El tango del 7 de octubre

En las primeras p¨¢ginas del programa para el nuevo Gobierno, Hugo Ch¨¢vez promete la ¡°transici¨®n al socialismo¡±, la ¡°radical supresi¨®n de la l¨®gica del capital¡± y, para lograrlo, entre otras cosas propone ¡°pulverizar completamente la forma de Estado burguesa¡±. Se trata, se?ala, de traspasar ¡°la barrera del no retorno¡± y consolidar ¡°la patria perpetua y feliz¡±. No est¨¢ nada mal, sobre todo si se considera que ¨¦l se autodefine como ¡°el candidato de la patria¡±.

No fue esto, sin embargo, lo que estuvo presente, de manera constante y enf¨¢tica, como contenido principal de su campa?a electoral. Su estrategia publicitaria se mantuvo m¨¢s cerca de la Coca-cola que de Carlos Marx. Musiquita, baile, danza de corazones. Cuando no apelaba al afecto, a la fidelidad amorosa, repart¨ªa temores, distribu¨ªa de manera b¨¢sica y maniquea el miedo: Capriles era el lobo que ven¨ªa a comerse al pueblo.

Sobre estas dos l¨ªneas melodram¨¢ticas, y apoyado en un uso pornogr¨¢fico del Estado y de las instituciones, Ch¨¢vez desarroll¨® una campa?a que termin¨® en victoria. Capriles evadi¨® la din¨¢mica de la polarizaci¨®n, combati¨® la guerra sucia, le dio una identidad popular y alternativa a la oposici¨®n¡­ pero aun as¨ª no logr¨® ganar las elecciones. Ch¨¢vez sigue demostrando que nadie administra como ¨¦l la esperanza de los pobres.

?Qu¨¦ es el socialismo bolivariano por el que, supuestamente, ha votado la mayor¨ªa de los venezolanos? La promesa l¨ªquida de que el Estado millonario resolver¨¢ todos sus problemas. La fascinaci¨®n m¨¢gica ante el antiguo sue?o petrolero, que ahora viaja vestido de rojo y con boina del Ch¨¦ Guevara. Para Hugo Ch¨¢vez, el socialismo bolivariano significa otra cosa: atornillarse en el poder. Crear una nueva hegemon¨ªa. Visto a distancia, se trata de dar una forma definitiva y leg¨ªtima al golpe que dio en 1992. En el fondo, el proyecto no ha cambiado demasiado. Ha variado su nombre, sus maneras, sus protocolos, pero no su identidad, esa vocaci¨®n por organizar el poder y la sociedad alrededor de una persona, del comandante.

Ch¨¢vez ha convertido su carisma en una particular forma de tiran¨ªa. Ni siquiera al celebrar su victoria, el domingo en la noche, el presidente ha sido capaz de nombrar a Henrique Capriles. Solo ha celebrado el hecho de que la oposici¨®n haya aceptado su victoria. Los m¨¢s de seis millones de venezolanos que votaron por otra opci¨®n no parecen existir. Ahora, nuevamente, a la oposici¨®n le toca comenzar la tenaz lucha por ser reconocida, por volver a poner la hip¨®tesis de la alternancia en el mapa simb¨®lico del pa¨ªs. Ch¨¢vez gana y vuelve a hablar desde la eternidad. Su ¨²nico enemigo es una palabra diminuta, que ya nunca nombra: c¨¢ncer.

En una improvisada rueda de prensa en el Palacio de Miraflores, un poco antes de las elecciones, un periodista advierte a Ch¨¢vez que, de ganar las elecciones, llegar¨ªa a tener dos d¨¦cadas en el poder. La primera reacci¨®n del mandatario fue repetir un verso de la famosa canci¨®n que cantaba Carlos Gardel: ¡°Veinte a?os no es nada¡±. De eso se trata. La revoluci¨®n tambi¨¦n puede ser un tango eterno.

Albero Barrera es coautor de la biograf¨ªa Ch¨¢vez, sin uniforme (Editorial Debate).