Utop¨ªa sueca: ?fin de trayecto?
El modelo de la sociedad sueca sigue siendo deseable para la mayor¨ªa de pa¨ªses, pero precisa de cuidados. La de estos d¨ªas es una revuelta protagonizada por j¨®venes sin escuela ni trabajo y, por tanto, sin esperanza ni futuro
Tras una semana de des¨®rdenes juveniles ¡ªincendios, apedreamientos, enfrentamientos con la polic¨ªa¡ª en una docena de comunas de la periferia de Estocolmo, una parte importante de la opini¨®n p¨²blica internacional se pregunta: ?est¨¢ agotada la utop¨ªa sueca?
No es la primera vez que aparece este interrogante. El cambio de ciclo pol¨ªtico, con el programa de reformas del centroderecha que lidera el primer ministro Fredrick Reinfeld, fue interpretado como el toque de difuntos para el modelo erigido por la socialdemocracia de Olof Palme desde los a?os sesenta, con pol¨ªticas y reivindicaciones sindicales de los a?os veinte y treinta, y deudor de una peculiar senda de acumulaci¨®n de capital desde finales del XIX.
El Estado de bienestar sueco no es un invento exclusivo ni de la clase obrera ni de la socialdemocracia. En su ADN hay ra¨ªces m¨¢s profundas, o anteriores al capitalismo, de un modelo social que combina el individualismo de la acci¨®n, el comunitarismo de la solidaridad y un sentido de la gratitud para con todos los que viven de fronteras adentro.
Como sucedi¨® en Francia y en Gran Breta?a hace un par de a?os, estos accesos de rabia, agresividad, y violencia juvenil, en los que a¨²n llama la atenci¨®n el poder de convocatoria y organizaci¨®n de las redes sociales, deben ser censurados sin paliativos
El vendaval del capital financiero, la proliferaci¨®n de los mercados y la privatizaci¨®n de lo p¨²blico tambi¨¦n sopla en el B¨¢ltico, aunque encuentre resistencias en ese fondo de cultura y en una bien formada clase media que responde con inteligencia a los cambiantes desaf¨ªos de la sociedad digital y global. El debate pol¨ªtico de la crisis en el pa¨ªs gira en torno a la privatizaci¨®n, a la cuesti¨®n de qui¨¦n debe aportar m¨¢s y cu¨¢les son las prioridades a las que destinar el disponible despu¨¦s de atender a unos servicios p¨²blicos que ya paga en parte cada usuario.
La din¨¢mica social, sin embargo, desborda esta agenda e incluye otros dilemas, esquivos pero m¨¢s profundos, como la idoneidad del sistema educativo, la extensi¨®n generalizada de la realidad virtual, la tendencia a la bancarizaci¨®n total o la pol¨ªtica de inmigraci¨®n y la gobernanza de una heterogeneidad cultural e identitaria en un pa¨ªs que, como casi toda la vieja Europa, necesita la vitalidad y el contrapunto de los que vienen de fuera. De ah¨ª nace hoy una ola antiinmigraci¨®n sobre la que surfea el Partido de los Dem¨®cratas Suecos que impugna abiertamente la solidaridad, el plus de gratitud social, que los estudiosos se?alan como clave de la utop¨ªa sueca.
En la estela del fracaso escolar, la rarificaci¨®n del mercado de trabajo, la angosta pasarela para la integraci¨®n cultural de los extranjeros o mestizos y el adelgazamiento del bienestar, se ha creado una bolsa de j¨®venes que ni estudian ni trabajan, viven abrazados a la identidad l¨ªquida de sus padres, tienen una pulsi¨®n m¨¢xima de fuga al mundo virtual y rechazan las normas de la vida social incluido el monopolio estatal de la violencia.
La de estos d¨ªas es una revuelta protagonizada por j¨®venes sin escuela ni trabajo y, por tanto, sin esperanza ni futuro, que se consideran atrapados en una tierra de nadie, con unos padres que dejaron atr¨¢s sus ra¨ªces y unos profesores, polic¨ªas, m¨¦dicos, pol¨ªticos, periodistas y estrellas de la moda o el espect¨¢culo, que les prometen pero no les ponen f¨¢cil la entrada a una nueva vida, a un cambio de identidad. Es el grito de unos j¨®venes que viven con la desaz¨®n de la ingratitud, de la p¨¦rdida del sentido de la comunidad que brilla en la imagen internacional del pueblo sueco y late en el retrovisor de su admirado Estado del bienestar.
La violencia de estos d¨ªas la desat¨® un incidente en el que la polic¨ªa dispar¨® mortalmente contra un hombre de 68 a?os que amenaz¨® con un machete a los agentes que irrumpieron en un apartamento de la comuna de Husby. Los hijos de la ingratitud no dudaron en responder a la violencia con violencia.
Como sucedi¨® en Francia y en Gran Breta?a hace un par de a?os, estos accesos de rabia, agresividad, y violencia juvenil, en los que a¨²n llama la atenci¨®n el poder de convocatoria y organizaci¨®n de las redes sociales, deben ser censurados sin paliativos. Y as¨ª lo han hecho las fuerzas pol¨ªticas y sociales. Una vez extinguidos, sin embargo, merecen ser estudiados y comprendidos, incluso ser tratados con inteligencia y ecuanimidad, como parec¨ªa adecuado hacer cuando, no hace tantos a?os, la sociedad viv¨ªa confiada en sus posibilidades, cuando el bienestar era deseable y la gratitud posible.
El soci¨®logo sueco G?ran Therborn asegura en su reciente libro El mundo. Una gu¨ªa para principiantes, que, a pesar de todo lo que se ha dejado por el camino, el modelo de la sociedad sueca sigue siendo una utop¨ªa deseable para la mayor¨ªa de las sociedades en la actualidad. No le falta raz¨®n. Pero conviene recordar que precisa de cuidados, reparaciones y actualizaci¨®n y a la que tambi¨¦n amenazan seriamente los peligros inherentes a una crisis, (de valores, no solo financiera), que impone la rentabilidad por la rentabilidad, legitima el rechazo cultural e impone la ingratitud como moneda de pago universal; el imperio ilimitado del ego¨ªsmo, la codicia y el dinero.
Joan M. ?lvarez es escritor y profesor de cine, experto en relaciones interculturales. Desde hace tres a?os reside en Estocolmo, donde dirige el Instituto Cervantes de aquella ciudad.
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