Una crisis sin claros ganadores
Ambos partidos deben recapacitar sobre las lecciones aprendidas en los d¨ªas de fin de a?o
Apenas unos minutos despu¨¦s de la votaci¨®n en la C¨¢mara de Representantes que sellaba el final de la crisis del abismo fiscal, Barack Obama abord¨® el Air Force One con rumbo a Hawai para unirse a su familia en la continuaci¨®n de sus vacaciones navide?as. Antes de salir, agradeci¨® el esfuerzo de todos lo que hab¨ªan participado en la negociaci¨®n y les recomend¨® tambi¨¦n unos d¨ªas de relajaci¨®n y descanso para afrontar las pr¨®ximas empresas.
Todos necesitan recapacitar sobre las lecciones aprendidas en estos dif¨ªciles d¨ªas de fin de a?o que no dejan un claro ganador ¨Ctampoco el presidente ni los dem¨®cratas lo son- aunque s¨ª un claro perdedor: el Partido Republicano, que ha visto acentuarse alarmantemente su crisis de liderazgo.
El episodio m¨¢s representativo de la divisi¨®n actual en el campo republicano fue el de la votaci¨®n opuesta de sus dos principales l¨ªderes en la C¨¢mara de Representantes. Mientras el l¨ªder de la mayor¨ªa, Eric Cantor, se pronunci¨® en contra de la ley finalmente aprobada, el presidente de la C¨¢mara, John Boehner, que no suele votar para rese?ar su neutralidad institucional, lo hizo esta vez para refrendar su posici¨®n a favor del acuerdo.
Cantor y Boehner representan dos visiones contrapuestas del presente Y el futuro del Partido Republicano. Sus diferencias no son nuevas, pero nunca hab¨ªan trascendido de forma tan ostensible. Cantor es el capit¨¢n de un ej¨¦rcito de j¨®venes conservadores que hace gala de defender sus principios por encima de cualquier cosa y tiene como norte de su acci¨®n pol¨ªtica el combate contra el d¨¦ficit, la reducci¨®n de los impuestos y la eliminaci¨®n del estado del bienestar. Boehner es un republicano de corte m¨¢s cl¨¢sico que no renuncia a recuperar el centro y la imagen de gobernabilidad perdidos por su partido.
El conflicto entre ambos simboliza la pugna que en estos momentos se vive en el seno de la derecha sobre el camino a emprender en los pr¨®ximos a?os, una batalla que tardar¨¢ todav¨ªa alg¨²n tiempo en resolverse y que, mientras tanto, hace in¨²til cualquier intento de gobierno bipartidista.
Frente a ese partido dividido, los dem¨®cratas demostraron mayor disciplina y patriotismo al sacar adelante con sus votos en la C¨¢mara de Representantes un acuerdo que evitaba un da?o innecesario y autoinfligido para la econom¨ªa norteamericana. Pero ese sacrificio tampoco fue gratuito. Se hizo al precio de que numerosos congresistas dem¨®cratas se quejaran de que se han hecho demasiadas concesiones y de que los ricos no han sido finalmente tan castigados como se promet¨ªa. En definitiva, el Partido Dem¨®crata ha demostrado que no est¨¢ preparado para ir mucho m¨¢s all¨¢ en las reformas estructurales que se requieren para el saneamiento de esta econom¨ªa.
En medio ha quedado el presidente Obama, que ha cumplido con su promesa electoral de que el 2% de la poblaci¨®n asuma una mayor carga en la soluci¨®n del d¨¦ficit, pero que ha dejado en evidencia similares carencias sobre su capacidad de liderazgo a las que mostr¨®, por ejemplo, durante la tramitaci¨®n de la reforma sanitaria. Ha ganado, ha evitado una crisis may¨²scula, pero no ha dejado a nadie por contento. Para la derecha, es un cobarde que no se atreve con las grandes reformas que se precisan. Para la izquierda, es un traidor que, como declar¨® ayer Robert Reich, ¡°rompe con sus principios m¨¢s b¨¢sicos a cambio de cualquier acuerdo¡±.
En sus primeras palabras tras la aprobaci¨®n de la ley contra el abismo fiscal, Obama se mostr¨® orgulloso de esa capacidad de pragmatismo. ¡°Como he demostrado estas ¨²ltimas semanas, estoy muy abierto a compromisos¡±, dijo.
Es dif¨ªcil saber qu¨¦ es lo que necesita un pa¨ªs en circunstancias tan trascendentes como las que Estado Unidos vive en estos momentos, si pragm¨¢ticos convencidos o firmes defensores de principios. Unos y otros tendr¨¢n que buscar un equilibrio en este decisivo 2013.
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