La intervenci¨®n militar es una quimera
Pese a las encendidas palabras tras la matanza, las opciones son muy limitadas
Como ya ha ocurrido varias veces desde que arranc¨® el conflicto, cada nueva atrocidad (ahora unos supuestos ataques con armas qu¨ªmicas en suburbios de Damasco) provoca una oleada de declaraciones encendidas que parecen apuntar al lanzamiento inminente de una intervenci¨®n militar para derribar al desp¨®tico y criminal r¨¦gimen de Bachar el Asad. Sin embargo, nada indica que as¨ª vaya a ocurrir. No se trata solamente de que Mosc¨² bloquear¨ªa cualquier posible resoluci¨®n en el Consejo de Seguridad en ese sentido, sino de que ninguno de los pa¨ªses occidentales (con Estados Unidos a la cabeza) tiene hoy la voluntad pol¨ªtica para lanzarse a una aventura que dibuja un panorama al menos tan negro como los ya vividos en Afganist¨¢n, Irak o Libia.
Aunque en el fragor de la violencia actual parece olvidado, el marco de referencia adoptado por la mal llamada comunidad internacional (en realidad Washington y algunas capitales europeas) ya est¨¢ definido desde hace meses: Ginebra 2. O, lo que es lo mismo, se acepta que la derrota militar del r¨¦gimen no es posible dada la debilidad y fragmentaci¨®n de las fuerzas rebeldes. En consecuencia, el objetivo se limita a lograr un acuerdo pol¨ªtico entre los bandos enfrentados. Lo ¨²nico que cabe esperar, por tanto, es un intento por evitar que, cuando Ginebra 2 se convoque finalmente, los opositores se encuentren en una desventaja tan notoria que solo les quepa aceptar lo que El Asad y sus secuaces est¨¦n dispuestos a conceder.
Visto as¨ª, y cuando tambi¨¦n se han ido desbaratando los c¨¢lculos de un posible colapso interno del r¨¦gimen, las opciones que se ofrecen hoy a quienes quieran apostar militarmente por explorar una cierta salida digna a la tragedia siria son muy limitadas. Una invasi¨®n en fuerza (tipo Irak) est¨¢ totalmente descartada porque, en primer lugar, necesitar¨ªa una significativa contribuci¨®n estadounidense- cuando precisamente Obama est¨¢ procurando, como ya se vio en Libia, no volver a empantanarse militarmente en la regi¨®n- y, adem¨¢s, supondr¨ªa un empe?o de largo plazo contra un ej¨¦rcito bien armado (al que se suman los combatientes del grupo chi¨ª liban¨¦s Hezbol¨¢, elementos sustanciales de los pasdar¨¢n iran¨ªes y los matones de las shabiha), sin ninguna garant¨ªa de ¨¦xito.
Tampoco parece factible la opci¨®n de establecer una zona de exclusi¨®n a¨¦rea (acompa?ada de la apertura de pasillos humanitarios para atender a los millones de sirios que no pueden cubrir a diario sus necesidades b¨¢sicas). Con o sin los temibles misiles antia¨¦reos S-300 que Mosc¨² podr¨ªa suministrarle en breve, Siria (a diferencia de Libia) dispone de un efectivo sistema de defensa a¨¦rea que pondr¨ªa las cosas muy dif¨ªciles a los aviones de cualquier hipot¨¦tica coalici¨®n internacional. En otras palabras, ning¨²n gobierno occidental est¨¢ dispuesto a hacer frente al coste pol¨ªtico que supondr¨ªa asumir la posibilidad de bajas propias y de errores en el desarrollo de las operaciones. Dado que en el terreno estrictamente militar una de las ventajas m¨¢s claras que tienen las fuerzas del r¨¦gimen es una abrumadora superioridad a¨¦rea- que le permite no solo mover sus tropas a lo largo y ancho del territorio nacional, sino tambi¨¦n atacar desde el aire a los rebeldes con un escaso riesgo-, renunciar a esa medida supone aceptar que la protecci¨®n de civiles no es una prioridad internacional y que los rebeldes seguir¨¢n expuestos sin remedio a la amenaza a¨¦rea.
Lo que queda, en consecuencia, es m¨¢s de lo mismo. Tanto EE UU como la UE seguir¨¢n suministrando armas a los rebeldes con cuentagotas- sin olvidar las aportaciones de Arabia Saud¨ª, Catar y Turqu¨ªa-, intentando controlar el proceso para que no caigan en manos ¡°extra?as¡± (Libia de nuevo como p¨¦simo ejemplo). En paralelo, se impulsar¨¢ algo m¨¢s la instrucci¨®n de combatientes locales, que ya Washington viene desarrollando desde hace meses en suelo jordano, y hasta el despliegue de asesores militares y unidades de operaciones especiales para que- como tambi¨¦n ocurri¨® en Libia- traten de mejorar la coordinaci¨®n entre el batiburrillo de milicias y grupos armados que se resisten a someterse al dictado del Ej¨¦rcito Libre de Siria o del Consejo Supremo Militar- denominaciones m¨¢s te¨®ricas que operativas.
En realidad tampoco el r¨¦gimen tiene opciones alternativas a mano. Su actual estrategia se centra en consolidar el control de la capital y de la franja costera mediterr¨¢nea, cediendo terreno en el noreste (donde ya chocan abiertamente las milicias kurdas y ¨¢rabes) y empleando sus unidades de ¨¦lite para destruir selectivamente la resistencia en otras zonas del pa¨ªs. Pero desgraciadamente parece convencido de que eso le basta para resistir el envite.
Jes¨²s A. N¨²?ez Villaverde es codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acci¨®n Humanitaria (IECAH). S¨ªgame en el blog Extramundi de elpais.com
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