Las mafias se infiltran en albergues para inmigrantes centroamericanos
Grupos criminales se hacen pasar por inmigrantes en refugios en M¨¦xico Dos centroamericanos huyen del refugio de fray Tom¨¢s en Tenosique, Tabasco, tras denunciar amenazas
Pedro, de 35 a?os, decidi¨® dejar Honduras de un d¨ªa para otro. "Estaba sentado con un amigo, nos quej¨¢bamos de la situaci¨®n y ¨¦l me dijo: ?Y por qu¨¦ no nos vamos? Ese mismo d¨ªa nos est¨¢bamos yendo a Estados Unidos". Viv¨ªa en San Pedro Sula, una de las ciudades m¨¢s violentas del continente, y a duras penas consegu¨ªa alimentar a su mujer y su hija con el cultivo de ma¨ªz en una diminuta finca. Hipotec¨® el terreno por 18.000 lempiras (poco menos de mil d¨®lares) y parti¨® con su amigo, Omo Cort¨¦s. Se fueron caminando el pasado 10 de abril.
Menos de 15 d¨ªas despu¨¦s, est¨¢ en el DF. En el camino lo golpearon, lo asaltaron, lo secuestraron, lo amenazaron. Las llagas de sus pies se hicieron insoportables tras caminar cientos de kil¨®metros. Y cuando finalmente lleg¨® al refugio de Tenosique (Tabasco, sureste de M¨¦xico) se encontr¨® con que las mafias que le hab¨ªan hecho la vida imposible desde el inicio del viaje estaban ah¨ª. Pedro reconoci¨® a uno de los hombres que lo hab¨ªa secuestrado en la cocina del refugio. Ah¨ª tambi¨¦n se enter¨® de que otro grupo de hombres armados hab¨ªa ido a su peque?a casa en San Pedro Sula y hab¨ªa amenazado a su mujer. Puso una denuncia y, con la ayuda del Movimiento Migrante Centroamericano (MMM), una ONG que defiende los derechos de los inmigrantes, lo trasladaron de inmediato a la capital del pa¨ªs.
"Nosotros qu¨¦. Qui¨¦n va a dar la cara por nosotros. Estamos en problemas", se lamenta. A su lado est¨¢ Cristian, otro inmigrante hondure?o al que tambi¨¦n enviaron al DF para ponerlo a salvo. Cristian dice que tiene 18 a?os, pero su rostro delata menos. A diferencia de Pedro, habla muy poco. Apenas se anima a decir algo cuando se le pregunta lo que hac¨ªa en Honduras. Viv¨ªa en Santa Elena, a unos kil¨®metros de la frontera con El Salvador, y cuidaba de animales. Pollos y una vaca. De lo ocurrido, solo asiente al relato de Pedro. Su mirada refleja p¨¢nico.
Pedro y Cristian se hicieron amigos en el refugio de Fray Tom¨¢s, al que llegaron por separado. Pedro sali¨® con Omo de Honduras hacia El Naranjo, en Guatemala, en la frontera con M¨¦xico. "Ah¨ª comenz¨® nuestro martirio", relata. El poco dinero que hab¨ªa conseguido con la venta de su finca se esfum¨® por las decenas de sobornos que les exigieron todo tipo de autoridades desde el minuto uno. Apenas les quedaban 240 pesos mexicanos (20 d¨®lares) para pagar una barca que les cruzara a un lugar seguro en M¨¦xico. Los de la lancha no cumplieron el trato y los abandonaron a las tres de la ma?ana en El Ceibo, Tabasco. Aparecieron cuatro hombres armados. Llevaban pistolas, machetes y una linterna. Les exigieron que les dieran sus posesiones y los golpearon. "Con la cacha de la pistola me dieron un golpe en la cabeza", cuenta Pedro mientras apunta a su coronilla.
Los antiguos polleros, hombres que controlaban el tr¨¢fico de personas que buscaban llegar a Estados Unidos, han sido reemplazados por las mafias centroamericanas, explica Marta S¨¢nchez Soler, del MMM. Decenas de miles de centroamericanos cruzan cada a?o hacia la frontera con Estados Unidos. "Maras, pandillas locales, grupos vinculados al narcotr¨¢fico, polic¨ªas corruptos", cuenta. Por muchos a?os el tr¨¢fico de personas rumbo a EE UU pasaba desapercibido para la opini¨®n p¨²blica mexicana, hasta que el crimen organizado lo trajo de golpe a la agenda p¨²blica. El hallazgo de 72 cad¨¢veres en San Fernando, Tamaulipas, en 2010 reflej¨® los grav¨ªsimos riesgos que corren los inmigrantes que cruzan este pa¨ªs.
Golpeados y agotados, Pedro y Omo caminaron los 52 kil¨®metros que separan a El Ceibo de Tenosique, donde est¨¢ el refugio La 72, que gestiona fray Tom¨¢s Gonz¨¢lez. Las llagas de los pies se hab¨ªan hecho insoportables, relata.
Pedro afirma que el corto tiempo que estuvo en el refugio estaba tranquilo. Ayudaba con tareas de carpinter¨ªa. Pero un d¨ªa se encontr¨® con que uno de los hombres que lo hab¨ªa golpeado en El Ceibo estaba en el albergue, haci¨¦ndose pasar como inmigrante. Hac¨ªa apenas unos d¨ªas que fray Tom¨¢s hab¨ªa denunciado amenazas de muerte en su contra. Alcanz¨® a o¨ªr que, cuando pasaba el sacerdote, el hombre musit¨® entre dientes: "Ese hijo de puta no sabe d¨®nde se est¨¢ metiendo". Cristian tambi¨¦n lo escuch¨®.
Aterrorizados, acudieron con Rub¨¦n Figueroa, un voluntario que ayuda a fray Tom¨¢s en el centro, y le contaron lo ocurrido. Los convencieron de denunciar. Poco despu¨¦s, Pedro se enter¨® de las amenazas a su familia en Honduras. Fue entonces que desde el albergue contactaron con la ONG para trasladarlos al DF. El MMM ha conseguido ponerles un techo y se ha hecho cargo de ellos a la espera de que las autoridades mexicanas les concedan un visado humanitario para evitar su deportaci¨®n.
Cuando fueron interrogados por la polic¨ªa, Pedro recuerda que le preguntaron si se quer¨ªa quedar. "Les dije que solo buscaba una mejor vida y que por eso hab¨ªa venido". Le gustar¨ªa conseguir trabajo de soldador en M¨¦xico y quedarse aqu¨ª. Cristian, con un hilo de voz, reconoce que ¨¦l desea continuar el camino hasta EE UU. Omo, el compa?ero de Pedro, tambi¨¦n dej¨® el refugio d¨ªas antes de las amenazas para continuar el camino "al norte". A Pedro se le quiebra la voz cuando recuerda el momento en que se despidieron. No sabe nada m¨¢s de ¨¦l. S¨®lo que cuando las autoridades lo interrogaron y ¨¦l cont¨® su historia, le dijeron que hab¨ªan encontrado el cad¨¢ver de un hondure?o a solo unos kil¨®metros del albergue. Lo hab¨ªan matado. "Era ¨¦l", afirma convencido.
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