El c¨®nclave de las paradojas
La Iglesia, unida en torno a posiciones conservadoras, se muestra dividida sobre la forma de afrontar los esc¨¢ndalos que la sacuden
El c¨®nclave que debe elegir al sucesor de Benedicto XVI se abre bajo el signo de una doble paradoja. La primera es que la Iglesia (jer¨¢rquica) nunca ha estado tan unida y, al mismo tiempo, tan dividida. Unida, porque por primera vez, desde la ¨¦poca de P¨ªo XII, no podemos decir que haya cardenales conservadores y cardenales progresistas. El ¨²ltimo progresista ha sido el cardenal Martini, y hoy en d¨ªa la Iglesia (jer¨¢rquica) al completo se presenta normalizada, homologada y compacta en torno a unas posiciones conservadoras ¡ªdesde un punto de vista teol¨®gico, ¨¦tico y acaso pol¨ªtico tambi¨¦n¡ª que Wojtyla primero y Ratzinger despu¨¦s consiguieron imponer integralmente, diluyendo la herencia del Concilio o incluso d¨¢ndole la vuelta. Dividida, porque precisamente esa unanimidad doctrinal faculta que se manifiesten sin r¨¦moras las diferencias que existen acerca del problema, completamente mundano, de la gobernanza de la Iglesia: los embrollos de la curia romana, de su inmenso poder, de su papel sofocador, de su corrupci¨®n, de la lucha sin cuartel que la recorre y agita.
La actitud que ha de tomarse en lo que ata?e a la pedofilia del clero y la cuesti¨®n de la banca vaticana (IOR), son los dos grandes problemas que ven enfrentados a curiales y anticuriales. ?Hasta qu¨¦ punto es necesario hacer limpieza de la suciedad de la Iglesia en relaci¨®n con el sexto y s¨¦ptimo mandamiento? ?Hay que arramblar con todo de verdad, abrir los archivos de los curas ped¨®filos y de la protecci¨®n de la que han gozado incluso al m¨¢s alto nivel (Wojtyla incluido), y hacer lo mismo respecto a las tapaderas que el IOR ha ofrecido a distintas formas de corrupci¨®n pol¨ªtica y de aut¨¦ntico reciclaje de dinero sucio? ?O conviene moverse m¨¢s bien con la mayor de las cautelas, admitir solo aquello que a estas alturas sea imposible negar, pero evitando que una transparencia plena ofrezca una imagen devastadora de la suciedad de la Iglesia? En otras palabras, seguir la norma evang¨¦lica seg¨²n la cual ¡°oportet ut scandala eveniant¡± (¡°Es necesario que vengan tropiezos¡±) (Mateo, 18, 7) o la del Conde T¨ªo de Los Novios de Alessandro Manzoni, ¡°apaciguar, cortar, padre muy reverendo, cortar, apaciguar¡±.
Ser¨¢n esa clase de problemas los que dividan al c¨®nclave, porque respecto a los otros (doctrinales, pastorales, espirituales) hay diferencias de matiz, no de esencia. Y con esto hemos llegado a la segunda paradoja: tradicionalmente, el partido de la curia y el ¡°partido de los italianos¡± se consideraban ampliamente asimilables, mientras que eran los ¡°extranjeros¡± quienes representaban la voluntad de lograr un mayor peso de los episcopados nacionales respecto al aparato romano. Pero el esc¨¢ndalo Vatileaks hace inadmisible que la Curia se presente directamente con un candidato italiano propio. El candidato de la curia es, en efecto, el arzobispo de S?o Paulo, Odilo Scherer, brasile?o, que no solo no es italiano sino que ni siquiera es europeo, un cardenal que incluso se esfuerza por acreditarse como alguien de mentalidad ¡°abierta¡± en ¨¢mbito social (por m¨¢s que los sacerdotes de su di¨®cesis contesten su pol¨ªtica, excesivamente poco sensible a los pobres, a los ¨²ltimos, a los marginados), pero que no deja de ser, en definitiva, un mast¨ªn del IOR y de su cerraz¨®n a toda transparencia efectiva. Igualmente curial es el otro extraeuropeo que obtendr¨¢ sin duda un n¨²mero significativo de votos al principio, el canadiense Marc Ouellet. Podr¨ªamos a?adir adem¨¢s una tercera paradoja: no existe un candidato anticuria, un cardenal realmente decidido a repetir con Jes¨²s ¡°oportet ut scandala eveniant¡±. Podr¨ªa acercarse (blandamente, con todo) a ese ideal el arzobispo de Viena Christoph Sch?nborn, mientras que todos los dem¨¢s cardenales que se presentan como alternativas al partido de la curia son en realidad candidatos de compromiso. Empezando por Angelo Scola, el mejor colocado, porque desde hace a?os, a trav¨¦s de las iniciativas de su revista Oasis, ha hecho del di¨¢logo entre las religiones el instrumento de una labor de ca?amazo pastoral entre di¨®cesis de los distintos continentes cansadas del excesivo poder de la curia.
Scola no es desde luego un personaje curial, pero si alguien se lo imagina como un papa que destape las suciedades de la Iglesia y arramble con los enredos mundanos y corruptos que prosperan en el Vaticano, se llevar¨¢ un buen chasco. Scola nace con Comuni¨®n y Liberaci¨®n, que de la Iglesia mercantilista es un potent¨ªsimo ¡°brazo secular¡±, y por m¨¢s que desde que fuera nombrado arzobispo de Mil¨¢n haya procurado reiteradamente tomar distancias del movimiento fundado por el padre Giussani, esas ra¨ªces siguen estando en su ADN espiritual y pol¨ªtico. Scola no ha tenido siquiera el modest¨ªsimo valor de condenar de manera expl¨ªcita al pol¨ªtico de Comuni¨®n y Liberaci¨®n por excelencia, Roberto Formigoni, gobernador de la regi¨®n de Lombard¨ªa, asediado y enlodado por un impresionante n¨²mero de esc¨¢ndalos. Es evidente que la mayor parte de los cardenales no saben siquiera qui¨¦n es Formigoni, pero acerca del car¨¢cter decididamente mundano y mercantilista de Comuni¨®n y Liberaci¨®n a Sus Eminencias alg¨²n rumor habr¨¢ tenido necesariamente que llegarles. Sobre todo teniendo en cuenta que tambi¨¦n parece orientada a dar su apoyo a la elecci¨®n de Scola la otra potencia mundana de la Iglesia, el Opus Dei. Angelo Scola parece, en definitiva, el candidato perfecto para que, en relaci¨®n con la curia, cambie algo en apariencia, pero perpetuando la esencia del IOR y de las reticencias sobre los curas ped¨®filos (en Italia casi nada del vasto fen¨®meno ha salido a¨²n a la luz, por poner un ejemplo).
Si Scola no supera los dos tercios de los votos en los primeros dos o tres d¨ªas, crece la probabilidad que el compromiso se focalice en un outsider. Por lo dem¨¢s, es precisamente la regla de los dos tercios (que no reg¨ªa cuando fue elegido Ratzinger, porque a partir de la trig¨¦simo cuarta votaci¨®n, como ocurri¨® en aquel caso, bastaba con la mayor¨ªa absoluta) lo que garantiza que incluso en la eventualidad de que la Curia no consiga imponerse con Scherer o Ouellet, pueda impedir cualquier aut¨¦ntica renovaci¨®n: la curia en efecto, controla claramente un tercio de los votos, con los que puede bloquear a cualquier candidato decidido realmente a hacer limpieza y a tomarse el evangelio en serio.
Paolo Flores d¡¯Arcais es fil¨®sofo y director de la revista MicroMega, su libro m¨¢s reciente es ?Democracia! Libertad privada y libertad en rebeli¨®n.
Traducci¨®n de Carlos Gumpert
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