Colombia: Ch¨¦jov versus Shakespeare
Es muy violento reconocer al otro como igual, pero debe hacerse
Hace algunos a?os, siendo representante de mi pa¨ªs ante la Unesco, le escuch¨¦ decir al delegado de Palestina lo siguiente: ¡°Es m¨¢s f¨¢cil hacer la guerra que la paz, porque al hacer la guerra uno ejerce la violencia contra el enemigo, mientras que al construir la paz uno debe ejercerla contra s¨ª mismo¡±.
En efecto, es violento darse la mano y dialogar con quien ha martirizado y herido de muerte a los nuestros, es violento hacerle concesiones a ese otro y reconocerlo como igual. Es muy violento, pero debe hacerse. Lo hicieron los bosnios y los serbios, lo han hecho en diferentes momentos palestinos e israel¨ªes; el ser humano, en el fondo lleva siglos haci¨¦ndolo. No hay una pedagog¨ªa espec¨ªfica. Se debe hacer y en Colombia debemos arriesgar y hacerlo de nuevo, as¨ª otras veces haya salido mal y hoy no todos est¨¦n dispuestos.
El expresidente ?lvaro Uribe, por ejemplo, no lo concibe. Su ¨²nica paz es la del sometimiento militar definitivo de la guerrilla, algo que no es imposible en la teor¨ªa pero s¨ª bastante improbable en la pr¨¢ctica, como demuestra la experiencia de la mayor¨ªa de los procesos guerrilleros del siglo XX. A pesar de mi desacuerdo, en el fondo lo entiendo. Su padre fue asesinado y su hermano herido por las FARC, y por eso ¨¦l act¨²a y piensa como v¨ªctima. Siente como v¨ªctima. Y pocas veces una v¨ªctima quiere o acepta que alguien le de la mano a su victimario.
Claro, ?lvaro Uribe no es ni monje budista ni Jesucristo como para esperar de ¨¦l una actitud de perd¨®n y reconciliaci¨®n que, por supuesto, tampoco est¨¢ obligado a tener, pero el deseo de venganza, que sin duda contamina su opini¨®n sobre el proceso de paz, deber¨ªa permanecer en su esfera privada. Podr¨ªa al menos declararse impedido para opinar en p¨²blico sobre el tema. Y esto sin mencionar que, tal vez por su drama familiar, ¨¦l se siente m¨¢s inclinado al di¨¢logo ¡ªcomo de hecho hizo en su gobierno¡ª con los paramilitares.
Otros sectores menos radicales de la derecha toleran el principio del di¨¢logo, pero hacen tales exigencias al gobierno de Santos que, en la pr¨¢ctica, equivale a poner palos en la rueda: que no se transija en ning¨²n punto de la agenda pol¨ªtica y solo se acuerde la paz a cambio de la desmovilizaci¨®n completa, la entrega de armas y el sometimiento a la justicia sin aspiraciones pol¨ªticas. Muy bien, loable prop¨®sito, excepto porque eso ya no ser¨ªa un ¡°proceso de paz con las FARC¡± sino una ¡°capitulaci¨®n de las FARC¡±. Recordemos a Shimon Peres: obtenerlo todo, en una mesa de negociaci¨®n, es tan est¨¦ril como no obtener nada.
Hace muchos a?os, en una entrevista, Amos Oz dec¨ªa que en conflictos como el de Oriente Pr¨®ximo (y aqu¨ª agrego el de Colombia) sol¨ªan converger dos visiones literarias: de un lado la justicia po¨¦tica al estilo Shakespeare, en donde nadie transige, los principios y el honor prevalecen sobre todo, incluso la vida, pero el escenario queda cubierto de sangre; y del otro la triste justicia humana de Ch¨¦jov, con personajes que discuten sus desacuerdos, los resuelven y al final regresan a sus casas bastante frustrados. Pero regresan vivos.
Por fortuna, seg¨²n las encuestas, los colombianos preferimos la chejoviana actitud de Santos, con todos los riesgos y dolores y frustraciones que esta puede acarrear, antes que la hamletiana de ?lvaro Uribe, tal vez porque la justicia po¨¦tica, con toda su fuerza expresiva, vive mejor en los implacables versos de Shakespeare que en la realidad.
Santiago Gamboa es escritor colombiano.
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