El discurso del presidente Obama
Consulta, en espa?ol, el discurso de investidura de Barack Obama
Vicepresidente Biden, presidente del Tribunal Supremo, miembros del Congreso de los Estados Unidos, distinguidos invitados y compatriotas:
Cada vez que nos reunimos para la toma de posesi¨®n de un presidente, somos testigos de la solidez perdurable de nuestra Constituci¨®n. Afirmamos la promesa de nuestra democracia. Recordamos que lo que une a esta naci¨®n no son los colores de nuestra tez ni los principios de nuestra fe ni los or¨ªgenes de nuestros apellidos. Lo que nos hace ser excepcionales, lo que nos hace americanos, es nuestra lealtad a una idea, articulada en una declaraci¨®n que fue hecha hace m¨¢s de dos siglos:
¡°Sostenemos que estas verdades son evidentes por s¨ª mismas; que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, que entre ellos est¨¢n la vida, la libertad, y la b¨²squeda de la felicidad.¡±
Actualmente continuamos recorriendo un camino que no termina, para enlazar el significado de esas palabras con las realidades de nuestra ¨¦poca. Pues la historia nos dice que, aunque estas verdades son evidentes por s¨ª mismas, nunca han sido ejecutables por s¨ª mismas; que, aunque la libertad es un regalo de Dios, su gente es quien tiene que conseguirla aqu¨ª en la Tierra. Los patriotas de 1776 no lucharon para reemplazar la tiran¨ªa de un rey con los privilegios de unos cuantos ni con el mandato de un tumulto. Ellos nos entregaron una rep¨²blica, un gobierno de la gente, por la gente y para la gente, encargando a cada generaci¨®n de mantener seguro nuestro credo fundamental.
Y lo hemos hecho as¨ª durante m¨¢s de doscientos a?os.
A trav¨¦s de sangre extra¨ªda con l¨¢tigo y sangre extra¨ªda con espada, aprendimos que ninguna uni¨®n fundamentada en los principios de libertad e igualdad podr¨ªa sobrevivir siendo medio esclava y medio libre. Nos hicimos una nueva gente y juramos ir adelante todos juntos.
Juntos, determinamos que una econom¨ªa moderna requiere ferrocarriles y carreteras para agilizar los viajes y el comercio, escuelas y universidades para capacitar a nuestros trabajadores.
Juntos, descubrimos que un mercado libre solo prospera cuando existen reglas que garanticen la competencia y los negocios justos.
Juntos, decidimos que una gran naci¨®n tiene que ocuparse de los vulnerables, y proteger a su gente de los peligros y los infortunios peores de la vida.
A lo largo de todo esto, jam¨¢s hemos abandonado nuestro escepticismo de autoridad central, ni hemos sucumbido a la ficci¨®n de que los males de la sociedad pueden curarse solo a trav¨¦s del gobierno. Nuestra celebraci¨®n de iniciativa y empresa, nuestra insistencia en el trabajo duro y la responsabilidad personal, esos son factores inamovibles de nuestro car¨¢cter.
Sin embargo, siempre hemos entendido que, cuando los tiempos cambian, nosotros tambi¨¦n tenemos que hacerlo; que la fidelidad a nuestros principios fundamentales requiere nuevas respuestas a nuevos retos; que preservar nuestras libertades individuales eventualmente requiere una acci¨®n colectiva. Pues el pueblo americano no est¨¢ m¨¢s capacitado para satisfacer las demandas del mundo actual actuando por s¨ª solo que lo que pudieran haber estado los soldados americanos para hacerles frente a las fuerzas del fascismo o el comunismo con mosquetes y milicias. Ninguna persona por s¨ª sola puede capacitar a todos los maestros de matem¨¢ticas y ciencias que necesitaremos para equipar a nuestros hijos para el futuro, ni construir las carreteras y las redes de inform¨¢tica y los laboratorios de investigaciones que traer¨¢n nuevos empleos y negocios a nuestras costas. Ahora, m¨¢s que nunca, tenemos que hacer estas cosas juntos, como una sola naci¨®n y un solo pueblo.
Esta generaci¨®n de estadounidenses ha estado a prueba debido a crisis que han fortalecido nuestra determinaci¨®n y que han probado nuestra resistencia. Est¨¢ llegando a su fin una d¨¦cada de guerra. Ha comenzado una recuperaci¨®n econ¨®mica. Las posibilidades de los Estados Unidos no tienen l¨ªmite, pues poseemos todas las cualidades que requiere este mundo sin l¨ªmites: juventud e impulso; diversidad y transparencia; una capacidad inagotable para el riesgo y una facilidad para la reinvenci¨®n. Mis compatriotas estadounidenses, estamos hechos para este momento, y lo aprovecharemos, siempre que lo aprovechemos todos juntos.
Pues nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, entendemos que nuestro pa¨ªs no puede tener ¨¦xito cuando cada vez menos gente tiene mucho ¨¦xito y cada vez m¨¢s gente apenas puede cubrir sus gastos. Creemos que la prosperidad de los Estados Unidos tiene que ser una responsabilidad que est¨¦ sobre los amplios hombros de una clase media creciente. Sabemos que los Estados Unidos prosperan cuando todas las personas pueden disfrutar de independencia y orgullo en el trabajo que hacen; cuando los salarios de un trabajo honesto liberan a las familias de estar al borde de la penuria. Somos fieles a nuestra creencia cuando una ni?ita que nazca en la m¨¢s penosa de las pobrezas sepa que ella tiene la misma oportunidad de tener ¨¦xito que cualquier otra persona, porque ella es americana, ella es libre, y ella es igual, no solo ante los ojos de Dios, sino ante nuestros propios ojos.
Entendemos que los programas obsoletos son inadecuados para las necesidades de nuestra ¨¦poca. As¨ª es que tenemos que aprovechar nuevas ideas y tecnolog¨ªas para rehacer nuestro gobierno, renovar nuestro c¨®digo tributario, reformar nuestras escuelas, y empoderar a nuestros habitantes con las habilidades que necesitan para trabajar m¨¢s, aprender m¨¢s, llegar m¨¢s lejos. Sin embargo, aunque nuestros medios cambiar¨¢n, nuestro prop¨®sito perdura: una naci¨®n que recompensa el esfuerzo y la determinaci¨®n de cada uno de los estadounidenses. Eso es lo que requiere este momento. Eso es lo que le aportar¨¢ un verdadero significado a nuestro credo.
Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, a¨²n creemos que todo ciudadano merece un grado b¨¢sico de seguridad y dignidad. Debemos tomar las decisiones dif¨ªciles para reducir el costo de la atenci¨®n de la salud y el volumen de nuestros d¨¦ficit. Sin embargo, rechazamos la opini¨®n de que Estados Unidos debe escoger entre cuidar a la generaci¨®n que edific¨® este pa¨ªs e invertir en la generaci¨®n que construir¨¢ su futuro. Porque recordamos las lecciones dictadas por nuestro pasado, cuando la gente pasaba sus a?os crepusculares en la pobreza y los padres de un ni?o discapacitado no ten¨ªan recurso alguno.
No pensamos que la libertad est¨¢ reservada para los afortunados o la libertad para los pocos en este pa¨ªs. Reconocemos que cualquiera de nosotros, sin importar cu¨¢n responsablemente nos conduzcamos en nuestras vidas, puede sufrir la p¨¦rdida del trabajo o una enfermedad s¨²bita, o perder la casa a causa de una tormenta horrenda. Los compromisos que nos vinculan el uno al otro a trav¨¦s de Medicare, Medicaid y Seguridad Social, estas cosas no minan nuestra iniciativa, sino que nos fortalecen. Estos programas no nos convierten en una naci¨®n de aprovechados, sino que nos liberan para asumir los riesgos que engrandecen a este pa¨ªs.
Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, a¨²n creemos que las obligaciones que tenemos como estadounidenses no se centran solo en nosotros sino en la posteridad de todos. Seguiremos respondiendo a la amenaza del cambio clim¨¢tico sabiendo que, si no actuamos, traicionar¨ªamos a nuestros hijos y a las generaciones futuras. Algunos todav¨ªa negar¨¢n el dictamen abrumador de la ciencia, pero ninguno puede evitar el impacto devastador de los incendios pavorosos, las sequ¨ªas catastr¨®ficas y las tormentas m¨¢s potentes.
El sendero que conduce a los recursos de energ¨ªa sostenible ser¨¢ largo y a veces dif¨ªcil. Pero debemos estar a la cabeza, pues Estados Unidos no puede resistirse a esta transici¨®n. No podemos ceder a otras naciones las tecnolog¨ªas que pondr¨¢n en marcha nuevos empleos y nuevas industrias, debemos adue?arnos de la promesa que ofrecen dichas tecnolog¨ªas. As¨ª es como mantendremos nuestra vitalidad econ¨®mica y nuestro tesoro nacional: nuestros bosques y v¨ªas fluviales, nuestros terrenos cultivados y cumbres nevadas. As¨ª es como preservaremos nuestro planeta, que Dios nos ha encomendado cuidar. Esa obra dar¨¢ significado al credo que nuestros ancestros una vez declararon.
Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, a¨²n creemos que la seguridad y la paz duraderas no requieren estar en guerra perpetua. Nuestros valerosos hombres y mujeres uniformados, templados por el fuego de la batalla, no tienen paralelo en talento y coraje. Nuestros ciudadanos, marcados con el recuerdo de aquellos que hemos perdido, conocen demasiado bien el precio pagado para ser libres. El conocimiento de ese sacrificio nos mantendr¨¢ siempre vigilantes contra aquellos que amenacen alg¨²n da?o en contra nuestra. Sin embargo, tambi¨¦n somos herederos de aquellos que ganaron la paz y no solo la guerra, que convirtieron a enemigos ac¨¦rrimos en los m¨¢s fieles amigos. Tambi¨¦n debemos absorber estas lecciones esta vez.
Seguiremos defendiendo a nuestro pueblo y sosteniendo nuestros valores con la fuerza de las armas y el estado de derecho. Seguiremos demostrando el valor de intentar resolver pac¨ªficamente nuestras diferencias con otras naciones, no porque seamos ingenuos sobre los peligros que enfrentamos sino porque la participaci¨®n activa en una soluci¨®n puede eliminar las sospechas y el temor de manera m¨¢s duradera.
Estados Unidos seguir¨¢ siendo el ¨¢ncora de alianzas s¨®lidas en cada rinc¨®n del globo. Y renovaremos aquellas instituciones que ampl¨ªen nuestra capacidad para gestionar las crisis en el extranjero, pues nadie tiene m¨¢s en juego en un mundo pac¨ªfico que su naci¨®n m¨¢s poderosa. Apoyaremos las democracias en todas partes, desde Asia hasta ?frica, desde las Am¨¦ricas hasta el Medio Oriente, pues as¨ª nos inspiran nuestros intereses y nuestra consciencia para obrar a favor de aquellos que anhelan ser libres. Adem¨¢s, debemos ser fuente de esperanza para los pobres, los enfermos, los marginados, las v¨ªctimas del prejuicio, no solo por pura caridad, sino porque la paz en nuestro tiempo requiere el fomento constante de aquellos principios descritos por nuestra fe com¨²n: tolerancia y oportunidad, dignidad humana y justicia.
Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, declaramos hoy que la m¨¢s evidente de las verdades, que a todos se nos ha creado igual, es la estrella que todav¨ªa nos gu¨ªa; igual que gui¨® a nuestros antepasados a trav¨¦s de Seneca Falls, y Selma, y Stonewall; igual que gui¨® a aquellos hombres y mujeres, tanto de los que se han cantado alabanzas como de los que no, quienes dejaron sus huellas a lo largo de este gran Parque, para escuchar a un predicador decir que no podemos caminar solos; para escuchar a un Rey proclamar que nuestra libertad individual est¨¢ vinculada inextricablemente a la libertad de cada una de los habitantes de la Tierra.
Ahora es el deber de nuestra generaci¨®n continuar lo que empezaron esos pioneros. Porque nuestro recorrido no estar¨¢ completo hasta que nuestras esposas, nuestras madres y nuestras hijas puedan ganarse la vida como corresponde a sus esfuerzos. Nuestro recorrido no estar¨¢ completo hasta que a nuestros hermanos y hermanas gay se les trate igual que a todos los dem¨¢s seg¨²n la ley, porque, si nos han creado iguales de verdad, entonces el amor que profesamos debe ser tambi¨¦n igual para todos. Nuestro recorrido no estar¨¢ completo hasta que ya no se obligue a ning¨²n ciudadano a esperar horas para poder ejercer su derecho al voto. Nuestro recorrido no estar¨¢ completo hasta que encontremos una manera mejor de recibir a los inmigrantes esforzados y esperanzados que todav¨ªa ven a los Estados Unidos como el pa¨ªs de las oportunidades; hasta que los j¨®venes estudiantes e ingenieros brillantes entren a formar parte de nuestra fuerza laboral en lugar de que se les expulse de nuestro pa¨ªs. Nuestro recorrido no estar¨¢ completo hasta que todos nuestros hijos, desde las calles de Detroit hasta las colinas de los Apalaches y los senderos tranquilos de Newtown, sepan que se les cuida y que se les atesora y que siempre estar¨¢n a salvo.
?se es el deber de nuestra generaci¨®n: hacer que estas palabras, estos derechos, estos valores, de vida, libertad y b¨²squeda de la felicidad, sean reales para cada uno de los estadounidenses. El hecho de ser fieles a nuestros documentos sobre los que se fund¨® Estados Unidos no nos exige que estemos de acuerdo con cada aspecto de la vida. No significa que todos definamos la libertad de la misma manera, ni que sigamos exactamente el mismo camino hacia la felicidad. El progreso no nos obliga a resolver debates de siglos de duraci¨®n sobre el papel del gobierno para la eternidad, sino que nos exige que actuemos en nuestro tiempo.
Ahora tenemos que tomar decisiones, no podemos permitirnos el retraso. No podemos confundir el absolutismo con los principios, ni sustituir la pol¨ªtica con el espect¨¢culo, ni tratar los insultos como un debate razonado. Tenemos que actuar, sabiendo que nuestro trabajo no ser¨¢ perfecto. Tenemos que actuar, sabiendo que las victorias de hoy solo ser¨¢n parciales, y que ser¨¢ el deber de los que est¨¦n aqu¨ª dentro de cuatro a?os, y 40 a?os, y 400 a?os a partir de hoy hacer avanzar el esp¨ªritu atemporal que se nos confiri¨® una vez en un desolado sal¨®n de Filadelfia.
Mis compatriotas estadounidenses, el juramento que he hecho hoy ante ustedes, como el que hicieron otros que sirven en este Capitolio, fue un juramento ante Dios y ante el pa¨ªs, no ante un partido ni una facci¨®n. Y debemos cumplir fielmente esta promesa mientras dure nuestro mandato. Pero las palabras que he dicho hoy no son tan diferentes al juramento que hacen los soldados cada vez que se enlistan, ni del que hacen los inmigrantes cuando realizan sus sue?os. Mi juramento no es tan diferente a la promesa que todos hacemos a la bandera que ondea al viento y que llena de orgullo nuestros corazones.
Son las palabras de los ciudadanos, y representan nuestra mayor esperanza. Ustedes y yo, como ciudadanos, tenemos el poder de encauzar el rumbo de este pa¨ªs. Ustedes y yo, como ciudadanos, tenemos la obligaci¨®n de moldear los debates de nuestro tiempo, no solamente con nuestros votos, sino con las voces que elevamos en defensa de nuestros valores ancestrales e ideales imperecederos.
Abracemos ahora cada uno de nosotros, con deber solemne y alegr¨ªa indescriptible, lo que es nuestro patrimonio duradero. Con un esfuerzo com¨²n y un prop¨®sito com¨²n, con pasi¨®n y dedicaci¨®n, contestemos al llamado de la historia, y llevemos a un futuro incierto esa preciada luz de libertad.
Gracias, Dios los bendiga, y que bendiga para siempre a estos Estados Unidos de Am¨¦rica.
Traducci¨®n facilitada por la Casa Blanca
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