Las monjas de Beit Yala declaran la guerra al muro israel¨ª
Cristianos palestinos luchan en los tribunales para que la barrera no parta en dos un monasterio
Enfundado en su t¨²nica verdiblanca, el padre Ibrahim instala con parsimonia una mesa plegable, le coloca un mantel encima y asienta sobre ¨¦l un c¨¢liz. Estos podr¨ªan ser los preparativos de una misa cualquiera, pero esta es especial. Es una misa-protesta y se celebra en medio de un olivar y ante un muro. Cada viernes, los cristianos de Beit Yala, un pueblo palestino pegado a Bel¨¦n, se dan cita aqu¨ª para exigir al Ministerio de Defensa israel¨ª que cambie el trazado de la barrera de alambre y hormig¨®n, que como una serpiente recorre los territorios palestinos. Si la justicia no lo impide, la estructura partir¨¢ en dos los terrenos del monasterio de Cremis¨¢n. Las monjas y la escuela infantil quedar¨¢n de un lado del muro. Los monjes y el edificio principal del monasterio, del otro.
Parte de las tierras de 57 familias cristianas palestinas caer¨¢n tambi¨¦n del lado israel¨ª de la barrera y sus propietarios perder¨¢n el libre acceso a los terrenos de cultivo. En las pr¨®ximas semanas, un tribunal israel¨ª decidir¨¢ si cambia o no el trayecto del muro, que Israel considera necesario para protegerse de los ataques palestinos. Monjas, monjes y vecinos dicen estar dispuestos a llegar hasta el final con tal de preservar este pulm¨®n verde a las afueras de Bel¨¦n.
Este valle es un oasis de almendros, olivos y melocotoneros que cubren las terrazas de piedra que jalonan el terreno. Los vecinos de Beit Yala vienen aqu¨ª los fines de semana para hacer picnic y pasear. La aparente paz que se respira en este campo dura, sin embargo, lo que tarda uno en girar la cabeza. A un lado del valle, aparece Gil¨®, uno de los asentamientos israel¨ªes que rodean Jerusal¨¦n y objetivo de los francotiradores palestinos durante la segunda Intifada. Al otro lado, Har Gil¨®, otra colonia. Y poco m¨¢s all¨¢, se divisa el muro que avanza mes a mes, al ritmo que dictan los desembolsos presupuestarios. Aqu¨ª, como en casi cualquier punto de Cisjordania, resulta imposible obviar el conflicto que enfrenta a palestinos e israel¨ªes desde hace d¨¦cadas a pesar de que haya desaparecido de los titulares de los peri¨®dicos.
Las dificultades a las que se enfrentan los cristianos en la llamada Tierra Santa debido a la restricciones que impone la ocupaci¨®n israel¨ª han provocado desde hace a?os un lento pero continuo ¨¦xodo. En poblaciones como Bel¨¦n o Beit Yala, buena parte de las familias cristianas mengua a marchas forzadas con el paso de los a?os. Un t¨ªo que emigra a Canad¨¢, una t¨ªa a Jordania, el hermano que prueba suerte en Estados Unidos¡
Al padre Ibrahim, el argumento de la seguridad israel¨ª no le convence. ¡°No es una cuesti¨®n de seguridad. Con el muro lo que hacen es apropiarse de las tierras. Si quieren construir un muro, que lo hagan, pero en su territorio¡±, explica el cura en su iglesia poco antes de partir hacia la misa en el olivar. Cuando el muro est¨¦ terminado, discurrir¨¢ en un 85% por tierras palestinas, seg¨²n los datos de la Oficina de Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios.
Los monjes y las monjas son los protagonistas de este complejo y prolongado proceso judicial, que ha provocado ya un cambio de trazado y que ha movilizado a iglesias de medio mundo. Los monjes son salesianos de origen italiano, y no se subieron al carro de la protesta desde el principio, seg¨²n las malas lenguas locales, porque saben que lo tendr¨ªan m¨¢s complicado para exportar el conocido vino que producen de quedarse en el lado palestino. Pero al final, se han sumado a una lucha que no deja de crecer.
Ahora van todos a una, como confirma una portavoz del Ministerio de Defensa israel¨ª, que advierte que ¡°el cambio de la verja que piden las familias y los religiosos es inadmisible por razones de seguridad, pero si la justicia dicta lo contrario, evidentemente se cambiar¨¢¡±. Tambi¨¦n recuerda la portavoz que ¡°en 2011 ya se cambi¨® la ruta para acomodarse al cambio de posici¨®n de las monjas¡±. Matiza, adem¨¢s, que en este tramo se construir¨¢ una valla en lugar de un muro de hormig¨®n, como el de los ocho metros de altura ¡ªm¨¢s del doble de lo que med¨ªa el de Berl¨ªn¡ª que rodea Bel¨¦n y Beit Yala.
Las monjas no quieren hablar. Algunas proceden de pa¨ªses de la zona y temen que los israel¨ªes las expulsen del pa¨ªs. S¨ª habla Manal Hassan, su abogada, quien niega tajante que las monjas hayan cambiado de opini¨®n en ning¨²n momento. ¡°Siempre han querido estar del lado palestino. Est¨¢n aqu¨ª para servir a la comunidad de Beit Yala y a la de Bel¨¦n. No tendr¨ªa ning¨²n sentido que se quedaran del lado israel¨ª. Adem¨¢s, por principio, est¨¢n en contra de cualquier muro¡±, indica por tel¨¦fono.
Hassan es consciente de que ¡°es muy dif¨ªcil luchar en contra del Ej¨¦rcito¡±, pero informa de que ¡°las monjas tienen fe y est¨¢n convencidas de que van a poner fin a esta injusticia¡±. Seg¨²n los c¨¢lculos de Hassan, el nuevo trazado, por el que las monjas quedan del lado palestino y los monjes del israel¨ª, deja un 75% de las tierras del convento al otro lado del muro. Para acceder a ellas, las religiosas tendr¨ªan que pedir un permiso especial y atravesar una puerta que controlar¨ªa el ej¨¦rcito, como sucede en el resto de Cisjordania. El caso de las monjas no es ni mucho menos ¨²nico, pero s¨ª uno muy singular.
Los cristianos de Beit Yala, como las monjas, pelean porque todo el Cremis¨¢n siga perteneciendo a los territorios palestinos. ¡°Este es un lugar especialmente sagrado de nuestras tierras¡±, sostiene Nabil Shaat, veterano pol¨ªtico palestino que ha decidido acudir a la misa-protesta. ¡°Aqu¨ª la gente es muy persistente. Har¨¢n todo lo posible por preservar la tierra que hemos recibido de nuestros ancestros. Esta no es una guerra religiosa, es una guerra colonial¡±, advierte.
El tribunal de Tel Aviv que lleva el caso tiene previsto emitir el veredicto final del caso en noviembre, aunque los religiosos tengan la posibilidad de apelar despu¨¦s al Supremo. El padre Ibrahim no ofrece demasiados detalles del proceso judicial. Lo suyo es m¨¢s bien la oraci¨®n. ¡°Llevamos un a?o rezando para que Dios proteja nuestros olivos como hizo Jes¨²s en el jard¨ªn de Getseman¨ª. Si Dios no convence a Israel, nadie podr¨¢ hacerlo, ni siquiera el presidente de Estados Unidos¡±, piensa el cura.
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