Morir en Lampedusa
La UE tiene los medios para establecer una gran pol¨ªtica de acogida de inmigrantes
Una tragedia m¨¢s, pero esta sin precedentes: varios centenares de muertos tras el naufragio, el 3 de octubre, cerca de Lampedusa, de una barcaza que transportaba a unos 500 inmigrantes subsaharianos que intentaban atracar en esta peque?a isla europea, cerca de Sicilia. Una tragedia que es tambi¨¦n, como ha subrayado el Papa Francisco en varias ocasiones en referencia a los acontecimientos: "una verg¨¹enza".
Justamente, el Papa aparece hoy como el ¨²ltimo defensor de estas decenas de miles de condenados de la tierra, que huyen del hambre y las guerras civiles, y que, estafados por los contrabandistas clandestinos y las mafias del ¨¦xodo, no encuentran al t¨¦rmino de su recorrido m¨¢s que la c¨¢rcel, los campos de internamiento, las expulsiones brutales y, cuando logran pasar entre las estrechas mallas de las redes de acero construidas por los pa¨ªses de "acogida", desembocan en la miseria de la clandestinidad y de la vida sin derechos.
Estos ¨²ltimos a?os, con la crisis en Europa, los inmigrantes, sus condiciones de vida, sus penas y sus sufrimientos, todo ha sido ocultado y, en los pa¨ªses que han sufrido lo peor de esta crisis, como Grecia, han surgido partidos abiertamente racistas que les hacen caza a la luz del d¨ªa. El nacionalismo xen¨®fobo se ha convertido en mercanc¨ªa en Europa, pero los lejanos subsaharianos, los egipcios, los sirios, albaneses, roman¨ªes, y muchos m¨¢s, siguen afluyendo, como si el para¨ªso europeo tuviera tambi¨¦n la virtud de esconder su cara infernal, como si, adem¨¢s, la esperanza de otra vida fuese m¨¢s fuerte que la otra cara de la vida: la muerte.
Lampedusa constituye un giro. La conciencia humana no puede permanecer indiferente ante tal tragedia: hay que decirlo, recordarlo, nunca olvidar el grito de dolor a la cabecera de esas mujeres embarazadas y de esos ni?os ahogados y ocultos en bolsas de pl¨¢stico. La soluci¨®n de estas migraciones de la desesperaci¨®n no reside fundamentalmente en pol¨ªticas represivas ni de contenci¨®n. Es Europa al completo la que se enfrenta a estos dramas y solo una estrategia europea com¨²n puede hacerles cara. Los ministros del Interior europeos que deben reunirse en Luxemburgo el 23 de octubre, precisamente para contestar a la cuesti¨®n de la afluencia de emigrados de los Balcanes, se ven, sin embargo, tentados de caer en la trampa de una restricci¨®n de visados y del endurecimiento de la pol¨ªtica de acogida. Tal evoluci¨®n no har¨¢ m¨¢s que confortar la inmigraci¨®n clandestina y reforzar el rol de las mafias.
Ciertamente es indispensable regular estos flujos, pero ello no se puede hacer en detrimento de un tratamiento humano de la cuesti¨®n migratoria. Hay que tratar la petici¨®n migratoria lo antes posible en las zonas en conflicto, en los pa¨ªses vecinos e, igualmente, aceptar recibir a una parte de esta poblaci¨®n en los pa¨ªses europeos.
La Uni¨®n Europea tiene los medios para establecer una gran pol¨ªtica de acogida, con la condici¨®n de que todos los pa¨ªses que la componen acepten tener la misma estrategia y no la que se practica hoy en d¨ªa, y que sirve para trasladar al vecino la carga de la acogida. La pol¨ªtica de asilo debe humanizarse; es indispensable volver a evaluar las decisiones que han sido tomadas estos ¨²ltimos a?os y que est¨¢n destinadas todas ellas a acabar con el derecho de asilo.
En algunos pa¨ªses europeos ricos se han puesto en marcha estos ¨²ltimos a?os restricciones enormes a la concesi¨®n del t¨ªtulo de refugiado. Es ah¨ª donde radican la "verg¨¹enza" y esta "globalizaci¨®n de la indiferencia" de la que habla el Papa Francisco. Esto no ata?e a tal o cual ministro del Interior europeo, es la ausencia de visi¨®n europea, de reflexi¨®n com¨²n, que falla de forma cruel, sobre lo que hay que trabajar.
Este fen¨®meno de fuga de poblaciones no es un problema t¨¦cnico que una u otra medida policial podr¨ªa resolver; es un problema pol¨ªtico y solo una estrategia de solidaridad pol¨ªtica de los pa¨ªses europeos, como la responsabilizaci¨®n de los pa¨ªses de tr¨¢nsito, puede hacerle frente. Los muertos de Lampedusa deber¨ªan apelar a la buena conciencia occidental, tan f¨¢cil de conmover en cuanto a la defensa de derechos del hombre en 'casa' de los dem¨¢s, que deber¨ªa mirarse a la cara una vez m¨¢s en su propia casa y aportar solidaridad, compasi¨®n y una humanidad elemental a esas mujeres, a esos ni?os, a esos hombres que corren al encuentro de la tragedia para huir de su destino infernal.
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