?Por qu¨¦ la protesta de Brasil es diferente?
Aqu¨ª se manifiestan no por lo que han perdido, sino por lo que a¨²n no se les ha dado, o no del todo
La protesta brasile?a que se extiende cada d¨ªa como una mancha de aceite por todo el pa¨ªs, y que tiene sorprendida a la opini¨®n mundial, es diferente de las dem¨¢s, como por ejemplo la de los indignados de Madrid, la Primavera ¨¢rabe o la americana de los Occupy.
?Por qu¨¦? Podr¨ªa decirse que es brasile?a, un pueblo con una idiosincrasia especial que no siempre entra ni siquiera en los c¨¢nones de los otros pa¨ªses del continente. ?Tropical? Tambi¨¦n, pero no s¨®lo.
En primer lugar, la protesta es diferente porque no tiene nombre. La llamamos simplemente ¡°protesta¡± o ¡°manifestaciones¡±, porque no ha sido bautizada. No nace, como la de los pa¨ªses europeos, contra los ¡°recortes¡± y el empobrecimiento de los servicios sociales. Aqu¨ª protestan no por lo que han perdido, sino por lo que a¨²n no se les ha dado o porque creen que se lo han dado incompleto. Preferir¨ªan que ciertos gastos p¨²blicos millonarios se destinaran a las necesidades m¨¢s urgentes de la gente, incluso los deportivos de la Copa, cuyo mural fue incendiado en S?o Paulo.
El Mundial ha sido bautizado como ¡°Copa de las manifestaciones¡±.
Quieren que la justicia exista no s¨®lo para los sin nadie sino tambi¨¦n para los que tienen responsabilidad p¨²blica.
Es diferente la protesta brasile?a porque llega despu¨¦s de haber ya conocido las otras primaveras de contestaci¨®n del mundo.
Aqu¨ª, como agudamente ha se?alado el columnista de Folha, S¨¦rgio Malbergier, ¡°la bandera anticapitalista estaba ausente¡±. Fueron hostilizados los ideologizados tradicionales de izquierdas y se juntaron en la protesta empresarios de corbata con gentes de la favela.
Hasta en el modo de realizarse las marchas a trav¨¦s de las ciudades es distinto, por ejemplo, del de los Indignados de Madrid. All¨ª los manifestantes se sentaban para elaborar propuestas, discutir reivindicaciones en las que participaban las mentes pensantes de la la universidad. De alguna forma era est¨¢tica.
Aqu¨ª la masa de miles de personas se mueve como en un ¨¦xodo b¨ªblico por diferentes puntos de la ciudad, no tiene meta fija, est¨¢n sencillamente juntos, casi cada uno con su propia pancarta, muchas supercreativas, escritas a mano, en un simple pedazo de papel o cart¨®n: ¡°La corrupci¨®n tambi¨¦n es vandalismo¡±, dec¨ªa una pancarta durante el partido Espa?a-Hait¨ª.
Las acciones violentas de los peque?os grupos son duras como las que nos tienen acostumbrados a ver en las favelas, por ejemplo, por los narcos o por los v¨¢ndalos de turno. Una violencia condenada un¨¢nimente por el movimiento y que contrasta al mismo tiempo con la sensaci¨®n de paz, casi de fiesta, que distingue a la inmensa mayor¨ªa de las personas que no cesa de hacer llamadas a la paz y que quiz¨¢s los medios de comunicaci¨®n destacamos demasiado poco: ¡°Los v¨¢ndalos no nos representan¡±, dec¨ªa otro cartel en manos de una joven estudiante.
Sale la gente a calle a borbotones y permanecen a veces toda la noche, se dir¨ªa s¨®lo por el placer de estar juntos, con la sensaci¨®n de disfrutar del sol despu¨¦s que ha descargado la tormenta de rayos y truenos. Cantan juntos y juntos expulsan su rabia.
La olla de presi¨®n, que herv¨ªa sin que se notara desde hace a?os, explot¨®, y ahora que est¨¢ destapada y de ella han salido los ¡°monstruos¡±, en expresi¨®n de Elio Gaspari, se sienten como liberados y disfrutan juntos de sentir el placer de protestar.
Nadie se lo impidi¨® antes, porque este es un pa¨ªs sin censuras, pero se sienten como liberados de haber escogido ellos la libertad de protestar.
El rechazo a los pol¨ªticos que aparece m¨¢s n¨ªtido cada d¨ªa y que revela el divorcio entre la calle y el palacio, debe ser objeto de reflexi¨®n a todos los niveles: desde el gobierno a los servidores locales, los m¨¢s cercanos y responsables de los servicios p¨²blicos que no funcionan, y por ello los m¨¢s adversados. A veces tambi¨¦n los m¨¢s tentados por la corrupci¨®n.
No es el de Brasil un movimiento pol¨ªtico en el sentido tradicional, ni apol¨ªtico. Es post-pol¨ªtico. No es contra la democracia sino a favor de una democracia m¨¢s real y de todos. Como las dem¨¢s grandes manifestaciones de masas de este siglo en Brasil, tampoco estas tienen pol¨ªticos, porque son b¨¢sicamente contra el divorcio entre ellos y la gente.
Si los pol¨ªticos piensan que pueda tratarse de una ola de protesta que acabar¨¢ pasando como muchas otras y que, cuando las aguas del r¨ªo desbordado vuelvan a su cauce, todo puede seguir igual, podr¨ªa ser un error fatal. A veces la calle no perdona y el monstruo puede tener m¨¢s de una cabeza.
Tampoco les ser¨¢ posible domesticarla ni capitalizarla. Es, sobre todo, contra ellos.
No es prudente jugar con los que exigen algo de lo que se han convencido de que tienen derecho a ello.
Las declaraciones de la Presidenta Dilma de no demonizarles, y hasta de aceptar algunas de las reivindicaciones concretas, es algo sabio, que en vez de demostrar debilidad frente a los que protestan sin nombre y sin l¨ªderes, revela haber entendido que es mejor no jugar con el fuego.
Los mayores responsables de mantener firmes los valores democr¨¢ticos, como lo son los pol¨ªticos -pues no hay otra alternativa posible en democracia- deben ser tambi¨¦n los m¨¢s atentos a no equivocarse en momentos delicados como el que se est¨¢ viviendo.
La toma violenta, primero del Senado y despu¨¦s del Ministerio de Asuntos Exteriores, por parte de los manifestantes, o la destrucci¨®n de las sedes de gobiernos locales, es algo ins¨®lito en este pa¨ªs. Es grave. Asust¨® a todos.
Imposible olvidarse en estas horas de convulsi¨®n de ue la democracia es un vaso de cristal en manos, a veces, de los que ignoran su propia fragilidad.
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