La ultraderecha marca la agenda
El auge del partido euroesc¨¦ptico y antiinmigraci¨®n UKIP impulsa un profundo giro pol¨ªtico en conservadores y liberales
Nigel Farage, l¨ªder del partido euroesc¨¦ptico y antiinmigraci¨®n por antonomasia de la escena brit¨¢nica ¡ªel Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP)¡ª protagoniz¨® una an¨¦cdota a pie de p¨¢gina durante las elecciones generales de mayo de 2010, cuando la avioneta en la que viajaba se estrell¨® en la campi?a inglesa. Los medios dieron cuenta apresurada del accidente, al que sobrevivi¨® con heridas menores, porque el inter¨¦s se concentraba entonces en la victoria por la m¨ªnima de los conservadores, forzados a pactar un Gobierno de coalici¨®n con los liberaldem¨®cratas.
Menos de tres a?os despu¨¦s de aquel suceso, Farage se ha convertido en el objetivo prioritario de la prensa local por su protagonismo a la hora de condicionar y distorsionar la agenda pol¨ªtica nacional, que ha acabado derivando en el abierto cuestionamiento de la adhesi¨®n a la Uni¨®n Europea y en una posici¨®n in¨¦ditamente hostil hacia los extranjeros, incluidos los ciudadanos procedentes del mercado comunitario. Todo un ¨¦xito para su causa y tambi¨¦n una seria advertencia encarnada en un pol¨ªtico cuyo partido no tiene ning¨²n diputado en el parlamento de Westminster.
Los c¨¢lculos realizados ahora, y con vistas a los comicios legislativos de dentro de dos a?os, han deparado resultados tan previsibles como el reciente endurecimiento del primer ministro conservador, David Cameron, a la hora de acoger a una inmigraci¨®n que hab¨ªa definido en las ¨²ltimas d¨¦cadas la personalidad del Reino Unido. Pero se han revelado de impacto m¨¢s in¨¦dito cuando el l¨ªder de los liberales-dem¨®cratas, Nick Clegg, acaba de renunciar a una de las propuestas bandera de su programa, la regularizaci¨®n de los indocumentados que lleven diez a?os de residencia en el pa¨ªs, en pro de un nuevo sistema que forzar¨ªa a los ciudadanos procedentes de los ¡°pa¨ªses de alto riesgo¡± a pagar una suerte de fianza como permiso de entrada.
El partido de Farage pretende ser la encarnaci¨®n misma de los miedos que acucian a la sociedad brit¨¢nica, los de una red social incapaz de cubrir todas las necesidades del brit¨¢nico de a pie porque el extranjero tambi¨¦n se beneficia de ella, asentados en un nacionalismo que confronta el creciente temor ante la p¨¦rdida de la identidad nacional. Cuando el UKIP marc¨® un hito al conseguir once diputados en los comicios al Parlamento Europeo de 2004, aquel logro fue caracterizado como el t¨ªpico voto de protesta que suele canalizarse en unas elecciones que carecen de verdadero impacto en la escena nacional.
En los dos ¨²ltimos a?os, sin embargo, el partido de Farage ha conseguido posicionarse en segundo lugar, y siempre por encima de los conservadores, en cuatro elecciones parciales destinadas a cubrir vacantes en los Comunes, ?Hasta d¨®nde puede alcanzar su fuerza arrolladora? Los ¨²ltimos sondeos conceden al UKIP hasta un 17 por ciento de voto, precario quiz¨¢ para acceder a un Parlamento de Westminster dominado por el sistema electoral mayoritario, pero concluyente a la hora de restar votos al Partido Conservador, atac¨¢ndolo desde su flanco m¨¢s inmovilista, aunque poderoso.
La personalidad de Farage reclama estar a a?os luz del Partido Nacional Brit¨¢nico (BNP), una fuerza ultranacionalista, xen¨®foba y hoy en claro declive. Los ac¨®litos del UKIP quiz¨¢ se distancien de esos postulados que concitaran las frustraciones de la clase trabajadora, pero su programa, por muy alejado que se declare de racismo, solo concibe un Reino Unido en el que pocos tienen cabida m¨¢s all¨¢ de los propios brit¨¢nicos.
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