La Am¨¦rica de Obama
El presidente de EE UU, Barack Obama, debe recomponer la coalici¨®n de retazos que le llev¨® al poder
Un Obama descendido a la tierra, sin haber logrado el cambio transformador que prometi¨® en 2008, se enfrenta a la posibilidad humillante de ser un presidente de un solo mandato. Solo la escasa entidad pol¨ªtica de Mitt Romney, que ha vendido su alma al diablo de la Am¨¦rica m¨¢s reaccionaria sin que el pa¨ªs profundo conservador crea que es uno de los suyos, hace sin embargo previsible que el primer presidente negro se imponga finalmente en una elecci¨®n muy disputada el 6 de noviembre. ?C¨®mo es posible que el pol¨ªtico que encandil¨® al mundo y concit¨® la esperanza de sus conciudadanos como no lo hab¨ªa hecho ninguno de sus antecesores desde Kennedy, se encuentre en situaci¨®n tan apurada frente a un candidato republicano de pl¨¢stico, sin ideas, oportunista y que no cae simp¨¢tico? A estas alturas es patente que las expectativas despertadas por Obama, potenciadas por su formidable elocuencia y el simbolismo de la llegada de un afroamericano a la Casa Blanca, eran manifiestamente exageradas. Coincidi¨® con el momento de mayor desprestigio internacional de la imagen de la primera superpotencia. Su aparici¨®n pareci¨® por si sola capaz de lavar el nombre de EE UU y de acabar con el mal sue?o de la guerra sin l¨ªmites contra el terrorismo. Obama ofreci¨® inmediatamente una rama de olivo a los musulmanes y logr¨® un cambio de actitud positivo hacia occidente. Vinieron m¨¢s tarde las primaveras ¨¢rabes, el triunfo democr¨¢tico de los islamistas. Hoy la buena voluntad del mundo isl¨¢mico hacia EE UU est¨¢ en repliegue y volvemos a asistir al asalto y quema de embajadas norteamericanas con la muerte de diplom¨¢ticos de Washington. Esta erupci¨®n de c¨®lera isl¨¢mica contra EE UU y la posibilidad de una respuesta militar introduce un factor de imprevisibilidad en plena campa?a, cuando se cumplen once a?os del 11-S. La Historia no ha terminado.
Obama no ha producido un cambio transformador: el sistema pol¨ªtico y financiero atrapa a los inquilinos de la Casa Blanca haci¨¦ndolo muy dif¨ªcil; no es un radical; simplemente un centrista pragm¨¢tico, reflexivo al extremo, que no acaba de conectar con la mayor¨ªa silenciosa. Su ingenuidad inicial le hizo creer posible abrir una era pospartidaria para enfrentar la crisis m¨¢s profunda desde la Depresi¨®n de finales de los a?os 20. La profundidad de la crisis econ¨®mica y un partido republicano obsesionado con acabar con su presidencia, torpedeando cualquier acuerdo, han empeque?ecido su primer mandato. Pero es de justicia destacar que impidi¨® la Gran Depresi¨®n utilizando el dinero p¨²blico para rescatar la industria del autom¨®vil, hoy ya floreciente, y a la banca de Wall Street, presa de su codicia y de la ingenier¨ªa financiera herencia de las pol¨ªticas desreguladoras de los republicanos, que ins¨®litamente ahora ofrecen como receta Romney y Ryan. Solo por la reforma sanitaria, incompleta y boicoteada hasta el l¨ªmite del Tribunal Supremo por la oposici¨®n, pero que devolver¨¢ la dignidad a m¨¢s de 40 millones de ciudadanos sin seguro m¨¦dico, Obama pasar¨¢ a la historia de EE UU.
Ha tenido que presidir la p¨¦rdida de influencia y el relativo declive del pa¨ªs y lo ha hecho con dignidad y eficacia, dando juego a la diplomacia y al multilateralismo. Su prudente pol¨ªtica exterior y de seguridad nacional, sobre todo tras la muerte de Bin Laden, tradicionalmente un flanco d¨¦bil para los dem¨®cratas, es inatacable por Romney, con ideas disparatadas en este campo, y que acaba de patinar utilizando electoralmente la tragedia del consulado de Bengassi, poniendo en tela de juicio sus presuntas capacidades como Comandante en Jefe. Obama dilapid¨® un tiempo precioso y la oleada inicial de buena voluntad, creyendo que podr¨ªa negociar con el ala m¨¢s retr¨®grada de los republicanos. M¨¢s adelante, el surgimiento del populismo radical del Tea Party desde la Am¨¦rica profunda barri¨® en las elecciones de medio mandato, poniendo en evidencia la disfuncionalidad del sistema pol¨ªtico y los l¨ªmites del poder Ejecutivo. Quiz¨¢s finalmente no sea la econom¨ªa, est¨²pido, suficiente para aupar a Romney a la presidencia. No hay recesi¨®n, crece a un mediocre, para los estadounidenses, 2%, y el paro es del 8,1%, excesivo para esa sociedad. Nada comparable con el final de la presidencia de Carter: una ca¨ªda del PIB del 3,7%. Obama se enfrenta al individualismo exacerbado, tangente con el darwinismo social, de Romney, con una defensa de la clase media expulsada del sue?o americano por la crisis. No busca nuevos votos, simplemente que no deserten una mayor¨ªa de los que le votaron en 2008. El presidente necesita recomponer la coalici¨®n de retazos integrada por los hispanos, los afroamericanos, las mujeres, los j¨®venes, los residentes de los suburbios de las grandes ciudades, profesores, sindicalistas, clases medias con t¨ªtulo universitario, y la comunidad gay, favorecida por las decisiones de Obama.
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