Conocer el pasado no es reconocerlo
Hollande asumi¨® la responsabilidad de lo que la sociedad francesa hab¨ªa le¨ªdo o visto sobre la represi¨®n en Argelia
Ning¨²n pa¨ªs lo tiene f¨¢cil para pactar con los desastres de su pasado y lo sabemos bien en Espa?a, donde hay cad¨¢veres tirados en las cunetas desde hace 70 a?os y un juez puede ver su carrera cercenada por tratar de investigar el franquismo. Sin embargo, la relaci¨®n de Francia con su historia reciente ha sido especialmente complicada. No se trata solo del pasado colonial, las guerras de Indochina y Argelia, sino tambi¨¦n de la II Guerra Mundial. Durante d¨¦cadas, la imagen de Francia durante el conflicto era la de los valientes resistentes que combat¨ªan contra los nazis, una versi¨®n muy alejada de lo que ocurri¨®. En realidad, casi como en Yugoslavia, se produjo una guerra civil dentro del conflicto en el que el Gobierno colaboracionista de Vichy se enfrent¨® a los propios franceses. Su papel activo en la Shoah ¡ªla razia del Vel¨®dromo de Invierno fue realizada por polic¨ªas franceses, no por SS¡ª tambi¨¦n constituy¨® un tab¨² durante d¨¦cadas. No obstante, hasta 1995, un presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, no pronunci¨® un discurso en el que admit¨ªa la responsabilidad de Vichy, esto es, de Francia, en la deportaci¨®n y la barbarie.
Chirac reconoci¨® algo que los franceses sab¨ªan desde hace tiempo gracias a la literatura y el cine. Pel¨ªculas como El viejo y el ni?o (1969), de Claude Berri, la historia de un ni?o jud¨ªo que se hace pasar por gentil y se esconde en casa de unos campesinos brutalmente antisemitas pero que le toman un cari?o enorme sin saber que es hebreo; Lacombe Lucien (1974), de Louis Malle, el relato de un advenedizo miembro de la milicia de Vichy; el documental La pena y la piedad (1971), la obra maestra de Marcel Oph¨¹ls sobre la ocupaci¨®n narrada a trav¨¦s de una ciudad de provincias (Clermont-F¨¦rrand); el ensayo La Francia de Vichy, de Robert Paxton (1973) o las novelas de Patrick Modiano. Sin embargo, ese sentimiento no tuvo su reflejo pol¨ªtico hasta dos d¨¦cadas despu¨¦s.
En Argelia ha ocurrido algo parecido aunque el asunto resulta todav¨ªa m¨¢s delicado porque es mucho m¨¢s cercano en el tiempo (la descolonizaci¨®n se produjo hace medio siglo). Los pieds-noirs, los 700.000 franceses que abandonaron el pa¨ªs ¡ªno hay que olvidar que era un Departamento m¨¢s, no una colonia¡ª, y muchos excombatientes forman parte de la vida francesa. Sin embargo, como ocurri¨® con Vichy, el cine y la literatura se adelantaron al Estado. El reconocimiento de la tortura masiva practicada por el Ej¨¦rcito contra la guerrilla independentista se produjo en 2000, aunque el t¨ªtulo de un documental de Bertrand Tavernier de 1992 resum¨ªa muy bien el esp¨ªritu general: La guerra sin nombre. El pasado 17 de octubre, Fran?ois Hollande reconoci¨® la brutal represi¨®n de una manifestaci¨®n del Frente de Liberaci¨®n Nacional (FLN) de Argelia en Par¨ªs en 1961, que se sald¨® con decenas de muertos y cientos de heridos. Las palabras de Hollande en Argel sobre el ¡°sistema profundamente injusto y brutal¡± recogen lo que la sociedad francesa hab¨ªa le¨ªdo o visto. Pero el Estado tiene el deber de reconocer el pasado siniestro, incluso cuando ya se sabe. Como dijo el presidente, el reconocimiento es m¨¢s importante que las excusas.
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