Ocho jueces alemanes deciden el futuro del euro
El Constitucional debe pronunciarse sobre la legalidad de la compra masiva de bonos por el BCE
Los personajes del drama se identifican con la inmediatez que exige la representaci¨®n de una trama sofisticada. Lo presiden ocho magistrados del Tribunal Constitucional envueltos en sat¨¦n escarlata como los jueces medievales florentinos que inspiraron al sastre del teatro de Karlsruhe que hace 50 a?os cort¨® sus togas, birretes y chorreras. Medio mundo mira otra vez al jard¨ªn palaciego de los margraves de Baden que acoge la coqueta sede racionalista del m¨¢s alto tribunal de Alemania. Los seis hombres y dos mujeres de su Sala Segunda decidir¨¢n si la posibilidad de estabilizar el euro mediante la compra masiva de bonos de los pa¨ªses en crisis, aprobada hace un a?o por el Banco Central Europeo (BCE), vulnera la Ley Fundamental alemana.
Present¨® la querella Peter Gauweiler, de la Uni¨®n Social Cristiana (CSU), el partido hermana de la CDU de Angela Merkel en Baviera. Se le uni¨® la organizaci¨®n M¨¢s Democracia, de la exministra federal socialdem¨®crata Herta D?ubler-Gmelin (SPD) y otras 37.000 personas, as¨ª como los diputados federales del partido La Izquierda (Die Linke): de la derecha cat¨®lica b¨¢vara a los excomunistas. Aunque el TC carece de banquillo de acusados, el proceso se vive en Alemania como un enjuiciamiento al presidente del BCE, el italiano Mario Draghi. La sentencia no se espera hasta dentro de varios meses, seguramente despu¨¦s de las elecciones generales de finales de septiembre.
Como figuras principales del drama participan Jens Weidmann y J?rg Asmussen, cumplidos economistas de la nueva Alemania. Ambos expusieron sus argumentos ante el tribunal que estudia la constitucionalidad de una medida que ni siquiera ha llegado a ponerse en pr¨¢ctica y que est¨¢ sujeta a duras condiciones a los pa¨ªses beneficiarios.
La red de seguridad tejida por el BCE el pasado verano le permite continuar con la agenda de austeridad sin el riesgo inmediato de bancarrota de un pa¨ªs con el peso de Espa?a
Weidmann combina el aspecto inequ¨ªvoco de un empoll¨®n con trajes funcionales y corbatas oscuras de nudo grueso para consumar la estampa del bur¨®crata legalista alem¨¢n. Tiene 45 a?os, es el jefe del Banco Central alem¨¢n (Bundesbank) y el campe¨®n de la ortodoxia monetaria alemana que se opone al programa de compra de bonos por parte del Banco Central Europeo (BCE). Como presidente del Bundesbank tiene un puesto en el Consejo de Gobierno del banco emisor. Escenifica su disidencia con ruido medi¨¢tico, promovido desde Fr¨¢ncfort con rumores infundados de dimisi¨®n y filtraciones envenenadas.
El gris Weidmann encarna una cosecha alemana de h¨¦roes hier¨¢ticos y tenaces, pero mucho m¨¢s flexibles de lo que aparentan, cuyo paradigma p¨²blico es Merkel, su jefa cuando era asesor econ¨®mico en Canciller¨ªa. Advierte Weidmann contra la ¡°puesta en com¨²n de los riesgos de solvencia¡± con el programa de compra de deuda aprobado por el BCE. Sostiene que ¡°no caben los medios ilimitados¡±. Alerta de los riesgos de inflaci¨®n que para ¨¦l encierra el programa de compra de bonos. La estabilidad monetaria, dicen incansablemente en el tremendo fort¨ªn achaparrado del Bundesbank, es la misi¨®n principal del BCE. Debe quedar algo por debajo del 2% interanual. Una encuesta del jueves revela que el 83% de los alemanes mayores de 50 a?os ¡°temen¡± a la inflaci¨®n. En mayo se midi¨® en el 1,5%, pero los ahorradores alemanes y su palad¨ªn Weidmann no permiten que la realidad estorbe sus aprensiones.
Su adversario en la escenificaci¨®n de la disputa, J?rg Asmussen, es miembro permanente del directorio del BCE. Tiene dos a?os m¨¢s que su viejo compa?ero de estudios Weidmann, con quien se dice que le une cierta amistad. Fue secretario de Estado entre 2008 y 2012. En Hacienda a¨²n hablan de su afici¨®n por salir a bailar. No consta que Weidmann haya bailado nunca. Asmussen convocaba a periodistas en cafeter¨ªas para charlar fuera de micr¨®fono. Esta naturalidad de trato, su aire a¨²n juvenil y su sonrisa sard¨®nica, su cr¨¢neo rasurado y su carnet del Partido Socialdem¨®crata SPD completan el car¨¢cter del antagonista. Defiende a su jefe Draghi y la necesidad de que el BCE pueda intervenir en los mercados secundarios de deuda para reducir los intereses de pa¨ªses como Espa?a. Ha advertido a los jueces de las calamitosas consecuencias que una decisi¨®n negativa traer¨¢ a Europa. Los riesgos del programa son ¡°controlables y asumibles¡± para Alemania. Cuando lo fre¨ªa a preguntas el d¨ªa 11, el presidente de la Sala se sorprendi¨® de que ¡°a¨²n sea capaz de sonre¨ªr, cosa que tranquiliza mucho¡± al Tribunal.
La medida? ni siquiera ha llegado a ponerse en pr¨¢ctica y? est¨¢ sujeta a duras condiciones a los pa¨ªses beneficiarios.
Participaron en el juicio otros dos vistosos personajes de las finanzas alemanas: el Ministro de Hacienda Wolfgang Sch?uble (CDU) y el jefe del instituto econ¨®mico IFO, Hans-Werner Sinn. El veterano Sch?uble lleg¨® en su silla de ruedas a defender que la actuaci¨®n del BCE ¡°no vulnera su mandato¡±. Frente a ¨¦l, el economista de barbita veterotestamentaria Sinn acus¨® al BCE de ¡°financiar directamente¡± a los Estados y pint¨® ¡°riesgos de 1,3 billones de euros¡± para Alemania.
Para el Gobierno de Merkel y su decisi¨®n de que cada palo europeo aguante su vela en las tormentas de la crisis, la decisi¨®n de Mario Draghi es ideal. La red de seguridad tejida por el BCE el pasado verano le permite continuar con la agenda de austeridad sin el riesgo inmediato de bancarrota de un pa¨ªs con el peso de Espa?a. En cuanto a la terca oposici¨®n de Weidmann y a la representaci¨®n judicial de Karlsruhe, confieren a Merkel un aura de audacia ante sus socios europeos. Mientras, Alemania ahorra decenas de miles de millones de euros por los rid¨ªculos intereses que paga por endeudarse.
La probabilidad de que el TC se inhiba a favor del tribunal europeo de Luxemburgo es alta. Tambi¨¦n de que den simplemente luz verde. Pero si detiene la contribuci¨®n alemana al programa de compra de bonos del BCE se har¨¢n realidad las jeremiadas de Sinn.
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