Choque de democracias
Esta vez no es una colisi¨®n entre Bruselas y los Estados. Son los Gobiernos del norte y del sur los que se enfrentan en un choque que ha hecho colapsar la confianza ciudadana en la Uni¨®n Europea. El territorio de la soberan¨ªa nacional se evapora y los ciudadanos son las v¨ªctimas. En este escenario, solo los populistas ganan
Hubo un tiempo en el que se consideraba una enfermedad brit¨¢nica. Pero ahora el euroescepticismo se ha extendido por todo el continente como un virus. Como muestran los datos del Eurobar¨®metro, la confianza en el proyecto europeo ha disminuido incluso a m¨¢s velocidad que las tasas de crecimiento. Desde el comienzo de la crisis, la confianza en la Uni¨®n Europea ha ca¨ªdo 32 puntos en Francia, 49 en Alemania, 52 en Italia, 94 en Espa?a, 44 en Polonia y 36 en el Reino Unido.
Lo m¨¢s llamativo es que en la UE todo el mundo ha perdido esa fe: tanto los acreedores como los endeudados, los pa¨ªses de la eurozona, los aspirantes a serlo y los que decidieron no adherirse al euro. En 2007, pens¨¢bamos que el Reino Unido, donde la confianza era de menos 13 puntos, era el bicho raro con su euroescepticismo. Ahora, los cuatro pa¨ªses m¨¢s grandes de la eurozona tienen niveles de confianza en las instituciones de la UE inferiores a los de Gran Breta?a entonces: Alemania, menos 29, Francia e Italia, menos 22, y Espa?a, menos 52. ?Cu¨¢l es la explicaci¨®n?
El argumento al que se sol¨ªa recurrir para justificar el euroescepticismo era la supuesta existencia de un d¨¦ficit democr¨¢tico en la UE. Las decisiones, dec¨ªan los cr¨ªticos, las tomaban unas instituciones que no rend¨ªan cuentas a nadie, y no los Gobiernos nacionales elegidos. Pero la crisis actual no surgi¨® de un choque entre Bruselas y los Estados miembros, sino de un choque entre las voluntades democr¨¢ticas de los ciudadanos de Europa del norte y los del sur, los llamados pa¨ªses del centro y la periferia. Y ambas partes est¨¢n utilizando las instituciones de la UE para defender sus intereses.
Antiguamente, hab¨ªa una norma no escrita de que las instituciones de la UE deb¨ªan vigilar el mercado com¨²n y otras ¨¢reas t¨¦cnicas ¡ªdesde los criterios comunes para la composici¨®n de la salsa de tomate hasta las emisiones ac¨²sticas de las segadoras de c¨¦sped¡ª y los Gobiernos nacionales seguir¨ªan teniendo el monopolio de la provisi¨®n de servicios y las decisiones pol¨ªticas en los terrenos m¨¢s delicados de los que depend¨ªan las elecciones nacionales.
Desde que comenz¨® la crisis, los ciudadanos de los pa¨ªses acreedores se resisten a asumir la responsabilidad de las deudas de otros sin tener a su disposici¨®n unos mecanismos para controlar su gasto. Con el pacto fiscal y las exigencias del BCE de que se lleven a cabo amplias reformas en cada pa¨ªs, los eur¨®cratas han cruzado muchas l¨ªneas rojas de la soberan¨ªa nacional y han invadido campos que van mucho m¨¢s all¨¢ de las normas de seguridad alimentaria para controlar las pensiones, los impuestos, los salarios, el mercado laboral y los funcionarios de la Administraci¨®n P¨²blica. Es decir, ¨¢mbitos que constituyen el n¨²cleo de los Estados de bienestar y las identidades nacionales.
Para un n¨²mero cada vez mayor de ciudadanos de los pa¨ªses del sur de Europa, la UE representa lo que era el FMI para los latinoamericanos: una camisa de fuerza de oro que est¨¢ estrangulando el margen de maniobra de la pol¨ªtica nacional y vaciando de contenido sus democracias nacionales. En esta nueva situaci¨®n, pasan los Gobiernos pero las pol¨ªticas son b¨¢sicamente las mismas, y no hay forma de oponerse a ellas. Mientras tanto, en los pa¨ªses del norte de Europa opinan, cada vez m¨¢s, que la UE ha fracasado a la hora de controlar las pol¨ªticas de la franja meridional. Los acreedores tienen un sentimiento de v¨ªctimas muy parecido al de los deudores.
Si la soberan¨ªa se define como la capacidad de los ciudadanos de decidir lo que quieren para su pa¨ªs, est¨¢ claro que hoy quedan pocos, tanto en el norte como en el sur, que se sientan soberanos. Ha desaparecido una parte importante de la democracia nacional que no se ha sustituido a escala europea.
En un sistema pol¨ªtico nacional como es debido, los partidos pol¨ªticos podr¨ªan expresar todos estos puntos de vista diferentes y, tal vez, hacer de ¨¢rbitros y encontrar puntos en com¨²n entre ellos. Pero eso es precisamente lo que el sistema pol¨ªtico europeo no puede proporcionar: como no tiene genuinos partidos pol¨ªticos, un Gobierno de verdad ni una esfera p¨²blica, la UE no puede compensar los fallos de las democracias nacionales. En lugar de ser un terreno para la batalla de las ideas, la UE se ha visto perjudicada por un c¨ªrculo vicioso entre el populismo antieuropeo y los acuerdos tecnocr¨¢ticos entre unos Estados miembros que tienen miedo a sus ciudadanos.
?El populismo anti-UE va a convertirse en algo permanente? Esperemos que, a medida que se recupere el crecimiento, el euroescepticismo se debilite y acabe por retroceder. Pero el descenso de la confianza en la UE tiene ra¨ªces m¨¢s profundas. El entusiasmo europe¨ªsta no volver¨¢ si la UE no cambia dr¨¢sticamente su forma de relacionarse con los Estados miembros y sus ciudadanos.
Alemania
Los alemanes se consideran v¨ªctimas de la crisis del euro. Creen que se les ha traicionado y tienen miedo de que se les pida pagar m¨¢s impuestos o aceptar unos niveles m¨¢s altos de inflaci¨®n para salvar el euro. Sin embargo, en Alemania existen sentimientos encontrados sobre la UE. El Eurobar¨®metro muestra que el 56% de los alemanes ¡°no conf¨ªa¡± en la UE y solo el 30% tiene una imagen ¡°bastante positiva¡± de la Uni¨®n. Por otra parte, el populismo, hasta ahora, est¨¢ contenido: todos los grandes partidos pol¨ªticos apoyan el euro y las ¨²ltimas encuestas indican que tres cuartas partes de los alemanes est¨¢n en contra de abandonar la divisa com¨²n. Acaba de nacer un nuevo partido contrario al euro, la Alternativa por Alemania, pero hasta ahora sus proyecciones m¨¢s optimistas le dan un 2% de los votos en las elecciones generales de septiembre. Puede que los alemanes ya no tengan afecto al euro, pero eso no quiere decir que deseen dejarlo.
Francia
Por una vez, Francia no es la excepci¨®n: desde que comenz¨® la crisis, la confianza en la UE ha disminuido y su imagen ha empeorado. En 2012, el n¨²mero de franceses que ¡°tienden a no confiar¡± en la UE ascend¨ªa al 56%, frente al 41% en 2007. Esta opini¨®n negativa sobre la respuesta de la UE a la crisis ya ha tenido repercusiones en la pol¨ªtica francesa: es sin duda un factor importante en el arraigo cada vez mayor que tiene el Frente Nacional, de extrema derecha y violentamente antieurope¨ªsta, en la vida pol¨ªtica del pa¨ªs, y ha influido tambi¨¦n en el ¨¦xito pol¨ªtico y medi¨¢tico del l¨ªder de extrema izquierda Jean-Luc M¨¦lenchon. No obstante, si los franceses logran ver un liderazgo visible, decidido y responsable en la UE o la eurozona, que d¨¦ prioridad a la recuperaci¨®n econ¨®mica, preste atenci¨®n a la reducci¨®n de la deuda, las estrategias de inversi¨®n y las pol¨ªticas de crecimiento y empiece a avanzar hacia modelos de bienestar paneuropeos, entonces podr¨ªa invertirse la tendencia anti-UE.
Reino Unido
Las percepciones de la UE en el Reino Unido han cambiado menos que en muchos otros Estados miembros: en 2004 ya ten¨ªan escasa confianza en la UE y una imagen relativamente negativa de ella. El porcentaje de los que ¡°tienden a no confiar¡± en la UE ha pasado del 48% en 2004 a casi el 80% en 2012. Pero ese incremento empez¨® mucho antes de la crisis y no parece que vaya a invertirse aunque se resuelva. Dado que no parece que el Reino Unido vaya a incorporarse a la moneda ¨²nica a medio plazo, estar¨¢ en el tercer nivel de la Europa de tres niveles (el primero formado por los miembros de la eurozona, el segundo por los aspirantes a serlo y el tercero por los que est¨¢n al margen, es decir, los que no entrar¨ªan en la eurozona ni aunque pudieran). Por consiguiente, la pregunta desde el punto de vista brit¨¢nico es c¨®mo mantener su capacidad de influencia desde los m¨¢rgenes de Europa. En concreto, es muy posible que se pida un nuevo acuerdo que garantice los derechos de los que est¨¢n fuera de la eurozona.
Italia
La austeridad est¨¢ cambiando las percepciones de la UE entre los ciudadanos italianos, sobre todo entre los j¨®venes, cuyo desempleo alcanza el 40%. Las ¨²ltimas elecciones nacionales demuestran que los italianos han perdido la fe y la paciencia respecto a Bruselas y Berl¨ªn y que ya no creen que el fin de la crisis est¨¦ a la vuelta de la esquina. Sin embargo, aunque la confianza en la UE ha disminuido, la mayor¨ªa de los encuestados siguen consider¨¢ndose ciudadanos europeos y se identifican con Europa. En una reciente encuesta, solo el 1% deseaba abandonar la UE. Al contrario, una gran mayor¨ªa ¡ªespecialmente en el mundo empresarial¡ª quiere avanzar hacia una verdadera uni¨®n pol¨ªtica que sea m¨¢s democr¨¢tica y m¨¢s social que la UE de hoy. Las elecciones no demostraron que los italianos quieran menos Europa, sino que quieren una Europa diferente: m¨¢s flexible y m¨¢s sim¨¦trica, menos obsesionada por la austeridad y m¨¢s por invertir en la econom¨ªa real.
Espa?a
Durante d¨¦cadas, Espa?a pens¨® que su relaci¨®n con Europa reflejaba el dictamen de Ortega y Gasset: ¡°Espa?a es el problema y Europa la soluci¨®n¡±. La espectacular ca¨ªda sin precedentes de la confianza en la UE desde que comenz¨® la crisis no es solo resultado de las medidas de austeridad. Al fin y al cabo, los espa?oles tuvieron que someterse a dolorosas reformas para entrar en la Uni¨®n y despu¨¦s en el euro, adem¨¢s de superar su tr¨¢gico pasado. Sin embargo, ahora, la falta de una visi¨®n clara sobre el futuro nacional y el europeo hace que los sacrificios que se les exigen no cuenten con consenso ni legitimidad. Los espa?oles no culpan a Europa de la crisis ni quieren abandonar el euro. Lo que ha erosionado su lealtad a Europa y su confianza en ella es que no tienen voz ni voto y no pueden discutir unas pol¨ªticas que es evidente que no est¨¢n funcionando. Los espa?oles no se han vuelto euroesc¨¦pticos, pero s¨ª unos feroces eurocr¨ªticos.
Polonia
Por primera vez, el porcentaje de polacos que "tiende a no confiar" en la UE (46%) es mayor que el de polacos que "tiende a confiar" en ella (41%), un hecho digno de subrayar en un Estado que ha sido tradicionalmente proeuropeo, un hecho digno de subrayar, en un Estado que ha sido tradicionalmente proeuropeo. La UE sigue teniendo ¨ªndices de aprobaci¨®n superiores a los del Gobierno nacional, el parlamento y la televisi¨®n p¨²blica. Pero la UE parece haber perdido su reputaci¨®n de ser un factor de estabilidad en un pa¨ªs que est¨¢ viviendo una incre¨ªble transformaci¨®n social y econ¨®mica. En particular, los polacos se muestran esc¨¦pticos sobre el futuro de la moneda com¨²n y ya solo el 29% quiere unirse a ella. Estas actitudes p¨²blicas plantean un dilema a la clase pol¨ªtica, cuya ambici¨®n es incorporarse al centro del poder en Europa. El objetivo de Polonia para los pr¨®ximos a?os ser¨¢ permanecer lo m¨¢s cerca posible del n¨²cleo duro al tiempo que defiende la integridad del proyecto europeo en su conjunto.
Mark Leonard (Director, Consejo Europeo de Relaciones Exteriores) y Jos¨¦ I. Torreblanca (Responsable de la Oficina del ECFR en Madrid), con las aportaciones de Silvia Francescon (ECFR Roma), Hans Kundnani (ECFR Londres), Piotr Buras (ECFR Varsovia), Ulrike Gu¨¦rot (ECFR Berl¨ªn) y Thomas Klau (ECFR Par¨ªs).
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