Chapeau se?or Lavrov
Salvo que todo obedezca a un dise?o fant¨¢stico que sorprenda a posteriori, lo que viene haciendo el equipo exterior de Obama es de una singular torpeza
Salvo que lo que ahora ocurre responda a un c¨¢lculo magistral de la administraci¨®n estadounidense- en cuyo caso pasar¨ªa a los anales de los planes de decepci¨®n para confundir al enemigo y sus aliados-, todo indica que Washington ha sido cogido a contrapi¨¦ en Siria. Es palpable la incomodidad con la que Obama se acerca al momento en el que tenga que dar la orden de iniciar un ataque que nunca ha deseado. Tambi¨¦n es bien notoria su debilidad legal y pol¨ªtica, al no poder contar para ello con el respaldo del Consejo de Seguridad (ONU), de la OTAN, de la Liga ?rabe, ni de Gran Breta?a; teniendo que gastar sus ¨²ltimos cartuchos diplom¨¢ticos en convencer a algunos socios y aliados reticentes. Ni siquiera en casa las tiene todas consigo ante unos congresistas que, por diferentes motivos, pueden optar por desairarlo.
Por eso, salvo que todo obedezca a un dise?o fant¨¢stico que sorprenda a posteriori a propios y extra?os, lo que viene haciendo su equipo en estos ¨²ltimos d¨ªas resulta de una singular torpeza. Primero su secretario de Estado, John Kerry, se afana en decir que el ataque ser¨¢ ¡°incre¨ªblemente peque?o¡± (como si el Asad fuera sordo), intentando de ese modo atraer a congresistas dubitativos de su propio partido y a acompa?antes extranjeros en una aventura b¨¦lica en la que nadie (excepto Par¨ªs) parece dispuesto a aportar capacidades militares. No puede extra?ar que eso haya decepcionado a los rebeldes sirios, al gobierno turco y a un indefinido grupo de congresistas que demandan un golpe definitivo. A continuaci¨®n, el propio Kerry- como si estuviera en un debate acad¨¦mico y no en una rueda de prensa preb¨¦lica- se permite disgresiones ret¨®ricas que abren una puerta a lo desconocido. O bien es consciente (y busca que le ayude a abortar un ataque del que no est¨¢ convencido), o m¨¢s bien peca de una pasmosa ingenuidad.
Y es ah¨ª donde vuelve a ponerse de manifiesto la maestr¨ªa de Mosc¨², con su ministro de exteriores, Sergu¨¦i Lavrov, a la cabeza. Por la puerta que Kerry acaba apenas de entreabrir, Lavrov entra dominando la escena desde el primer instante. De un solo golpe, Mosc¨² ha logrado desbaratar el gui¨®n estadounidense, aparecer como un amante de la paz esforzado en lograrla a toda costa y dejar a Obama como un belicista. Su rapidez de reflejos ha permitido a Mosc¨² sacarse de la manga un Macguffin de los que tanto entusiasmaban al maestro Hitchcock, con la evidente intenci¨®n de desviar la atenci¨®n del espectador durante un tiempo, escondiendo sus verdaderas intenciones.
Porque lo que cabe suponer que Mosc¨² pretende es, en primer lugar volver a reclamar su condici¨®n de potencia global, con capacidad para influir muy directamente en la conformaci¨®n de la agenda internacional, retando a Washington si es preciso. Adem¨¢s, busca ganar tiempo, sin tener que renunciar al apoyo a un r¨¦gimen sirio que le sirve para seguir implicado en Oriente Medio y como posible baza de negociaci¨®n en sus relaciones con Washington. No es menor tampoco el factor que ya se puso de manifiesto en la corta guerra de Georgia en 2008, tratando de resarcirse de lo que consider¨® un desaire occidental a su intento de evitar la independencia de Kosovo. En resumen, Mosc¨² no tiene prisa en solucionar el conflicto de Siria y siempre considerara que mantener a Washington implicado en ese escenario sirve a sus intereses.
Visto desde otro ¨¢ngulo, la actual propuesta rusa- a la que obligadamente han tenido que responder positivamente Estados Unidos y sus aliados- va a entretener al Consejo de Seguridad durante un tiempo, va a avivar el debate entre los que apuestan por la fuerza y los que lo hacen por la diplomacia (como si fueran alternativas excluyentes) y, en definitiva, va a permitir que los violentos sigan matando en Siria.
Y todo ello cuando podemos pensar que el r¨¦gimen sirio- que no ha firmado la Convenci¨®n de Armas Qu¨ªmicas (1993) y nunca ha reconocido oficialmente que disponga de armas qu¨ªmicas- en ning¨²n caso va a cumplir con lo que demanda la propuesta de Resoluci¨®n presentada por Par¨ªs. Se trata de una aspiraci¨®n sin base alguna. Para empezar porque no hay manera de determinar con precisi¨®n cu¨¢ntas armas existen (lo que, en el mejor de los casos, permite al r¨¦gimen entregar algo simb¨®lico, con promesas de entregas posteriores). Por otra parte, porque el pa¨ªs est¨¢ en guerra y el establecimiento de zonas seguras y el traslado de ese disperso arsenal a localizaciones donde se pueda controlar y destruir es una operaci¨®n sometida a muchos imponderables (intentos de ataque rebelde incluidos). Buena parte de la cincuentena de instalaciones en las que se cree que hay material qu¨ªmico est¨¢n en zonas de batalla, lo que dificulta a¨²n m¨¢s su control. La operaci¨®n necesitar¨ªa meses para poder completarse (mientras que Kerry hablaba de esta misma semana) y tendr¨ªa que implicar a un gran volumen de efectivos (no solo inspectores, sino tambi¨¦n tropas ?de la ONU?). Y, por ¨²ltimo, ?si el Asad entrega todo su arsenal qu¨ªmico, termina ah¨ª el problema?, ?se le permitir¨¢ seguir matando con armas convencionales como lleva haciendo desde hace m¨¢s de dos a?os?
Jes¨²s A. N¨²?ez Villaverde ¨C Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acci¨®n Humanitaria (IECAH) y autor del blog Extramundi en elpais.com
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