Alemania deja en vilo a Europa
Tras meses de par¨®n a la espera de los comicios, Bruselas anhela un gobierno en Berl¨ªn m¨¢s constructivo con el proyecto europeo y dispuesto para atajar la crisis
El Justus Lipsius, la sede del Consejo Europeo en Bruselas, tiene 24 kil¨®metros de pasillos: un vasto laberinto burocr¨¢tico en el cuartel general de Europa. En uno de esos pasillos, un veterano funcionario relata la ¨²ltima ocurrencia acerca del estado de la pol¨ªtica continental, convertida en una especie de cocina cerrada que desprende un calor insoportable. ¡°Pap¨¢¡± ¡ªle dice un hijo a su padre¡ª, ¡°tengo que ir al lavabo¡±. ¡°Pues vaya, tendr¨¢s que esperar hasta las elecciones alemanas¡±. El proyecto europeo ha estado pr¨¢cticamente desaparecido del debate electoral de la primera potencia continental. Pero Alemania dormita sobre un volc¨¢n: hace meses que todas las decisiones importantes en Europa se dejan para despu¨¦s del domingo. Grecia necesita un tercer rescate; Irlanda, Portugal y probablemente Espa?a no pueden salir de sus programas sin ayuda; la pol¨ªtica italiana es una amenaza latente para el par¨¦ntesis en el que se halla la crisis del euro; el sistema financiero sigue en estado de negaci¨®n a la espera del BCE (igualmente paralizado por los comicios), y sobre todo la uni¨®n bancaria, el proyecto m¨¢s trascendente desde la creaci¨®n del euro, est¨¢ a la espera de un m¨¢s que probable tercer mandato de Angela Merkel y su nueva coalici¨®n de Gobierno.
En los pasillos de Bruselas abundan desde hace tiempo las quinielas sobre el futuro liderazgo alem¨¢n en funci¨®n del colorido pol¨ªtico de esa coalici¨®n. Casi nadie espera un giro copernicano: en todo caso, alg¨²n aceler¨®n a los temas candentes. Solo una alianza entre la socialdemocracia (SPD), los Verdes y la izquierda de Die Linke podr¨ªa modificar ese panorama. ¡°Pero en Alemania esas cosas a la italiana no se hacen: la cultura de estabilidad es innegociable y el partido que gane con autoridad tiene asegurado el Gobierno¡±, augura una fuente diplom¨¢tica. Eso deja como escenarios posibles una gran coalici¨®n (democristianos y socialdem¨®cratas, como en el primer mandato de Merkel), una alianza con los Verdes o una repetici¨®n del Ejecutivo actual, con los liberales. En ese caso, Bruselas espera continuismo con matices m¨¢s constructivos. El discurso econ¨®mico seguir¨¢ invariable: recortes y sobre todo reformas. Para lo dem¨¢s, soluciones pol¨ªticas intergubernamentales ¡ªmandan las capitales, frente al m¨¦todo comunitario de otras ¨¦pocas¡ª sin sustos para el bolsillo del contribuyente germano, salvo en caso de tormenta.
Berl¨ªn ha usado con habilidad la crisis para modificar el centro de gravedad de la Uni¨®n. La Comisi¨®n ha quedado en segundo plano en favor de los Estados, en particular de la propia Alemania (por la incomparecencia de Francia), en lo que el intelectual J¨¹rgen Habermas define como ¡°un tipo especial de federalismo ejecutivo¡±: las capitales, Berl¨ªn en particular, ¡°se autoconceden el poder en un ejercicio de autoridad pol¨ªtica con tintes posdemocr¨¢ticos¡±, con Alemania como ¡°catalizador de la falta de solidaridad europea¡±.
El volante, en fin, est¨¢ en manos de Berl¨ªn. Y all¨ª va quedando atr¨¢s el antiguo proyecto federalista europeo: ese impulso cede paso a una UE al ralent¨ª, sin necesidad de acelerar salvo susto may¨²sculo. ¡°Alemania tiene clara su pol¨ªtica: no aprobar compromisos jur¨ªdicos vinculantes que puedan molestar al contribuyente, y liderar con mano de hierro la toma intergubernamental de decisiones solo si es estrictamente necesario¡±, afirman fuentes europeas.
As¨ª est¨¢n las cosas. Aunque ¨²ltimamente resurge en Bruselas un cierto aplauso al modelo de liderazgo alem¨¢n, tal vez relacionado con la enga?osa tranquilidad actual, pero que al fin y al cabo ha impedido un colapso del euro. ¡°Alemania hace m¨¢s de lo que dice¡±, suele decir el vicepresidente de la Comisi¨®n Joaqu¨ªn Almunia.
Merkel se pas¨® de largo con la austeridad y ha condenado a media Europa a una recesi¨®n innecesariamente larga, con brutales consecuencias sociales. Nunca reconoci¨® que la crisis es m¨¢s bancaria que fiscal. Ha protagonizado un liderazgo ensimismado y ambiguo, caracterizado por aguantar hasta que escampe. Ha permitido o alentado una preocupante fractura entre Norte y Sur, entre pa¨ªses supuestamente virtuosos y pecadores, en la que ya asoman los extremismos. Y ha birlado informaci¨®n a los suyos: ¡°Tarde o temprano, los problemas fundamentales ¡ªla banca, Grecia, todo eso¡ª dejar¨¢n expuesto al contribuyente alem¨¢n, al que se ha enga?ado con falsas promesas. El nuevo Gobierno tendr¨¢ que romper el secreto: salvar el euro no saldr¨¢ gratis¡±, apunta Charles Wyplosz, del Graduate Institute.
A la vez, las fuentes consultadas ven signos alentadores en el horizonte y en el pasado. El programa de Merkel tiene un extra?o parecido con el del SPD: pretende una Alemania menos dependiente de las exportaciones, con un crecimiento m¨¢s sustentado en la demanda interna. Sin ser europe¨ªsta como alguno de sus antecesores, Merkel tampoco se ha enrocado en las posiciones del Bundesbank: ha permitido al BCE salvar los muebles. La maldici¨®n europea del tarde, mal y poco bebe de su mentalidad, pero nadie puede negarle que ha evitado lo peor. Bruselas espera ahora cuatro a?os m¨¢s constructivos. ¡°Merkel va a despertar¡±, vaticina el soci¨®logo Ulrich Beck. O no: ¡°Existe una brecha entre la expectativa de lograr un papel m¨¢s positivo para Berl¨ªn y la capacidad de Alemania para cumplir con eso¡±, pondera Ulrike Gu¨¦rot, del think tank ECFR. A la defensiva ¡ªcomo una suerte de coloso ensimismado¡ª o con un juego m¨¢s alegre, la UE espera al domingo para encontrar en Alemania una respuesta a la pregunta fundamental: ?Qu¨¦ hay detr¨¢s del euro?
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