Dos a?os despu¨¦s
Los islamistas no tienen respuesta a los desaf¨ªos de las sociedades ¨¢rabes, pues el problema no es la religi¨®n
Cuando estall¨® la revoluci¨®n en T¨²nez, el 17 de diciembre de 2010, recalcamos el acontecimiento haciendo hincapi¨¦ en el nuevo ciclo que se estaba abriendo. Era la primera revoluci¨®n democr¨¢tica en el mundo ¨¢rabe, la primera ca¨ªda de una dictadura provocada por una sublevaci¨®n popular espont¨¢nea, en la que las fuerzas pol¨ªticas tradicionales no tuvieron ning¨²n papel. Unas semanas despu¨¦s, la cadena de las dictaduras se rompi¨® tambi¨¦n en Egipto, Libia, Yemen y Siria, y la agitaci¨®n se extendi¨® a todo el mundo ¨¢rabe. Esta sorprendente y bienvenida liberaci¨®n fue calificada como ¡°revoluci¨®n de la dignidad¡±. Los reg¨ªmenes autoritarios de todo el mundo temblaban, temiendo la contaminaci¨®n. Los dirigentes chinos, siempre cautelosos, prohibieron la importaci¨®n del jazm¨ªn tunecino durante la feria de Pek¨ªn. ?Adivinaban el poder de este s¨ªmbolo! En cambio, la alegr¨ªa era total y sincera en la opini¨®n p¨²blica mundial. ?Por fin los pueblos ¨¢rabes se un¨ªan al proceso de democratizaci¨®n que hab¨ªa comenzado en Am¨¦rica Latina en los a?os ochenta del siglo pasado; al de los pa¨ªses del Este que hab¨ªa seguido a la ca¨ªda del imperio sovi¨¦tico!
Pero un a?o despu¨¦s, al mundo le cay¨® un jarro de agua fr¨ªa: por doquier en los pa¨ªses ¨¢rabes ganaban masivamente los islamistas en las elecciones democr¨¢ticas. La ideolog¨ªa de estos partidos religiosos parece tan totalitaria como la de los dictadores ca¨ªdos. Frustraci¨®n, decepci¨®n¡
Sin embargo, estos sentimientos estaban inspirados por una visi¨®n a corto plazo de la onda revolucionaria. No se comprend¨ªa bien qu¨¦ estaba sucediendo. En realidad, el proceso continuaba desarroll¨¢ndose en el coraz¨®n de las sociedades, la victoria de los islamistas no era una elecci¨®n de la religi¨®n como ideolog¨ªa del poder. Una parte importante de la sociedad, probablemente mayoritaria, no aceptaba ¡ªy no va a aceptar¡ª la ¡°islamizaci¨®n¡± de la sociedad.
Hoy d¨ªa, dos a?os despu¨¦s, la situaci¨®n se est¨¢ aclarando: las fuerzas laicas, modernistas, que buscan una democracia igualitaria y culturalmente abierta a la modernidad, se oponen en las calles de T¨²nez y El Cairo al oscurantismo medieval de los islamistas. En Libia, ya se hab¨ªa rechazado la oferta islamista radical durante los primeros comicios democr¨¢ticos. En Siria, el enfrentamiento en el seno de la oposici¨®n es sangriento, pues los islamistas-yihadistas luchan no solamente en contra de El Asad, sino que atacan y asesinan a los dem¨®cratas y republicanos sirios.
En esta situaci¨®n se advierten dos cosas: los islamistas, por una parte, no tienen un programa alternativo al de las dictaduras de anta?o, son m¨¢s liberales econ¨®micamente y, sobre todo, partidarios de una ¡°democracia¡± autoritaria. Por otra parte, la sociedad rechaza tanto las dictaduras como el nuevo totalitarismo que quieren imponer en nombre de Dios. La lucha que los sindicatos y partidos laicos est¨¢n llevando a cabo en T¨²nez y en Egipto encarna perfectamente esta situaci¨®n. Los islamistas egipcios quieren contar con los militares en cuanto a defensa del orden p¨²blico. Sin embargo, estos pueden aprovecharse de la situaci¨®n erigi¨¦ndose en ¨¢rbitros. No hay que descartar, en caso de radicalizaci¨®n de la batalla, un golpe militar. En T¨²nez, los islamistas de Ennahda intentan por todos los medios cambiar la composici¨®n de las fuerzas policiales; han contratado a m¨¢s de 10.000 nuevos miembros, la mayor¨ªa seguidores del partido. De hecho, quieren instaurar un r¨¦gimen fuerte, supuestamente para luchar contra los restos del antiguo poder. El presidente islamista egipcio, despu¨¦s de haber desempe?ado un papel positivo en el conflicto entre los palestinos de Gaza e Israel, aprovech¨® este ¨¦xito imponiendo un decreto que le otorgaba un poder absoluto. Esta dictadura ¡°legal¡± provoc¨® una movilizaci¨®n m¨¢s amplia que la que puso fin al antiguo r¨¦gimen. Mohamed Morsi tuvo que retroceder.
Lo que parece obvio es que los islamistas no tienen respuesta a los desaf¨ªos de las sociedades ¨¢rabes, pues el problema clave no tiene nada que ver con la religi¨®n. Es moral y econ¨®mico: los sublevados, por doquier, luchaban contra la corrupci¨®n, la humillaci¨®n, la arbitrariedad, la violaci¨®n de los derechos de las personas, la miseria, el desempleo... Interpretar esta situaci¨®n con par¨¢metros religiosos es una estafa. La Uni¨®n General Tunecina del Trabajo, apoyada por partidos laicos, lo acaba de demostrar: ha ganado una gran batalla frente a las provocaciones violentas de los neofascistas religiosos, aliados del Gobierno islamista, al imponer el aumento del poder adquisitivo de los ciudadanos. La revoluci¨®n sigue su camino, m¨¢s all¨¢ de la primavera de 2011¡
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