¡°No podemos exigir a las maras que renuncien a la extorsi¨®n, sin alternativas¡±
Fabio Colindres, uno de los interlocutores en la tregua de las maras, aborda el papel de la Iglesia en la negociaci¨®n
De acuerdo con la cr¨®nica no oficial sobre la gestaci¨®n de la tregua entre las maras m¨¢s violentas de El salvador, la Salvatrucha y la 18, el obispo castrense, Fabio Colindres, no fue la primera opci¨®n para servir de interlocutor entre los l¨ªderes de las bandas, sino que se pens¨® en un representante de la vertiente m¨¢s progresista y cercana a la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n. En todo caso, Colindres se ha convertido en uno de los l¨ªderes del di¨¢logo y se ha ganado el respeto de los jefes de las maras. No obstante, sectores de la sociedad y de la Iglesia se han mostrado cr¨ªticos con la intervenci¨®n del prelado en el proceso de paz acus¨¢ndolo de servir de excusa al Gobierno para avalar y dotar de autoridad moral una negociaci¨®n con criminales. Colindres se sent¨® con EL PA?S para explicar su funci¨®n y el futuro de la tregua.
Pregunta. La presencia de la Iglesia como un interlocutor en la tregua entre las maras ha sido entendida como un instrumento, del Gobierno, por una parte, para dotar de credibilidad al proceso, y, por otra parte, de las maras, para favorer la imagen de v¨ªctimas de sus miembros. ?Qu¨¦ tiene que decir al respecto?
Respuesta. La presencia de la Iglesia en este proceso es muy sencilla. La Iglesia no es experta en pol¨ªtica ni en econom¨ªa, es experta en humanidad y yo estoy presente en este di¨¢logo por el ¨²nico motivo por el que deber¨ªa estar presente: el bien com¨²n, la dignidad humana y la b¨²squeda de la paz.
Mi presencia en todo este proceso no ha obedecido a una negociaci¨®n oculta o a que la Iglesia se haya prestado a encubrir ning¨²n otro acuerdo paralelo"
P. Pero hay quien insiste en que con su intervenci¨®n, de alguna manera, se legitima un proceso amparado y orquestado por el Gobierno que, por razones obvias, no puede presentarse como un interlocutor con criminales.
R. Yo he insistido una y otra vez en que mi presencia en todo este proceso no ha obedecido a una negociaci¨®n oculta o a que la Iglesia se haya prestado a encubrir ning¨²n otro acuerdo paralelo. Sigo pensando que cuando muchas personas, inclusive de la Iglesia, no logran entender el esfuerzo que estamos haciendo, es porque les falta informaci¨®n y un conocimiento m¨¢s profundo de c¨®mo se gest¨® todo esto.
P. ?Cu¨¢les son los principales avances que destacar¨ªa de este primer a?o de tregua?
R. Para empezar, ning¨²n proyecto serio dura un a?o. Las primeras cr¨ªticas que surgieron cuando se anunci¨® la tregua es que hab¨ªamos dado un paso que estaba pegado con saliva y que no dudar¨ªa m¨¢s de unos d¨ªas. Ahora, pasamos m¨¢s de un a?o con m¨¢s de 3.000 vidas salvadas y una reducci¨®n, no substancial, pero notoria, de otros actos de delincuencia. Esto nos hace pensar que esto ya no es una simple tregua, sino un proceso que ha hincado sus dientes en beneficio de la sociedad.
Esto ya no es una simple tregua, sino un proceso que ha hincado sus dientes en beneficio de la sociedad"
P. Los l¨ªderes de las maras han accedido a reducir el n¨²mero de homicidios pero se han negado a eliminar las extorsiones porque, aseguran, son su modo de vida. ?Qu¨¦ les responden ustedes a este razonamiento?
R. En el asunto de las extorsiones es necesario comprender bien el fen¨®meno. Cuando una familia, un pandillero, ha vivido durante 30 a?os gracias a la extorsi¨®n y socialmente no se le da la oportunidad de otra opci¨®n porque est¨¢ tatuado, ?qu¨¦ se le puede decir?. Es como explicarle a una prostituta que lleva 30 a?os en el oficio: ¡®usted ya no se prostituye, pero no le voy a ofrecer otra posibilidad de vida. Vea de qu¨¦ vive, pero no se prostituya¡¯. Pues eso es lo que est¨¢ pasando en El Salvador con las maras.
P. ?Justifica, pues, la extorsi¨®n?
R. No la justifico, pero no podemos exigirles que ellos renuncien a su medio de vida sin ofrecerles nada a cambio.
P.? Seg¨²n su opini¨®n no son ellos los que deber¨ªan tratar de buscarse un medio de vida, como el resto de ciudadanos, sino que debe ser el Estado qui¨¦n les plantee alternativas.
Lo que ocurre con la extorsi¨®n en las maras es como explicarle a una prostituta que lleva 30 a?os en el oficio: ¡®usted ya no se prostituye, pero no le voy a ofrecer otra posibilidad de vida. Vea de qu¨¦ vive, pero no se prostituya"
R. Esto es lo que hay necesidad de comprender, que hay que crear el espacio, las oportunidades m¨ªnimas necesarias para poder exigirles que renuncien a un estilo de vida, que no es correcto, pero que es el ¨²nico que han conocido hasta ahora.
P. ?Y ellos est¨¢n dispuestos ha renunciar a esa forma de financiaci¨®n que, a priori, parece m¨¢s c¨®moda?
R. Nosotros hemos hablado con los j¨®venes de las maras sobre esta posibilidad. Ellos son conscientes de que la extorsi¨®n puede proveerles de m¨¢s dinero, pero no de m¨¢s esperanza ni de oportunidades de futuro para sus hijos. Estamos hablando de hombres y mujeres que han hecho una reflexi¨®n hist¨®rica y que saben muy bien que el ¨²nico beneficio que este estilo de vida les ha deparado hasta ahora es el econ¨®mico.
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