¡°Sabemos que el r¨ªo es peligroso¡±
Los vecinos de Wittenberge luchan contra la crecida del Elba mientras reciben la visita con promesas de ayuda de la canciller
En los minutos previos al aterrizaje del helic¨®ptero de Angela Merkel, el ambiente entre los voluntarios que combaten la crecida del Elba en Wittenberge era de abierta euforia. Sobre la arena esparcida desde los diques de emergencia, cientos de j¨®venes de ambos sexos bromeaban a gritos con las espaldas rojas del sol como en una fiesta playera. La explanada del viejo molino de aceite a la vera del Elba desbordado herv¨ªa de actividad entre decenas de miles de sacos areneros reci¨¦n llenados para contener el r¨ªo. Poco antes hab¨ªan reventado las defensas unos 60 kil¨®metros Elba arriba, en las proximidades de Stendal. Al aligerar el caudal del r¨ªo, el desastre de esa regi¨®n de Sajonia-Anhalt alivi¨® la situaci¨®n en Wittenberge. El agua cubre su puerto y una parte indeterminada de tierra reconocible s¨®lo por las copas de los ¨¢rboles y los edificios que despuntan de la superficie. El Elba alcanza los 7,8 metros, cuatro veces m¨¢s de lo normal. Seguir¨¢ as¨ª durante varios d¨ªas cruciales para la ciudad.
Sus diques aguantan de momento como no lo hicieron los de Magdeburgo, donde el ministro de Defensa Thomas de Maizi¨¨re y el primer ministro de Sajonia-Anhalt Reiner Haseloff, democristianos como Merkel (CDU), encontraron una recepci¨®n mucho m¨¢s dura en la tarde del domingo: ¡°Fuera de aqu¨ª, que nos est¨¢is dejando ahogarnos¡± les gritaban vecinos enfurecidos. 23.000 personas se est¨¢n viendo directamente afectadas por los graves desbordamientos del Elba en la capital del land.
En Wittenberge se hace evidente que el enemigo es parsimonioso y predecible, pero implacable. El Elba rompe marca tras marca, crecido desde las fuertes lluvias registradas hasta hace una semana en el sureste del pa¨ªs y en Rep¨²blica Checa. Desde el dique que escal¨® Merkel a las tres de la tarde junto al primer ministro de Brandeburgo, el socialdem¨®crata Matthias Platzeck (SPD), se presenta un panorama lacustre donde los m¨¢rgenes habituales del Elba pueden medirse solo por el comienzo y el fin del largo puente ferroviario. El r¨ªo est¨¢ a pocos metros de trag¨¢rselo y se le acercar¨¢ todav¨ªa m¨¢s. Si los diques aguantan. Se calcula que los da?os causados por la riada ya superan los 10.000 millones de euros solo en Alemania. Merkel dijo a los periodistas que ¡°es pronto para saber el monto exacto de los da?os¡± y volvi¨® a prometer ¡°ayudas r¨¢pidas y no burocr¨¢ticas¡±. Vest¨ªa su ropa habitual y unos zapatos de monta?a.
En la segunda explanada donde trabajaban los voluntarios, Karsten Puls asum¨ªa el lunes una actitud entre resignada y voluntariosa: ¡°Qu¨¦ le vamos a hacer, es normal, tenemos inundaciones cada cierto tiempo; la gente no se vuelve loca porque sabe que no sirve de nada y que esto se va a repetir¡±. No vinieron ni Merkel ni Platzeck, pero se trabajaba con constancia y humor optimista. ?Miedo? ¡°El miedo asalta cuando metes las manos en el agua, en los diques, y notas la fuerza que tiene¡±, dice el hostelero Herbert Schroller. Renuncia a proteger con sacos sus propiedades en el centro de Wittenberge, que el lunes era una localidad fantasma con muchos de sus 18.000 habitantes ausentes.
En alem¨¢n, los r¨ªos tienen g¨¦nero y el Elba es femenino. En el pasado trajo riqueza, como recuerda junto al puerto inundado Roger Hanf, de 68 a?os, mientras apoya el pie sobre un saco empapado. La enorme refiner¨ªa de aceite que hoy alberga apenas un Hotel con cervecer¨ªa o la torre del reloj de la antigua f¨¢brica de m¨¢quinas de coser atestiguan su pasado industrial. La Elba avanza como un peat¨®n, a 3 kil¨®metros por hora. Desplaza as¨ª la formidable masa de agua fruto de las lluvias que cayeron a cientos de kil¨®metros.
Carl Stelter, de 8 a?os, la miraba el lunes con cierto pasmo desde la entrada de la pensi¨®n que regentan sus padres y que tambi¨¦n se llama ¡°Elba¡±. El suelo est¨¢ mojado porque el r¨ªo trepa por los desag¨¹es, pero ¨¦l dice que no tiene miedo: ¡°El r¨ªo lo veo cada d¨ªa y me gusta, pero sabemos que es peligroso¡±. Esperaba a su padre junto un dique que le llegaba al cuello. Si cede, se llevar¨¢ por delante el negocio familiar y todo el centro hist¨®rico de la ciudad. Decenas de polic¨ªas protejen al fondo la vac¨ªa ciudad vieja, evacuada el domingo.
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