Gitanos de indias
Una comunidad de cal¨¦s espa?oles, dedicada al comercio ambulante y el flamenco, vive en el coraz¨®n del DF ajena a las costumbres locales
En una placita del coraz¨®n del Distrito Federal, entre una iglesia, un servicio de paqueter¨ªa y una taquer¨ªa, se ha creado un microcosmos apartado del ajetreo de la ciudad y sus costumbres. Una comunidad de gitanos de origen espa?ol, dedicada al comercio ambulante y al flamenco, pasa las tardes en este rinc¨®n desde hace d¨¦cadas. La conversaci¨®n de un lunes de agosto gira en torno a la propuesta formal de matrimonio que un chico de 15 a?os le ha hecho al padre de una ni?a de 14.
-Es un gitanillo, por supuesto- aclara el padre.
- ?Y si le hubiera pedido la mano un mexicano?
-Ni pensarlo.
En el parque en el que se re¨²nen a diario casi se siente la nostalgia que desprenden, producto de un concepto elevado que tienen de ¡°la madre patria¡±. Si necesitan atenci¨®n m¨¦dica, van al hospital espa?ol. Los ni?os reciben clases particulares en vez de ir al colegio, donde les llaman ¡°gachupines¡± si van. No hay ninguno que diga que no est¨¢ tratando de regresar a su lugar de procedencia. Algunos llevan en esa tarea lustros pero raramente la materializan. En su hablar no hay rastro de palabras o acento mexicano. Acaso este rinc¨®n de la colonia Ju¨¢rez, pegado al museo de cera, no sea m¨¢s que una extensi¨®n de una bocacalle del rastro de Madrid o de cualquier plaza de un pueblo andaluz o catal¨¢n.
El Gogo, como se le conoce a este hombre que debe rondar los 50 a?os, tambi¨¦n idealiza como solo lo hace un inmigrante el pa¨ªs de donde viene, pero ¨¦l ha vivido algunas experiencias desagradables en Europa que le hacen torcer el gesto. ¡°Yo no era consciente de lo que era ser gitano hasta que pis¨¦ Espa?a. All¨ª por primera vez, a los 20 a?os, me sent¨ª diferente, me trataban diferente¡±, relata mientras los presentes le escuchan en c¨ªrculo. La identidad del pueblo gitano, que proviene supuestamente de La India, como explican desde la asociaci¨®n Secretariado Gitano, sigue siendo dif¨ªcil de explicar para antrop¨®logos y soci¨®logos.
Una de las particularidades es que llaman payo a todo el no gitano, como si se pudiera identificar mejor lo que no es que lo que es. ¡°Dile al payo que te deje entrar al ba?o. Yo despu¨¦s le pago los cinco pesos¡±, grita Antonio Rodr¨ªguez, de 49 a?os, a una de sus hijas peque?as. Lleg¨® a M¨¦xico una semana antes del terremoto de 1985. El temblor sepult¨® edificios y enterr¨® para siempre a mucha gente pero ¨¦l siente que no se encontr¨® con un pa¨ªs en ruinas. M¨¢s bien con uno lleno de oportunidades. ¡°Se ganaba mucho dinero. Te quitaban las prendas de las manos, pero ahora se sufre m¨¢s. La cosa est¨¢ muy mala¡±, se queja. Como vendedor ambulante de ropa dice que ha recorrido hasta el ¨²ltimo pueblito de la Rep¨²blica pero que ¨²ltimamente no viaja tanto por la violencia desatada en algunos puntos.
Rodr¨ªguez, delgado, con una chamarra ajustada y apurando un pitillo en medio de la plaza, es el padre de la muchacha que ha sido pedida en matrimonio. Quer¨ªa llev¨¢rsela a Espa?a, como ha hecho con otras de sus hijas, pero con esta no tuvo el tiempo suficiente. Se le caduc¨® el pasaporte y mientras lo renovaba en el consulado recibi¨® la propuesta del adolescente enamorado. ¡°Si le digo que no, se me escapa con ¨¦l. El padre me llam¨® y le di dije 'bueno, si se quieren, pa¡¯ lante'. Se van a casar por el rito gitano, los papeles son secundarios para nosotros. Se hace la prueba de la virginidad del pa?uelo y todo. No perdemos costumbres, nos gusta respetarlas¡±, reflexiona. Lleva por aqu¨ª casi 30 a?os pero est¨¢ orgulloso de que su dieta a base de arroz, jud¨ªas y huevos fritos tenga un car¨¢cter ib¨¦rico.
-?Qu¨¦ costumbres mexicanas sigues?
-Yo creo que ninguna. Mi relaci¨®n con M¨¦xico es muy superficial.
La actitud no es muy distinta a la de otros espa?oles que vienen a trabajar (cada d¨ªa m¨¢s) a la Ciudad de M¨¦xico y hacen su vida en colonias residenciales como La Condesa o la Roma. Crean una burbuja dentro de otra burbuja que ya de por s¨ª es el propio DF. La particularidad de esta comunidad gitana es que lleva muchos a?os arraigada en M¨¦xico. En otras zonas como Ciudad Sat¨¦lite, en una colonia del norte de la urbe, viven gitanos aunque de origen h¨²ngaro. No tienen relaci¨®n alguna entre s¨ª. Los de la Ju¨¢rez no socializan en exceso con sus vecinos. ¡°Nunca les veo hablar con mexicanos. Van a lo suyo¡±, cuenta Javier, el empleado de una cafeter¨ªa de la plaza. Diego, un gitano alto y canoso, entra al debate: ¡°Nos llevamos bien, pero cuando discutimos ellos siempre nos dicen que vinimos a cambiarles espejos por oro. No se les olvida eso¡±.
Por el rinconcito mexicano han pasado a echar la tarde artistas como Diego El Cigala. Cachito es cantaor y tiene un buen cach¨¦ en el mundillo. Mariano, de 24 a?os, es bailaor y naci¨® en M¨¦xico. ¡°Pero mi sangre es espa?ola¡±, matiza, lo que no impide que le llamen el mexicano cuando va a Espa?a. Aprendi¨® a bailar de la mano de Mercedes Amaya, la hermana de la conocida Carmen Amaya. Cachito y Mariano act¨²an un viernes en La Cueva Rociera, un local mitad taberna mitad cueva donde el p¨²blico aplaude mientras come jam¨®n, tortilla de patatas y calamares. El cante jondo de Cachito y el taconeo de Mariano retumban en una calle llena de mezcaler¨ªas y discotecas de salsa. ¡°?Qu¨¦ arte tienes, gitano!¡±, grita un entusiasta.
En los setenta, con espeso bigote y gorro de cowboy, se present¨® en M¨¦xico Manuel Gim¨¦nez. Ven¨ªa a comercializar trajes y telas caras pero cree que como su aspecto era semejante al de un mexicano pensaban que los quer¨ªa enga?ar. Pas¨® m¨¢s horas en pulquer¨ªas que en la calle buscando clientes. Gim¨¦nez es un estudioso de la cultura gitana y nombra al clan de los Le¨®n como los primeros que se asentaron en el pa¨ªs norteamericano. Hablamos de principios del siglo XX. ¡°Viv¨ª un tiempo maravilloso en ese pa¨ªs¡±, dice por tel¨¦fono con nostalgia. Despu¨¦s fue a Buenos Aires y de ah¨ª a Barcelona, donde se top¨® con alguien inesperado: ¡°Dios¡±. Se hizo pastor evang¨¦lico y en Catalu?a es un referente para su comunidad.
De vuelta a la plaza la vida sigue igual. Los j¨®venes gitanos van en moto, hacen flexiones o pasean con una vara en la mano. Los mayores charlan en una esquina despu¨¦s de haber pasado la ma?ana recorriendo barrios y pueblos en los que vender su mercanc¨ªa. El supermercado de al lado ha adaptado sus productos a su gusto y comercializa arroz especial para paella. ¡°Este es nuestro rinconcito y estamos tan a gusto¡±, dice Rodr¨ªguez cuando se le acerca su hija, una ni?a peque?a con pasaporte mexicano que nunca ha puesto un pie fuera del pa¨ªs, y le pregunta: "?Este tambi¨¦n es un gitano espa?ol?¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.