El acuerdo de Oslo cumple 20 a?os entre el desencanto de israel¨ªes y palestinos
Tras dos d¨¦cadas las provisiones temporales se han convertido en la norma Israel¨ªes y palestinos han vuelto a negociar a instancias de EE UU en semanas recientes
En cinco a?os, se deb¨ªa haber llegado a un acuerdo permanente y se deb¨ªa haber procedido a crear un Estado palestino en Gaza y Cisjordania. Han pasado 20, y casi todo lo que iba a ser transitorio se ha convertido en la norma imperante. Se cumplen hoy dos d¨¦cadas del apret¨®n de manos entre Isaac Rabin y Yasir Arafat en los jardines de la Casa Blanca, que sell¨® los acuerdos de Oslo y deb¨ªa haber sentado los cimientos de un Estado palestino independiente que fuera en tiempos de paz un vecino que garantizara la seguridad de Israel. Hoy, la divisi¨®n s¨®lo ha crecido. En Gaza gobiernan los islamistas de Ham¨¢s. En Cisjordania Al Fat¨¢ no convoca elecciones desde 2006 y no hay sobre la mesa m¨¢s acuerdo definitivo que el de volver a negociar, a instancias de Estados Unidos, con las expectativas m¨¢s bajas de los a?os recientes.
Una de las claves del ¨¦xito negociador que llev¨® a Oslo fue la discreci¨®n. Tras la conferencia de paz de Madrid de 1991, representantes israel¨ªes y palestinos se reunieron en secreto durante meses en Noruega, en el instituto Fafo, lejos de los focos y libres para sentar las bases de un acuerdo. Lo lograron, y en ambas partes se requiri¨® el valor de dos l¨ªderes, Issac Rabin y Yasir Arafat, para reconocerse mutuamente en Washington y mirar al futuro. Si ambos, ya fallecidos, posaran sus ojos en la zona estos d¨ªas ver¨ªan c¨®mo no hay doctrina compartida en mayor grado por ambos bandos que un profundo escepticismo. En julio, israel¨ªes y palestinos aceptaron, con reticencias, volver a la mesa negociadora, a instancias del secretario de Estado norteamericano John Kerry, tras tres a?os sin dialogar.
El conflicto ya no se mide en a?os, sino en d¨¦cadas, y las esperanzas se han ido drenando, hasta el punto de que el terreno f¨¦rtil de Oslo se ha convertido hace mucho tiempo en un erial. A ello han contribuido factores como la ocupaci¨®n, la segunda intifada que mat¨® a m¨¢s de 1.000 israel¨ªes o las provocaciones y guerras de Ham¨¢s que sucedieron a la retirada de Gaza.
Ambas partes negocian estos d¨ªas supeditadas a su bagaje, problemas e impedimentos. Israel, sometido por el refuerzo de su derecha pol¨ªtica en estas dos d¨¦cadas, con el propio Benjam¨ªn Netanyahu convertido en asuntos de paz en un centrista por mera comparaci¨®n con sus socios de coalici¨®n, entre ellos los representantes pol¨ªticos de los 500,000 colonos que ocupan Jerusal¨¦n Este y Cisjordania. Palestina, sin la legitimidad de un proceso democr¨¢tico o electoral, representado solo en las negociaciones el gobierno de Mahmud Abbas en Cisjordania, quedando aislado en Gaza Ham¨¢s, responsable del aislamiento y la deriva islamista de la Franja.
El gran problema de Oslo, 20 a?os despu¨¦s, ven¨ªa ya reflejado en el t¨ªtulo de los acuerdos, ¡®Declaraci¨®n de Principios sobre las Disposiciones relacionadas con un Gobierno Aut¨®nomo Provisional¡¯. La provisionalidad, cr¨®nica, ha llevado a punto muerto. Seg¨²n las divisiones territoriales desarrolladas tras Oslo, la Autoridad Palestina s¨®lo controla, y no plenamente, el 40% de Cisjordania, las llamadas zonas A y B. Los asentamientos de colonos en ¨¢reas bajo supervisi¨®n israel¨ª crecen ajenos a la indignaci¨®n de la comunidad internacional. El estancamiento de las negociaciones, tras los fracasos posteriores a cumbres como las de Camp David en 2000 y Annapolis en 2007, ha dejado a las autoridades palestinas con solo un arma que consideran efectiva: los avances unilaterales.
¡°Avances unilaterales¡± son dos palabras anatema en los c¨ªrculos gubernamentales y diplom¨¢ticos de Israel. Son la ruptura sobre el terreno de Oslo, con el momento cumbre de la aceptaci¨®n de Palestina en la Asamblea General de Naciones Unidas como ¡®estado observador no miembro¡¯ el a?o pasado. Abbas daba a entender que podr¨ªa seguir avanzando, una a una, en todo el rosario de instituciones internacionales que podr¨ªa llevarle a contar con un Estado de facto, a pesar de la ocupaci¨®n militar israel¨ª. Entre sus cartas, la m¨¢s valiosa ha sido la del Tribunal Penal de La Haya, donde los palestinos han amagado con llevar a Israel por supuestos cr¨ªmenes de guerra.
El caso es que hay un consenso t¨¢cito entre muchos oficiales israel¨ªes y palestinos: han pasado 20 a?os, pero las cosas no pueden permanecer como est¨¢n para siempre. Palestina, dividida. Los asentamientos de colonos jud¨ªos creciendo. La ultraderecha de Israel reclamando como propio no s¨®lo todo Jerusal¨¦n, sino tambi¨¦n toda Cisjordania, donde habitan 2,3 millones de palestinos. Con la ocupaci¨®n eternizada o la anexi¨®n como una posibilidad, Israel no podr¨ªa mantener aquello que le hace excepcional en la zona, la voluntad de ser un pa¨ªs tan democr¨¢tico como jud¨ªo.
Ese ha sido el gran argumento de la Casa Blanca para forzar a ambas partes a volver a la mesa de negociaciones. Lo dijo en junio Kerry: ¡°Si no tenemos ¨¦xito hoy, puede que no volvamos a tener una oportunidad¡±. Y lo hab¨ªa expresado Barack Obama en su primera visita como presidente a Jerusal¨¦n en marzo: ¡°Dada la demograf¨ªa al oeste del r¨ªo Jordan, el ¨²nico medio para que Israel perviva y crezca como un Estado jud¨ªo y democr¨¢tico es a trav¨¦s de la consecuci¨®n de un Estado palestino independiente y viable¡±. Ambas partes parecen saberlo, de lo contrario no habr¨ªan accedido, tras tantos intentos, a volver a negociar, una vez m¨¢s, esperando, sin muchas ilusiones, que esta sea la definitiva.
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