EE UU entierra por un d¨ªa la lucha pol¨ªtica para recordar el 11-S
El pa¨ªs recuerda el suceso con la misma solemnidad, la misma emoci¨®n y el mismo sentimiento de unidad y fe en sus valores que el primer d¨ªa
La campa?a electoral de Estados Unidos cedi¨® por un d¨ªa el protagonismo al recuerdo por las v¨ªctimas de los atentados del 11 de septiembre. Once a?os despu¨¦s de aquella tragedia, el pa¨ªs record¨® hoy el suceso con la misma solemnidad, la misma emoci¨®n y el mismo sentimiento de unidad y fe en sus valores que el primer d¨ªa.
El paso del tiempo le ha restado, por supuesto, espontaneidad a la celebraci¨®n, que se va convirtiendo poco a poco en una fecha m¨¢s del calendario conmemorativo oficial. Dec¨ªa Woody Allen que, as¨ª como hoy podemos re¨ªrnos de los cristianos devorados por los leones en el circo romano, tambi¨¦n alg¨²n d¨ªa haremos chistes sobre el 11-S. Pero, a¨²n as¨ª, el recuerdo tiene un valor. Nadie est¨¢ muy afectado por la muerte de George Washington cuando se celebra su fiesta nacional, sin embargo ese d¨ªa facilita la reflexi¨®n sobre la funci¨®n del presidente.
En el caso del 11-S, la conmemoraci¨®n, como dijo hoy Barack Obama, es ¡°una oportunidad de remarcar que nada va a impedir que esta naci¨®n sea lo que quiera ser¡±.
Obama guard¨® un minuto de silencio en la Casa Blanca junto a sus colaboradores, particip¨® en un acto de homenaje en el Pent¨¢gono y visit¨® despu¨¦s, en un hospital militar, a los heridos en las guerras que sucedieron al 11-S. Una de esas guerras, la de Irak, dividi¨® profundamente al pa¨ªs. Otra, la de Afganist¨¢n, gener¨® un sentimiento de impotencia parecido al que produjo en su d¨ªa Vietnam. En este 11-S, por primera vez, ya no hay soldados norteamericanos en Irak y ha comenzado la retirada de Afganist¨¢n.
Muchos estadounidenses creen que ambas guerras fueron in¨²tiles. Otros consideran que hab¨ªa que haberlas concluido con m¨¢s dignidad. Pero nadie sac¨® a relucir hoy esas diferencias. El Congreso, el escenario habitual de las m¨¢s encarnizadas batallas pol¨ªticas, compareci¨® hoy en pleno en las escalinatas del Capitolio para entonar con una sola voz el Juramento a la Bandera: ¡°Una naci¨®n, bajo Dios, con libertad y justicia para todos¡±.
Once a?os despu¨¦s, volvieron a sonar las campanas en Nueva York, volvieron a leerse los nombres de cada una de las v¨ªctimas, volvi¨® a resaltarse el hero¨ªsmo de los pasajeros del vuelo 93 que cay¨® sobre Pensilvania. En escuelas y centros c¨ªvicos de todo el pa¨ªs se discuti¨® lo sucedido. Las televisiones y radios emitieron programaci¨®n en especial. El defensor del lector de The New York Times aprovechaba para debatir c¨®mo deben de cubrirse estas fechas. Todo el pa¨ªs, cada uno desde su puesto y su visi¨®n, le dedic¨® unos minutos a aquel acontecimiento que influy¨® tanto en la vida de todas las personas.
Nada de eso borra, desde luego, las urgencias cotidianas. Es razonable sospechar que los pol¨ªticos participaron en los actos con un ojo puesto en sus consecuencias electorales ¨Cun 51% de los norteamericanos piensa que Obama est¨¢ m¨¢s capacitado para luchar contra el terrorismo, un 40% cree que lo est¨¢ su rival, Mitt Romney-, as¨ª como el 11-S no puede sustituir la prioridad de millones de desempleados de encontrar un trabajo. Pero una jornada de tregua, en la que se ceden unos minutos para recapacitar sobre asuntos que afectan al destino y la forma de ser una naci¨®n, resulta un buen complemento para todos.
Para los norteamericanos, el 11-S representa un momento en el que alguien quiso destruir su modelo de sociedad. La reacci¨®n trata de ser la de una naci¨®n que no est¨¢ dispuesta a consentirlo.
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