Tombuct¨² sale del infierno yihadista
Durante diez meses, los radicales se apropiaron de la hist¨®rica ciudad para su salvaje versi¨®n de la ley isl¨¢mica
¡°Esta era la prisi¨®n de mujeres¡±. Abdoul se?ala un min¨²sculo cuarto de apenas un metro y medio de ancho por dos metros de largo. Es el antiguo cajero autom¨¢tico del banco BMS, que durante diez meses fue sede de la polic¨ªa isl¨¢mica de Tombuct¨². ¡°Aqu¨ª met¨ªan a las mujeres por no llevar el velo de manera correcta durante un par de d¨ªas o incluso una semana. Ah¨ª com¨ªan, dorm¨ªan y hac¨ªan sus necesidades, una vez lleg¨® a haber hasta 15, no se pod¨ªan ni mover¡±. La puerta del cajero daba a la calle, as¨ª que todos las ve¨ªan al pasar.
Tombuct¨² es una sombra de lo que fue. M¨¢s de la mitad de sus 45.000 habitantes se han ido en los ¨²ltimos meses y todav¨ªa no han vuelto. Azahara Abdou, una joven de etnia songhay de 20 a?os, fue una de ellas. ¡°Hab¨ªa salido a tender la ropa a la puerta de mi casa con mi hiyab puesto. Entonces apareci¨® Mohamed Mossa y sus seguidores y me llevaron con ellos por no vestir de manera adecuada¡±. Mossa sale en muchas conversaciones.
?l se encargaba de que se aplicara la shar¨ªa, la ley que ha imperado diez meses en Tombuct¨². ¡°Me castigaron a estar en aquella prisi¨®n durante un mes y a diez latigazos cada d¨ªa por la ma?ana. Pero me dio una crisis nerviosa y me cort¨¦ con el vidrio de la puerta¡±. Azahara muestra una gran cicatriz en su pierna izquierda, ¡°entonces me cogieron, me llevaron dentro y me violaron entre cinco porque, seg¨²n dijeron, era muy arrogante¡±.
En la ciudad no hay ni Internet ni cobertura telef¨®nica. Los yihadistas destrozaron todos los servidores antes de irse. Tampoco hay luz durante la mayor parte del d¨ªa, solo unas pocas horas por la ma?ana, porque tambi¨¦n robaron todo el combustible. Adem¨¢s, los comerciantes ¨¢rabes huyeron de la ciudad por temor a represalias y sus negocios han sido saqueados y las pocas tiendas abiertas apenas tienen mercanc¨ªa. Unos metros a la derecha de la prisi¨®n de mujeres est¨¢ la tienda de Mohamed Ould Oumar, que fue saqueada hace dos d¨ªas. A su puerta se sentaba a tomar el t¨¦ Mojtar Belmojtar, uno de los l¨ªderes de Al Qaeda del Magreb Isl¨¢mico (AQMI) a quien se considera responsable del reciente secuestro en la planta de gas de In Amenas, en Argelia, que caus¨® decenas de muertos.
¡°Llevaba un turbante negro, mientras que los dem¨¢s lo llevaban de color caf¨¦ con leche. Nos los cruz¨¢bamos a veces, pero no pod¨ªamos ni dirigirles la palabra¡±, a?ade Abdoul. Detr¨¢s, en un enorme panel donde antes hab¨ªa un logotipo de Cruz Roja, reza el siguiente eslogan: ¡°La ciudad de Tombuct¨² fue fundada sobre el islam y no ser¨¢ juzgada sino por la legislaci¨®n isl¨¢mica (shar¨ªa)¡±. A¨²n nadie se ha molestado en quitarlo.
En el barrio de Abarayu est¨¢ la casa de Sanda Ould Bounama, hasta hace solo unos d¨ªas el todopoderoso l¨ªder local de Ansar Dine. Hoy, de su lujosa vivienda, envidia de todo el barrio, no queda sino la estructura, se han llevado hasta los cables de las paredes. Los vecinos aseguran que poco antes de que Tombuct¨² fuera recuperada por el Ej¨¦rcito franc¨¦s el pasado fin de semana, este antiguo profesor de religi¨®n isl¨¢mica y rico comerciante se esfum¨® como por arte de magia. Algunos dicen que le vieron irse, junto a otros radicales, montado en un burro para evitar ser detectado por los aviones franceses que bombardeaban sin parar.
El hotel La Maison, propiedad de una francomaliense llamada Hawa, est¨¢ hoy cerrado a cal y canto. En los ¨²ltimos tiempos se hab¨ªa convertido en el Palacio de Justicia de los radicales. Aqu¨ª era donde aplicaban su particular versi¨®n de la ley isl¨¢mica, donde aprobaron el castigo de Azahara o donde le cortaron la mano a Hamdido Me?ga por ladr¨®n. A poca distancia, las ruinas de lo que un d¨ªa fue la Gendarmer¨ªa, el ¨²nico edificio del centro de Tombuct¨² que fue bombardeado adem¨¢s del hotel Libia, situado en las afueras y construido por Gadafi.
Bagomni Tandina tiene 43 a?os. Era el guardi¨¢n del hotel La Palmeraie y ganaba unos 60 euros mensuales que le daban para vivir bien con su mujer y sus dos hijos. Ahora se dedica a lavar ropa por las casas por unos cientos de francos CFA. ?l decidi¨® quedarse. ¡°Llegaron y lo prohibieron todo. Ni fumar ni beber, ni que los m¨®viles tuvieran m¨²sica, ni ver la televisi¨®n, todo estaba prohibido¡±, asegura. ¡°Lo hac¨ªan en el nombre del islam, pero no eran buenos musulmanes. Entraban en las mezquitas con sus armas y eran unos mentirosos y traficantes¡±.
En el cementerio de Los Tres Santos, en el centro de la ciudad, los mausoleos fueron destruidos a golpe de piqueta. Se aprecian a¨²n las piedras y las hermosas puertas de madera. El nuevo edificio de la biblioteca Ahmed Baba, que albergaba valiosos manuscritos, fue durante meses alojamiento de los yihadistas, que, antes de partir, tuvieron tiempo de quemar varios cientos de documentos hist¨®ricos. Otros, la mayor¨ªa, fueron salvados por vecinos y trabajadores de este organismo. Y en la mezquita Sidi Yahya, la famosa puerta del Fin del Mundo ya no est¨¢. Se la llevaron los radicales.
Moulaye Sayah, un periodista local, vive justo al lado del centro Ahmed Baba. ¡°Lo m¨¢s grave de todo lo que hicieron fue quemar los manuscritos. Los latigazos se curan y de los mausoleos tenemos fotos, se pueden reconstruir. Pero han borrado una p¨¢gina de la historia que no se podr¨¢ salvar, es un crimen contra el mundo entero¡±, asegura.
Son las heridas m¨¢s visibles de una ciudad seriamente da?ada, de calles vac¨ªas e inundadas de arena que poco a poco vuelven a la vida. Quisieron convertirla en capital de una forma radical e inhumana de extremismo religioso y solo consiguieron apagar, por unos meses, su brillo antiguo de gente sabia y tolerante. ¡°Claro que nos rebelamos. Gritamos, lloramos y pataleamos. Pero, ?qu¨¦ ¨ªbamos a hacer? Ellos ten¨ªan armas y nosotros no, est¨¢bamos indefensos¡±, a?ade Tandina.
Aunque hundida y sufriente, Tombuct¨² sigue estando ah¨ª, entre el desierto y el r¨ªo N¨ªger, con su misteriosa magia de siempre y su alegr¨ªa recuperada. La gente est¨¢ exultante. Paran a los periodistas occidentales y a los soldados franceses por la calle y los bendicen. Yaya Sanusi y Bacar Me?ga toman t¨¦ a las puertas de su casa en el barrio antiguo al lado de dos enormes altavoces de las que sale una m¨²sica atronadora. Hace solo dos semanas esto era suficiente para que te castigaran a latigazos. ¡°Han sido diez meses en el infierno¡±, explica Omar Dicko, profesor de ingl¨¦s y gu¨ªa, ¡°ahora tenemos que mirar al futuro. Aqu¨ª casi todos vivimos del turismo y desde hace m¨¢s de un a?o no viene ning¨²n visitante. Pero pronto volver¨¢n¡±.
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