En busca de la identidad perdida
La globalizaci¨®n y sus repercusiones econ¨®micas y culturales animan a los votantes brit¨¢nicos a llamar a las puertas del nacionalismo eur¨®fobo
Margate es una ciudad costera de casi 50.000 habitantes. Los caf¨¦s, pubs a la vieja usanza, galer¨ªas de arte y tiendas de objetos de ¨¦poca todav¨ªa recuerdan el viejo esplendor de lo que hace a?os era una boyante poblaci¨®n veraniega a la que la globalizaci¨®n, mucho m¨¢s que la p¨¦rfida Europa, parece haber condenado al declive.
¡°Aqu¨ª antes ven¨ªan dos millones de visitantes al a?o. Ahora, con los vuelos baratos, se van a otros sitios¡±, explica Maggie Vandamme, de 58 a?os. Maggie ha vivido varios a?os en Francia, hasta que la repentina muerte del marido franc¨¦s del que a¨²n conserva el apellido le hizo volver a Margate, donde hace unos meses abri¨® junto a su hermano, Keith A. Grossmith, una galer¨ªa de arte, The Grossmith Gallery. ¡°No estaba registrada para votar. Pero si hubiera podido, habr¨ªa votado por el UKIP¡±, asegura. ¡°Comprendo por qu¨¦ les han votado. La gente est¨¢ preocupada con la inmigraci¨®n. Y lo de aqu¨ª es m¨¢s que una recesi¨®n¡±, dice.
El hermano tercia enseguida: ¡°No ha sido por la inmigraci¨®n. La gente est¨¢ harta de los pol¨ªticos. Ha sido un voto de protesta¡±, asegura. ¡°Es un problema de identidad. Europa lo est¨¢ uniformizando todo, nos est¨¢ haciendo perder la identidad. Vamos camino de convertirnos en los Estados Unidos de Europa, y no me gusta. Me encanta viajar para disfrutar de pa¨ªses con una identidad diferente. Y la UE est¨¢ acabando con eso. Por eso creo que debemos abandonarla¡±, explica. Por eso ¨¦l, que no quiere revelar su voto, tambi¨¦n comprende el ¨¦xito del partido de Nigel Farage.
Hablando con los dos hermanos, nadie les asociar¨ªa con la imagen de intransigentes racistas que muchos tienen del votante del UKIP. ¡°El sitio que m¨¢s me gusta del mundo es el sur de Francia¡±, recalca ¨¦l, y subraya que su apellido es alem¨¢n. ¡°Y Espa?a, sobre todo el sur de Espa?a¡±, a?ade ella. La p¨¦rdida de la identidad flota a menudo en el ambiente a la hora de explicar el auge del UKIP. Muchos de sus votantes sienten que la cesi¨®n de soberan¨ªa a la UE y la masiva llegada de inmigrantes tras el ingreso de los pa¨ªses del Este son las herramientas con las que ese enemigo intangible llamado Europa ha ido socavando su identidad.
?Es eso cierto? ?Est¨¢ realmente Gran Breta?a embarcada en un viaje incontrolable hacia la uniformidad? Y, sobre todo, ?tiene Europa la culpa de eso? No est¨¢ tan claro. Un estudio encargado en diciembre pasado por el donante conservador lord Ashcroft acerca del auge del UKIP da a entender que las razones van m¨¢s all¨¢: ¡°Desde luego, aquellos que se ven atra¨ªdos por el UKIP est¨¢n m¨¢s preocupados que la media por la inmigraci¨®n y de vez en cuando se quejan de la contribuci¨®n brit¨¢nica a la UE o el gasto en ayuda externa¡±, escrib¨ªa Ashcroft. ¡°Pero eso forma parte a menudo de una insatisfacci¨®n m¨¢s grande sobre su percepci¨®n de c¨®mo van las cosas en Gran Breta?a: en las escuelas, dicen, ya no se puede hacer teatro navide?o o montar festivales; ya no puedes ondear la bandera de San Jorge; a la Navidad ya no se le puede llamar Navidad [Christmas en ingl¨¦s]; en la polic¨ªa solo asciendes si eres de una minor¨ªa ¨¦tnica; no puedes llevar una camiseta de Inglaterra en el autob¨²s; no te dan vivienda social si no eres inmigrante; no puedes hablar de esas cosas porque te llaman racista; no puedes darle un bofet¨®n a tu hijo¡±.
Una ensalada de quejas en la que todo se mezcla y que no tiene demasiado que ver con la UE. El ¨¦xito del UKIP, sin embargo, ha sido echar a Europa y a los inmigrantes la culpa de muchas de esas frustraciones, a las que se pueden a?adir otras a menudo citadas por Nigel Farage, desde la prohibici¨®n de la caza del zorro a los controles de alcoholemia en las carreteras rurales o la prohibici¨®n de fumar en los pubs. Detr¨¢s de esas quejas palpita la p¨¦rdida de identidad a la que alud¨ªa Keith Grossmith, pero muchos de esos cambios son m¨¢s consecuencia de la evoluci¨®n del mundo y sus usos y costumbres que de las normativas de Bruselas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.