Tras las huellas del genocidio tamil
EL PA?S recorre el escenario de la ofensiva final de la guerra civil de Sri Lanka Los testimonios hablan de una masacre que la ONU insta a que se investigue
Balasubramanian Annaludchumy recuerda: ¡°En las ¨²ltimas semanas de la guerra mi familia hab¨ªa estado dispersa, pero el 14 de mayo [de 2009] nos encontramos en la ¡®zona segura¡¯ que el Ej¨¦rcito hab¨ªa habilitado en Mullivaikal para proteger a los civiles, y encontramos cobijo en una casa. Est¨¢bamos felices. Pero esa misma noche cayeron varios obuses sobre el edificio. Cuando recuper¨¦ el sentido y se pos¨® el polvo, vi a todos en el suelo. Mi marido estaba boca abajo, y al darle la vuelta descubr¨ª que le hab¨ªa estallado el pecho, que estaba muerto¡±.
La mujer rompe a llorar, pero no detiene su relato. ¡°Al lado estaba mi hija mayor. Se sujetaba los intestinos con las manos, y sab¨ªa que iba a morir. Por eso me pidi¨® que salvase a sus dos hijos¡±. Esta tamil, originaria de la ciudad de Kilinochchi, en el norte de Sri Lanka, se las arregl¨® para coger a los peque?os y llevarlos a un hospital del Ej¨¦rcito, pero all¨ª fueron rechazados. ¡°Hab¨ªa tantos cad¨¢veres en la carretera que casi no se pod¨ªa andar¡±.
Los dos ni?os perecieron pocas horas despu¨¦s del ataque, del que el Gobierno niega ser el autor a pesar de que los proyectiles utilizados fueron los que usaba habitualmente el Ej¨¦rcito, y no los de la guerrilla de los Tigres de Liberaci¨®n de la Tierra Tamil (LTTE). Los combates se hab¨ªan reanudado, as¨ª que Annaludchumy tuvo que abandonar los cad¨¢veres de su familia y esconderse en una zanja. Tres d¨ªas despu¨¦s, el presidente ceilan¨¦s, Mahinda Rajapaksa, anunci¨® la muerte del l¨ªder rebelde, Velupillai Prabhakaran, y declar¨® el fin de 26 a?os de una guerra civil que ha enfrentado a la etnia mayoritaria cingalesa ¡ªbudista¡ª y a la minor¨ªa ¨¦tnica tamil ¡ªhinduista¡ª.
Seg¨²n el mandatario, la ofensiva final fue un ¨¦xito porque no se cobr¨® la vida de ning¨²n civil. Annaludchumy explica que ese discurso triunfalista es la raz¨®n de que en el certificado de defunci¨®n de sus cinco familiares aparezca como fecha de la muerte el 15 de marzo y no el 15 de mayo. ¡°El Gobierno miente¡±, sostiene la mujer. Como ella, todos los supervivientes entrevistados para este reportaje aseguran que los soldados atacaron deliberadamente las ¡°zonas seguras¡± en las que se refugiaban.
Esa sospecha ha empujado a la ONU esta semana a aprobar una resoluci¨®n con la que presionar al Gobierno de Sri Lanka para que investigue la masacre ¡ªque la organizaci¨®n considera que podr¨ªa alcanzar las 40.000 v¨ªctimas¡ª entre octubre de 2008 y mayo de 2009. Van a¨²n m¨¢s lejos trabajadores de diferentes agencias de Naciones Unidas que critican la tibieza del informe sobre los hechos presentado en noviembre por su secretario general, Ban Ki-moon. Desde el anonimato, uno expone su molestia: ¡°El texto incluye acusaciones contra el Ej¨¦rcito por atacar la zona designada como ¡®libre de combate¡¯ con bombas, misiles, artiller¨ªa, bazucas y armas ligeras. All¨ª se hab¨ªan refugiado 330.000 personas, pero Ban se ha limitado a lamentar que la ONU haya fallado de nuevo en su misi¨®n. Las presiones, que llegan no solo de Sri Lanka sino tambi¨¦n de China e India, han impedido que se diga con claridad que lo sucedido fue un genocidio¡±.
Basta con echar un vistazo a los arcenes de la carretera de Mullivaikal para confirmar que el Ej¨¦rcito en sus embestidas contra los tamiles no solo atac¨® objetivos militares. Autobuses, camiones, coches y triciclos motorizados aparecen reducidos a un amasijo de hierros. Componen un escaparate del horror que est¨¢ protegido de las c¨¢maras por soldados apostados cada 50 metros con un AK-47. Los veh¨ªculos no pueden detenerse, y los militares exigen revisar el material gr¨¢fico de todo sospechoso de haber retratado esa met¨¢lica monta?a de verg¨¹enza.
El obispo de Mannar, Rayapu Joseph, vivi¨® en primera persona el fin de la guerra y ha recogido decenas de testimonios. Sostiene que los militares han quemado miles de cad¨¢veres para destruir pruebas, y describe la operaci¨®n como ¡°una masacre que se inscribe dentro de un proceso de limpieza ¨¦tnica que contin¨²a en todos los frentes¡±. Un buen ejemplo de ello es el ¡°poblado modelo¡± de Keppapillavu, que pretende ser un ejemplo de reconstrucci¨®n y se queda en espejo del apartheid.
Aqu¨ª han sido reubicadas 115 familias tamiles que lo perdieron todo en la ofensiva final. Pero, en contra de lo que asegura el Gobierno, Tharmaragini, una mujer que reside en una de las chabolas sin agua corriente ni electricidad con los cinco familiares que han sobrevivido a la guerra, explica que no ha tenido que abandonar su casa porque haya sido reducida a escombros. ¡°Se la ha quedado el Ej¨¦rcito¡±, afirma. Y no es la ¨²nica. M. Mathusamy, un agricultor que construye su propia vivienda unos metros m¨¢s all¨¢, cuenta algo parecido: ¡°Nos han arrebatado la tierra para construir asentamientos de cingaleses, y ahora nosotros no tenemos de qu¨¦ vivir¡±.
La zona en la que se refugiaban civiles fue atacada con misiles, artilller¨ªa y bazucas, aseguran testigos
Esta estrategia, que incluye la reordenaci¨®n administrativa de municipios y provincias para evitar que la poblaci¨®n tamil tenga mayor¨ªa, busca diluir la fuerza social y pol¨ªtica que permiti¨® al LTTE gobernar, de facto, el tercio norte de la isla. Pero tambi¨¦n es la principal raz¨®n por la que el fin de la guerra no ha supuesto el fin del conflicto. Organizaciones dedicadas a la defensa de los derechos humanos, como Human Rights Watch, advierten de que el resentimiento tamil hacia el Gobierno ha aumentado con la represi¨®n.
¡°Hay buenas razones para la lucha, porque el Gobierno nos priva de derechos b¨¢sicos¡±, afirma Elango, un activista tamil. ¡°Antes de la colonizaci¨®n exist¨ªan diferentes reinos que respond¨ªan a una compleja realidad que los brit¨¢nicos trataron de homogeneizar sin ¨¦xito¡±, analiza. ¡°Ahora, la Constituci¨®n unitaria y el car¨¢cter dictatorial de Rakapaksa son escollos insalvables para buscar una soluci¨®n dialogada al conflicto, y no podemos olvidar que la guerra se cerr¨® con una masacre a la que ha seguido la desaparici¨®n de miles de personas¡±.
El hijo de Thava Malar es uno de ellos. ¡°Durante la ¨²ltima batalla, el LTTE estaba desesperado y oblig¨® a todos los hombres del pueblo a luchar con ellos. Se llevaron a nuestro hijo, de 16 a?os, que, afortunadamente, sobrevivi¨® a los combates¡±. El adolescente regres¨® a casa terminada la guerra, pero una noche, 20 d¨ªas despu¨¦s, desapareci¨®. Su madre est¨¢ convencida de que el Ej¨¦rcito se lo llev¨®. ¡°Aquella noche hubo patrullas, y luego hemos recibido noticias de dos personas que aseguran haberlo visto en instalaciones militares¡±.
La impotencia de miles de personas como Malar y la impunidad del Gobierno pueden prender de nuevo la lucha armada, asegura Elango. ?l considera que los miembros del LTTE son ¡°h¨¦roes que murieron por la libertad de los tamiles¡±, pero es consciente de que la organizaci¨®n ¡ªconsiderada terrorista por multitud de pa¨ªses¡ª cometi¨® graves errores que no debe repetir, como el asesinato del primer ministro indio Rajiv Gandhi. ¡°Adem¨¢s, durante la batalla final, el LTTE exig¨ªa a cada familia tamil que aportase hombres a la lucha. En los ¨²ltimos d¨ªas incluso us¨® a la poblaci¨®n civil como escudos humanos, algo que muchos nunca olvidar¨¢n. Si queremos tener ¨¦xito necesitamos promulgar un sistema que sea justo y humano¡±.
Este activista cree que no volver¨¢ a surgir un ej¨¦rcito como el que ten¨ªa el LTTE, sino que se optar¨¢ por una t¨¢ctica de guerrilla. ¡°Cre¨ªmos que Obama detendr¨ªa la masacre, pero hemos confirmado que la comunidad internacional se pliega ante los intereses econ¨®micos¡±. Elango apunta a la emergencia de China e India: ¡°Esos pa¨ªses ayudaron al Gobierno con la ofensiva final para hacerse con todo tipo de contratos, y por eso ahora sus grandes empresas est¨¢n liderando el lucrativo proceso de reconstrucci¨®n¡±.
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