El mundo seg¨²n Dick Cheney
El vicepresidente de George W. Bush no se arrepiente de nada de lo sucedido y asegura en un documental que volver¨ªa a tomar la decisi¨®n de invadir Irak
El vicepresidente con m¨¢s poder de la historia de Estados Unidos, el Darth Vader de la Administraci¨®n de George W. Bush, no se arrepiente de nada. ¡°Hice lo que ten¨ªa que hacer. Me siento bien y si tuviera que volver a hacerlo todo otra vez, lo har¨ªa en un minuto¡±. Fr¨ªo, calculador, ladino e incluso desagradable, Dick Cheney, 72 a?os, cierra cuentas con la historia para no admitir ni siquiera la posiblidad de un error y concluir que, a veces, el ¨¦xito no est¨¢ ¡°en lo que se consigue sino en lo que se previene¡±.
Traducci¨®n: no se logr¨® encontrar las armas de destrucci¨®n masiva en Irak ¨Cporque no exist¨ªan- pero se evit¨® que la naci¨®n sufriera un ataque terrorista similar al del 11-S. El precio en vidas humanas se cifra en 4.488 soldados de EEUU y m¨¢s de 100.000 civiles iraqu¨ªes. Los millones de d¨®lares ascienden a billones cuando se habla de la factura de la contienda de Irak. Y el desprestigio internacional que sufri¨® EEUU todav¨ªa acarrea la mancha de Guant¨¢namo y las im¨¢genes de Abu Ghraib.
El mundo seg¨²n Dick Cheney llega con las credenciales del festival de cine de Sundance y se acaba de estrenar en la televisi¨®n estadounidense en el canal Showtime. Realizada por R. J. Cutler ¨Cque cierra su trilog¨ªa pol¨ªtica, iniciada con The War Room y A Perfect Candidate-, Cheney pretende una hagiograf¨ªa que ¨Cafortunadamente- queda bastante matizada por diversas entrevistas con colegas y periodistas, algunos de los cuales no ven el momento de probar que el vicepresidente se equivoc¨® y arrastr¨® a EEUU a una guerra de penosas consecuencias.
En dos horas, se cubre de forma exhaustiva c¨®mo Cheney invadi¨® Irak bajo falsos pretextos, reinterpret¨® la Constituci¨®n y orden¨® la tortura de los que consideraba enemigos. Inmutable, con gestos delicados, el exvicepresidente explica ante la c¨¢mara en qu¨¦ consist¨ªa el waterboarding, funesta palabra que ya es de uso com¨²n. De nuevo, el hombre de Wyoming carece de contrici¨®n. ¡°Si quieres gustar a la gente¡±, se?ala, ¡°lo mejor es que te hagas estrella de cine¡±.
Si quieres gustar a la gente, lo mejor es que te hagas estrella de cine¡±, dice el exvicepresidente
Sin grandes ambiciones en su juventud ¨Cincluso fue expulsado de Yale en dos ocasiones-, Cheney trabaj¨® durante un tiempo como peon reparando postes de luz en su nativo Wyoming. En esos a?os, acab¨® bebiendo demasiado y termin¨® siendo detenido en dos ocasiones. La ¨²ltima de ellas, mientras ¨¦l estaba sentado en una celda, sus excompa?eros de Yale se graduaban, como lo hac¨ªa en Colorado College su novia y luego esposa durante 48 a?os, Lynne.
La menci¨®n de Lynne es el ¨²nico momento de la larga entrevista en el que se dibuja una sonrisa en el rostro de Cheney, a pesar de que ¨¦l mismo reconoce que no dedic¨® mucho tiempo a su familia ¨Creconocimiento, que no arrepentimiento-. Cheney creci¨® a las faldas de Donald Rumsfeld, desde donde inici¨® una ascensi¨®n de 40 a?os desde los pasillos del poder de Washington hasta la oficina contigua al despacho Oval de la Casa Blanca.
Rumsfeld fue su primer jefe y luego su ¨ªntimo amigo durante casi cuatro d¨¦cadas. Ambos hombres sobrevivieron a la ca¨ªda de las Administraciones de Nixon y Ford y se perpetuaron m¨¢s all¨¢ de Reagan y Bush padre. Finalmente, el alumno se reconvirti¨® en el mentor de la manipulaci¨®n y el poder pol¨ªtico y entreg¨® el Departamento de Defensa a Rumsfeld -cuando este ya estaba de retirada- en el primer mandato de Bush hijo. Convertidos en la guardia pretoriana de Bush, Cheney y Rumsfeld crearon un mundo a su medida y del que, en ocasiones, qued¨® fuera el presidente. Bush describe en varias ocasiones en su libro de memorias su sentimiento de haber sido traicionado, de haber sido atacado por la espalda y no haber visto venir el asalto.
Cuando estall¨® una rebeli¨®n de fiscales en el Departamento de Justicia como consecuencia del programa de escuchas ¨Cilegales- a ciudadanos norteamericanos, Cheney mantuvo, una vez m¨¢s, en la sombra a su superior. Cuando Bush tuvo conocimiento de lo sucedido, rectific¨® la ley. Se levantaba el hacha de guerra entre ambos hombres y la brecha invisible que exist¨ªa se hizo visible y a d¨ªa de hoy no se ha cerrado.
Bush orden¨® que no le pasaran llamadas de su 'n¨²mero dos'. Evitaba su presencia. No se despidieron al abandonar la Casa Blanca
Bush orden¨® que no le pasaran llamadas de su n¨²mero dos. Evitaba su presencia. No se despidieron al abandonar la Casa Blanca y Washington el 20 de enero de 2009 tras la toma de posesi¨®n de Barack Obama. Hoy siguen sin hablarse. Cheney no responde en el documental ninguna pregunta de la que no se tuviera ya la respuesta. Incluso en ocasiones es sarc¨¢stico y contesta con agresividad, como cuando se le plantea lo que dicen los cr¨ªticos de que ¨¦l ¡°quer¨ªa¡± ir a la guerra a toda costa. ¡°?Quer¨ªa? ?Por qu¨¦? ?Por qu¨¦ iba a querer, porque me gusta la guerra?
Lejos de despejar interrogantes, el gran reportaje de Cutler despierta una y solo una pregunta. ?Por qu¨¦ habla Cheney?
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