"No hay fuerza capaz de descarrilar el proceso de paz colombiano"
El historiador Marco Palacios acaba de publicar ' Violencia p¨²blica en Colombia 1958-2010'
Caf¨¦, esmeraldas, coca y violencia, sobre todo, la violencia parece definir la imagen de Colombia. El historiador Marco Palacios (Bogot¨¢, 1944), profesor de El Colegio de M¨¦xico, inici¨® su carrera con una tesis doctoral sobre El caf¨¦ en Colombia 1850-1970, pero lleva los ¨²ltimos 20 a?os tratando de descifrar el cubo de Rubik de la relaci¨®n entre legitimidad y violencia, entre la dificultad para lograr un consenso nacional y construir un Estado democr¨¢tico y la permanencia de los conflictos armados en su pa¨ªs. Su ¨²ltimo libro, Violencia p¨²blica en Colombia 1958-2010 (FCE), aparece cuando est¨¢n en curso conversaciones de paz en La Habana entre el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC, un proceso sobre el que se muestra optimista.
Pregunta. ?D¨®nde est¨¢ el origen del largu¨ªsimo conflicto colombiano?
Respuesta. Las ra¨ªces de la continuidad del conflicto son la desigualdad b¨¢sica que se expresa en el cierre social que implica el latifundio en una sociedad que apenas empieza a urbanizarse y el cierre pol¨ªtico o de representaci¨®n que implica un sistema clientelista de origen colonial hisp¨¢nico, que se adapt¨® de maravilla a la institucionalidad liberal.
P. Durante d¨¦cadas Colombia ha vivido una especie de guerra civil suspendida. ?Tiene su causa, como en otras rep¨²blicas americanas, en la lucha por la legitimidad, por saber qui¨¦n tiene derecho a gobernar, desde la independencia?
R. Ah¨ª subyace una pregunta que no hemos conseguido resolver satisfactoriamente: ?A qui¨¦n obedecer cuando no hay rey?, que reson¨® en 1808 por el mundo hisp¨¢nico y que ven¨ªa precedido de aquel ¡°se obedece pero no se cumple¡± de la ¨¦poca colonial.
P. En su libro destaca la dimensi¨®n internacional en el fracaso de la consolidaci¨®n del Estado colombiano y, concretamente, culpa a EE UU y a la guerra fr¨ªa.
R. Coincido con quienes hablan de una larga guerra fr¨ªa en el hemisferio que liga los intereses nacionales estadounidenses, tal como los van definiendo los sucesivos gobiernos del gran vecino del norte, y los intereses de los grupos en el poder en nuestros pa¨ªses. Las manifestaciones t¨ªpicas de la guerra fr¨ªa, como el anticomunismo a ultranza, comienzan a verse muy claramente en la d¨¦cada de 1920. Claro que en las ¨¦pocas posteriores a 1945, cuando el tel¨®n de acero, o de la d¨¦cada de 1960, con la ¡°amenaza castro-comunista¡± en el hemisferio occidental, la guerra fr¨ªa adquiri¨® el sentido que ahora le damos: la gran confrontaci¨®n bipolar en todos los ¨¢mbitos de la vida.
P. Hay otro efecto de la guerra fr¨ªa del que se habla menos. ?Cree que el espejismo de la Revoluci¨®n Cubana rob¨® a una generaci¨®n de colombianos para la democracia?
R. La Revoluci¨®n Cubana fortaleci¨® las posiciones extremas de los grupos dominantes y, de paso, s¨ª, sacrific¨® a dirigentes j¨®venes muy brillantes, que creyeron en la pureza de los ideales de la revoluci¨®n, y encontraron la muerte en las guerrillas. Otros optaron por el retiro definitivo de la acci¨®n pol¨ªtica.
P. A pesar de a?os de guerra contra las drogas, el narcotr¨¢fico colombiano sigue. ?Qu¨¦ ha cambiado?
R. El negocio sigue pr¨®spero, descentralizado en cartelitos, pero la violencia ligada a ¨¦l ha bajado considerablemente. Ese es el gran cambio.
P. ?Ha afectado la violencia al crecimiento econ¨®mico colombiano?
R. Los ingresos del narcotr¨¢fico distorsionan la econom¨ªa, como a la sociedad en conjunto, pero, pese a la violencia, no frenan el crecimiento. S¨®lo le dan otra direcci¨®n y otras formas de redistribuci¨®n de la renta nacional; ampl¨ªan la escala de lo que se considera ser rico en Colombia.
P. ?Cu¨¢l es su balance de la pol¨ªtica de Seguridad Democr¨¢tica del presidente ?lvaro Uribe?
R. La Seguridad Democr¨¢tica consisti¨® fundamentalmente en debilitar a las guerrillas. Forz¨® a los narcotraficantes a bajar los niveles de violencia, pero empobreci¨® la calidad de la democracia colombiana. Por ejemplo, el grueso de los 16.000 paramilitares desmovilizados se recicl¨® en campa?as electorales de tinte uribista. Lo cierto es que Colombia es hoy, como antes de Uribe, el primer exportador mundial de coca¨ªna y aunque la tasa de homicidios viene descendiendo desde 1993, sigue siendo de los pa¨ªses m¨¢s violentos del hemisferio.
P. ?Cree que las negociaciones de paz con las FARC tendr¨¢n ¨¦xito?
R. Hay elementos que llevan a pensar en que pueden terminar bien. Un factor muy importante es que no hay una fuerza ni dentro ni fuera de Colombia con posibilidades efectivas de descarrilar el proceso. Si las FARC est¨¢n realmente dispuestas a desmovilizarse, entrar¨¢n a la pol¨ªtica normal. C¨®mo les ir¨¢ en esa nueva situaci¨®n, ser¨¢ otra historia. Pero en el presente hay una oportunidad genuina de pacto.
P. ?Qu¨¦ puede aprender M¨¦xico de la experiencia colombiana contra el narco?
R. Es bueno partir de las diferencias, algunas muy obvias: M¨¦xico no tiene guerrilla y Colombia no tiene frontera con EE UU. La experiencia colombiana muestra que fue posible que un Estado d¨¦bil destruyera dos grandes carteles, el de Pablo Escobar y el de los hermanos Rodr¨ªguez Orejuela. De c¨®mo se logr¨® esto podr¨ªa aprender M¨¦xico. Pero aqu¨ª hay una situaci¨®n propia. Ahora, la estrategia del nuevo Gobierno puede abrir oportunidades de pacificaci¨®n. Parece atender mejor que antes la complejidad del problema. Han creado un nuevo clima de opini¨®n favorable y tienen amplio respaldo de las fuerzas pol¨ªticas. Habr¨¢ que ver, sin embargo, c¨®mo responde el Gobierno y las agencias estadounidenses as¨ª como los intereses agazapados en continuar la violencia.
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