Un nuevo y viejo Obama para el segundo mandato
Deber¨¢ conjugar la ilusi¨®n del pasado con los nuevos retos
Nunca se hab¨ªa parecido tanto Barack Obama al Obama de 2008 que pervive en nuestra imaginaci¨®n como en su discurso de la madrugada del mi¨¦rcoles en Chicago. Seguro, por fin, de s¨ª mismo, orgulloso, por fin, de su obra y confiado, por fin, en que puede ser un gran presidente, Obama transmiti¨® un optimismo que este pa¨ªs necesita y que a?oraba desde hac¨ªa tiempo.
Nada da m¨¢s energ¨ªa que una victoria, m¨¢s a¨²n despu¨¦s de que esta colgara del alero. Aupado por su triunfo y por la certeza de que el primer presidente afroamericano de la historia no es derrotado en el primer envite, Obama es hoy un l¨ªder reforzado para tratar de tener una influencia m¨¢s decisiva en Estados Unidos y el mundo.
Tambi¨¦n Obama era un l¨ªder fuerte cuanto tom¨® posesi¨®n en enero de 2009, pero su energ¨ªa se difumin¨® r¨¢pidamente en dif¨ªciles batallas legislativas, en las que demostr¨® inexperiencia y torpeza. Esos primeros a?os suelen ser muy dif¨ªciles para cualquier presidente. Bill Clinton tambi¨¦n naufrag¨® en sus primeros dos a?os y perdi¨® las elecciones intermedias antes de enmendar el rumbo y acabar con altos niveles de popularidad. Es pronto para saber en qu¨¦ aspectos puede decidir Obama enmendar el rumbo y c¨®mo ser¨¢ su segunda presidencia. En su discurso de Chicago dej¨® solo algunas se?ales. Prometi¨® que volver¨¢ a intentar gobernar con apoyo bipartidista, estimular la econom¨ªa y sacar adelante una reforma migratoria.
Su empe?o en el bipartidismo fue una de las razones por las que se quem¨® en su gesti¨®n anterior y sigue siendo ahora un terreno peligroso. Es cierto que, afectados por su derrota, Obama podr¨ªa encontrarse con una oposici¨®n m¨¢s colaboradora, menos inclinada a la estrategia de la total confrontaci¨®n. Es posible que sea as¨ª, pero no es seguro. Perdido en su propio laberinto, el Partido Republicano no est¨¢ ahora mismo en las mejores condiciones como para responder de inmediato a una llamada de la Casa Blanca a la colaboraci¨®n.
Esa colaboraci¨®n es imprescindible para que el presidente pueda sacar adelante uno de los apartados cruciales de su agenda para el segundo mandato, la reforma migratoria. Los votantes hispanos ya le perdonaron una vez que incumpliera su promesa en ese sentido, pero es dudoso que se lo perdonen dos veces, a ¨¦l o al Partido Dem¨®crata.
Para consolidar el apoyo hispano, esencial en la nueva coalici¨®n ganadora de los dem¨®cratas, es imprescindible una r¨¢pida acci¨®n para la legalizaci¨®n de los 12 millones de indocumentados, una misi¨®n que puede ser tan costosa y desgastadora como lo fue en el mandato anterior la reforma sanitaria.
Siendo imprescindible, esa tarea no deber¨ªa distraer al presidente, como s¨ª ocurri¨® con el debate sobre la reforma sanitaria, del objetivo principal para el que lo han elegido sus compatriotas: crear empleo y devolver a este pa¨ªs a la senda de la prosperidad. Para eso no solo necesita a los republicanos, necesita tambi¨¦n suerte ¡ªque hasta ahora le ha acompa?ado¡ª y una favorable coyuntura internacional, que no se vislumbra.
La tradici¨®n dice que los presidentes de EE UU dedican su segundo mandato a dejar su huella en la historia. Lo logr¨® Ronald Reagan, en su negociaci¨®n con Mija¨ªl Gorbachov, lo intent¨® Clinton, en el esfuerzo de di¨¢logo palestino-israel¨ª en Camp David, y lo intent¨® George Bush en su guerra contra el terrorismo, aunque el resultado fue el que todo el mundo ya conoce.
Tambi¨¦n Obama es posible que dedique m¨¢s espacio a la escena internacional en su segundo mandato. Las circunstancias no le son, sin embargo, muy favorables. La segunda presidencia de Obama se ve acuciada por asuntos urgentes que exigen soluciones r¨¢pidas y dif¨ªciles, pensando en lo m¨¢s conveniente, no en la historia. El programa nuclear de Ir¨¢n y la crisis europea son dos problemas que amenazan los flancos de la seguridad y la econom¨ªa de Estados Unidos de forma alarmante.
La respuesta de Obama se ver¨¢ condicionada por su car¨¢cter y sus circunstancias pol¨ªticas. En cuanto a lo primero, da la sensaci¨®n de que el mundo ha visto ya lo suficiente de Obama como para confiar en su prudencia y sensatez. El presidente ha exhibido esas cualidades en Libia, Egipto, la relaci¨®n con Rusia y con China, y en el propio manejo del conflicto con Ir¨¢n hasta la fecha.
Es en el segundo aspecto, el de sus circunstancias pol¨ªticas, el que m¨¢s ha cambiado respecto al primer cuatrienio. Obama no tiene que volver a presentarse a elecciones. Tiene, eso s¨ª, que trabajar para que, dentro de dos a?os, un Congreso adverso no se le haga m¨¢s adverso a¨²n. Pero, en el peor de los casos, el poder del Congreso es muy limitado en la pol¨ªtica internacional, por lo que Obama tendr¨ªa espacio suficiente para actuar. Sin elecciones a la vista, Obama es, por ejemplo, mucho menos vulnerable a la presi¨®n del primer ministro israel¨ª, Benjam¨ªn Netanyahu. Sin elecciones a la vista, Obama puede ser m¨¢s audaz tambi¨¦n en el di¨¢logo con las nuevas autoridades que se instalar¨¢n en Pek¨ªn en los pr¨®ximos d¨ªas.
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