerrilla por iniciar pre-conversaciones. En el riqu¨ªsimo lenguaje pol¨ªtico colombiano con la palabra negociaciones se puede hacer de todo, ponerle sufijos, prefijos, aumentativos y diminutivos. La presidencia Santos, que desde su inauguraci¨®n en 2010 hab¨ªa reconocido que el final de la contienda deb¨ªa tener car¨¢cter pol¨ªtico, acept¨® el reto. Y desde hace semanas o meses hay contactos en La Habana ¡ªque para hablar con la violencia es como un centro internacional de convenciones¡ª y decidir si hay base para pasar de las ¡®pre¡¯ a las negociaciones, para lo que se cuenta tambi¨¦n con el apoyo del Gobierno chavista. Los probables emisarios de Santos, Frank Pearl, ministro de Ambiente, y Sergio Jaramillo, asesor de Seguridad, tratan de establecer con sus montaraces interlocutores una agenda cerrada y una divisi¨®n en frentes sobre que discutir.
Lo que se sabe de la posici¨®n de la guerrilla cubre territorio tan vasto como inconcreto. Reforma agraria, pero sin saber cu¨¢nta reforma y a cu¨¢ntos agrarios habr¨ªa de afectar, es imposible saber si Santos tiene la fuerza suficiente para imponer un reparto de la tierra, incluso si se limita a devolver sus predios a los campesinos que la perdieron por la guerra; protagonismo de los movimientos c¨ªvicos, lo que suele significar la izquierda no organizada m¨¢s el partido comunista; una pol¨ªtica afirmativa en la protecci¨®n medioambiental, y una recuperaci¨®n de soberan¨ªa en la contrataci¨®n con las multinacionales de los derechos de explotaci¨®n de las riquezas del pa¨ªs, en lo que son reconocibles ecos del frente bolivariano, Venezuela, Ecuador, a ratos Argentina, y en su estilo de espele¨®logo de lo precolombino, Evo Morales en Bolivia.
Las fuerzas pol¨ªticas apoyan mayoritariamente el proyecto, sin descontar a la izquierda en viaje a la socialdemocracia del Polo, ni la derecha de toda la vida, pero con la importante excepci¨®n del uribismo que muerde en el partido liberal y bastante m¨¢s en el conservador, quienes ven en todo ello una traici¨®n criminal a su idea de Colombia. Ernesto Samper es cautamente favorable: ¡°Hay una convergencia que permite ser razonablemente optimista, como la solidaridad de Cuba y Venezuela, la situaci¨®n estrat¨¦gica de las FARC a la defensiva, y los paramilitares extraditados, as¨ª como las leyes sociales del presidente Santos, junto a su propia capacidad para manejar todos estos factores¡±.
El forcejeo entre el presidente y su antecesor se ver¨¢ seriamente afectado por la suerte que corra esta tentativa de paz, que es preciso que fracase para que Uribe salve los muebles, especialmente ante los pr¨®ximos acosos que se le avecinan. El general Mauricio Santoyo, que fue su jefe de seguridad, est¨¢ procesado en Estados Unidos con excelentes posibilidades de que le caiga una pila de a?os de c¨¢rcel por colusi¨®n con los terroristas del paramilitarismo. Y un presidente que micro-gerenciaba la marcha del pa¨ªs y se ufanaba de tenerlo todo bajo control, parece raro que no supiera nada de los manejos de su ¨ªntimo militar.
La incomodidad de la vida de las FARC en la jungla, junto con la probable convicci¨®n de que no pueden ganar militarmente ¡ªlo que en gran parte se debe a Uribe¡ª juegan en favor de la negociaci¨®n, pero la pretensi¨®n de retener sus mal habidos recursos, excluyen que al menos mandos intermedios y superiores est¨¦n dispuestos a someterse a la acci¨®n de la Justicia. Ese es el gran riesgo a que se expone Santos: el presidente en ejercicio que ha acu?ado con inteligente moderaci¨®n el eslogan la paz es la victoria.
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