La huella de Thatcher
Elev¨® a categor¨ªa el ego¨ªsmo privado, estableciendo la riqueza como medida de virtud
Los muertos recientes y los obituarios escritos en caliente, casi siempre excesivos en la eleg¨ªa del desaparecido, no son el mejor borrador para evaluar a los pol¨ªticos que dejaron huella. Ocurri¨® con Kennedy, Churchill y el general De Gaulle. Le est¨¢ sucediendo lo mismo a la todav¨ªa no enterrada Margaret Thatcher, la primera mujer que lleg¨® al 10 de Downing Street para gobernar con dureza, exenta de compasi¨®n, el Reino Unido durante once a?os. Tan mal est¨¢ bailar sobre su tumba como disponer la celebraci¨®n de un funeral de Estado con la presencia de la Reina ¡ªadvert¨ªa el diario progresista The Guardian¡ª por la ex primera ministra que logr¨® bautizar con su nombre, ¡ªthatcherismo¡ª su ideolog¨ªa, lo mismo que Stalin, Per¨®n, o el propio presidente de la V Rep¨²blica francesa. Algo que indica ya que la hija del due?o de un ultramarinos de la provincia inglesa, llegada al poder por sus m¨¦ritos en una sociedad pol¨ªtica machista, revolucion¨® el Reino Unido dejando una impronta en el ¨²ltimo tercio del siglo XX que fue m¨¢s all¨¢ de la isla brit¨¢nica.
En los pubs de los pueblos de las cuencas mineras de Escocia y Gales, arrasados a comienzos de los 80 por la dura dama que cerr¨® los pozos, brindaban con cerveza en la noche del pasado lunes; al tiempo, su heredero Cameron la canonizaba como la salvadora del pa¨ªs y en Washington, Obama, no precisamente en su onda pol¨ªtica, elogiaba su modo de gobernar. ¡°No tenemos que conformarnos con seguir los acontecimientos de la historia, sino que podemos decidirlos, con convicci¨®n moral, coraje ilimitado y voluntad de hierro¡±. Para bien y para mal, lady Thatcher lo hizo.
No s¨¦ cu¨¢l de estos tres rasgos llevaron a Thatcher a decidir suprimir, cuando era ministra de Educaci¨®n, la peque?a botella de leche, media pinta, que recib¨ªan todos los ni?os del pa¨ªs a diario en las escuelas primarias, un buen invento del primer ministro socialista Attlee, creador del Estado protector, desde la cuna a la tumba. Por unas semanas me benefici¨¦ en 1958 en una escuela estatal de Harlow de esa ingesta social de leche. La luego primera ministra fue bautizada como Thatcher, milk snatcher. Con su pr¨¢ctica de gobierno hizo tristemente famosa su frase: ¡°no hay esa cosa que llaman sociedad¡±. Fue una pol¨ªtica guiada por convicciones profundas, intransigente, aborrec¨ªa el consenso. As¨ª lamin¨® a los sindicatos, elev¨® a categor¨ªa el ego¨ªsmo privado, estableciendo la riqueza como ¨²nica medida de virtud; cre¨® y enfrent¨® a las dos Inglaterras, el sur y Londres, con el Big Bang desregulador de la industria financiera de la City, contra el resto; carec¨ªa de conexi¨®n emocional con la clase trabajadora; acab¨® con la cohesi¨®n social polarizando el pa¨ªs hasta extremos desconocidos en el civilizado Reino Unido. Puso los cimientos para la destrucci¨®n del Estado de bienestar.
Thatcher acab¨® con la versi¨®n brit¨¢nica del socialismo empujando a la izquierda al centro pol¨ªtico, con tanto ¨¦xito que siete a?os despu¨¦s de dejar del poder, Blair fue elegido primer ministro y gobern¨® sin renegar de la herencia de su antecesora, convirtiendo a los socialistas al libre mercado. Sin duda influy¨® en aguar otras socialdemocracias, como el PSOE en Espa?a, y m¨¢s tarde el SPD alem¨¢n. Cuando lleg¨® al poder un ni?o de cada siete era pobre en el Reino Unido y el pa¨ªs era m¨¢s igualitario que nunca en su historia; tras Thatcher, un tercio de los ni?os viv¨ªan bajo la pobreza. Hugo Young, bi¨®grafo de la Dama de Hierro, se?ala que su mayor virtud era lo poco que le preocupaba lo que la gente pensara de ella.
La huella de Thatcher no solo marc¨® el pasado siglo: el empuj¨®n final que dio con Reagan a la guerra fr¨ªa, la imposici¨®n de la idea de que el Estado es el problema y el individualismo la soluci¨®n, el nublado de las diferencias econ¨®micas entre derechas e izquierdas. La sombra de su rastro ha llegado hasta nuestros d¨ªas con la percepci¨®n dominante en toda Europa sobre la dificultad de sostener los costes fiscales del Estado de bienestar, asumida por Alemania y aplicada desde Bruselas. El anticomunismo profundo de Maggie no le impidi¨® sin embargo la lucidez de comprender que Gorbachov iba a ser el pol¨ªtico que derribara el Muro de Berl¨ªn y propiciara la implosi¨®n de la URSS. Su antieurope¨ªsmo finalmente nos ha arrojado en manos de una Europa alemana rompiendo los equilibrios que un Reino Unido integrador hubiera podido ejercer en la UE. A pesar de oponerse a la reunificaci¨®n alemana, Thatcher acert¨® al predecir que las ambiciones alemanas se convertir¨ªan en un factor dominante en Europa. En sus memorias afirm¨® que el miedo hist¨®rico de Alemania hacia la inflaci¨®n conducir¨ªa a pol¨ªticas de lento crecimiento, que profundizar¨ªan los problemas de los pa¨ªses m¨¢s d¨¦biles de la eurozona. Lo estamos padeciendo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.