¡°No estamos todav¨ªa a salvo¡±
Un documental relata el terror al que fue sometido durante siete a?os un pueblo colombiano a manos de los paramilitares
La primera fila de sillas de un peque?o teatro del centro de Bogot¨¢ est¨¢ ocupada por cuatro mujeres, tres hombres y un ni?o que lucen una camiseta estampada con el mapa de Putumayo, un territorio al sur de Colombia donde los cultivos de coca han sido, por d¨¦cadas, miel para narcotraficantes y grupos armados ilegales.
No son simples espectadores. De eso se enterar¨¢ el auditorio 30 minutos despu¨¦s, cuando al encenderse las luces del teatro, se revelen como los protagonistas de la historia de El Placer, un peque?o pueblo colombiano que est¨¢ a solo dos horas de la frontera con Ecuador y cuya historia parece sacada de un cuento de horror.
¡°Al ver esas im¨¢genes se me aprieta el pecho¡±, dice un joven de El Placer que por primera vez visita la capital colombiana. Junto a ¨¦l est¨¢ una mujer que fue testigo de los siete a?os de terror a los que los paramilitares sometieron esta poblaci¨®n, tild¨¢ndola de guerrillera.
Rosa* sali¨® huyendo ¨Ccomo muchos¨C el mismo d¨ªa que 38 paramilitares del Bloque Sur Putumayo llegaron a El Placer y asesinaron a once personas el 17 de noviembre de 1999, se?al¨¢ndolos de ser guerrilleros.
Pero contrario a lo que sol¨ªa ocurrir, esta vez los verdugos no expulsaron a los habitantes de El Placer. Su estrategia consisti¨® en adue?arse del pueblo para controlar el negocio de la coca y castigar a todos los que tuvieran cualquier relaci¨®n con la guerrilla. Se calcula que 200 hombres se dedicaron a vigilarlos y a confinarlos como si estuvieran presos.
Rosa tuvo la valent¨ªa de volver y cuenta que de lo primero que se apropiaron fue de una construcci¨®n de cuatro pisos ¨Cla m¨¢s elegante de El Placer¨C que llamaban El Edificio. Lo mismo hab¨ªa sucedido a?os atr¨¢s con el frente 48 de la guerrilla de las FARC, que ubic¨® su base principal en esa casa donde parad¨®jicamente hoy funciona una estaci¨®n de Polic¨ªa.
¡°A un hombre que culpaban de llevar encargos a los guerros [guerrilleros] y a otro que lo ayudaba, los amarraron y les quitaron las cadenas. Luego los sacaron en carro para matarlos. A otros s¨ª los mataban dentro de El Edificio. Muchos permanec¨ªan tres d¨ªas amarrados¡±, cuenta Rosa.
Tambi¨¦n apilaban ¨Ca la vista de todos¨C los cuerpos de paramilitares asesinados por las Farc. Incluso, algunos hombres que fueron se?alados de ser guerrilleros terminaron de carne de ca?¨®n de los paramilitares que practicaban la enfermer¨ªa. ¡°En tres casos, las v¨ªctimas a¨²n vivas, fueron objeto de cortes, suturas y punciones. Posteriormente fueron asfixiadas y sus cuerpos usados en las lecciones de necropsia, revela un informe titulado El Placer: coca, mujeres y guerra en el Bajo Putumayo, que acaba de publicar el Centro de Memoria Hist¨®rica, una instituci¨®n creada por el Estado colombiano para recoger las voces de las v¨ªctimas y reconstruir su memoria.
¡°La guerra nos ense?¨® que para evitar la muerte hab¨ªa que callar, por eso en El Placer ha reinado la ley del silencio¡±, explica otra de las mujeres que est¨¢ en el teatro y que da fe de las angustias que vivieron al pasar del dominio guerrillero al paramilitar. Cada grupo armado ¨Cexplica¨C no se limit¨® a la guerra, sino que termin¨® interviniendo en asuntos tan ¨ªntimos como la forma de vestir, de hablar y hasta en la manera de celebrar la Navidad.
Matilde* afirma que la presencia de los guerrilleros molestaba a los habitantes porque ante tanta bonanza que tra¨ªa la coca, terminaron extorsionando sin parar. ¡°Sent¨ªamos miedo pero no era presi¨®n. Con los paramilitares todo cambi¨®. Ten¨ªamos que caminar derechito. Si mir¨¢bamos algo extra?o, solo call¨¢bamos. Ten¨ªan retenes dentro del mismo pueblo y siempre nos tocaba alistar el bolsito con la c¨¦dula¡±, dice.
Eran tal el control, que los?paras llegaron a pedirles que repitieran el n¨²mero de la c¨¦dula al rev¨¦s, de lo contrario eran tildados de "guerrilleros de civil" y castigados. A las mujeres, por ejemplo, las obligaban a recoger basura.
Pero la humillaci¨®n m¨¢s grande que soportaron las mujeres de este pueblo colombiano, fue ver convertidos sus cuerpos en objeto de control y deseo, al punto de que fueron clasificadas por los "paras" como "decentes" o "indecentes". Es ese suplicio que sufrieron las mujeres de El Placer en el que se centra el informe de Memoria Hist¨®rica, una investigaci¨®n de la que tambi¨¦n hace parte el documental Mujeres tras la huellas de la memoria, del que Rosa y Matilde son protagonistas sin rostro.
¡°Me quer¨ªan llevar donde El indio, quien me meti¨® en un cuarto de otra casa y me viol¨® con un arma al lado de la cama. Luego volv¨ª a la casa y no le cont¨¦ nada a nadie, ni a mi marido. Pasados unos d¨ªas, El indio me dijo que si no me iba con ¨¦l, mataba a mi familia [¡]. Mi familia me despidi¨® dici¨¦ndome que era una perra, que me hab¨ªa enamorado del paramilitar. Nunca les cont¨¦ la verdad¡±.
Este es uno de los casos que registra el informe de El Placer. La mujer estuvo secuestrada durante un a?o junto a cuatro m¨¢s, a las que violaban permanentemente. Seg¨²n su relato, llegaban borrachos, drogados y las apuntaban con armas cortas y largas. Ninguna pod¨ªa salir y pasaban sus d¨ªas lavando uniformes, limpiando la casa y cocinando.
Pero la esclavitud sexual fue solo la punta del iceberg. Los paramilitares regularon el negocio de la prostituci¨®n y pusieron en funcionamiento doce burdeles. Trabajar como prostituta resultaba rentable pero las mujeres con enfermedades de transmisi¨®n sexual fueron sometidas al escarnio p¨²blico. Y no solo ellas. ¡°Las de los bares ten¨ªan que hacerse su control (m¨¦dico) pero tambi¨¦n obligaban a las colegialas. Ellos (los?paras) dec¨ªan que eran ¡®prostitutas calladas¡¯, cuenta Rosa. Estos controles muchas veces fueron p¨²blicos y si alguna se contagiada del VIH, era asesinada y arrojada al r¨ªo Guamuez.
Los atropellos continuaron hasta 2006 cuando se desmoviliz¨® el Bloque Sur Putumayo. Aun as¨ª, muchas de las mujeres que fueron v¨ªctimas en El Placer continuaron en silencio. Solo hasta ahora, Rosa, Matilde y decenas de habitantes m¨¢s, quisieron hablar de su dolor como un homenaje a la resistencia de todo un pueblo que se vio obligado a cargar con el estigma de ser ¡®cocalero¡¯, ¡®guerrillero¡¯ y luego ¡®paramilitar¡¯.
Hoy El Placer es un lugar silencioso. En El Edificio los polic¨ªas hacen guardia y nadie niega que se respira otro aire. Pero la guerrilla quiere regresar y los ataca. El 5 de enero de este a?o, durante 40 minutos, les dispararon con fusiles e hirieron a dos uniformados.
¡°No estamos todav¨ªa a salvo¡±, repiten las mujeres al salir del teatro en Bogot¨¢.
Se sabe que durante la expansi¨®n paramilitar en Colombia, la violencia contra las mujeres se convirti¨® en una de las formas m¨¢s utilizadas para dominar a las comunidades. Sin embargo, los?paras solo han confesado 89 delitos de violencia sexual en todo el pa¨ªs.
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