Las mayor¨ªas son un espejismo; solo vale el liderazgo
Una supermayor¨ªa que se consolid¨® en las elecciones de Santos y se fortaleci¨® despu¨¦s pareciera haberse esfumado, o al menos ya no sirve para aprobar nada importante.
En Colombia, el gobierno de Juan Manuel Santos sustent¨® su gobernabilidad a trav¨¦s de la figura de la unidad nacional, con un talante pluralista, para garantizarse las mayor¨ªas en el Congreso. Una vez elegido hace tres a?os, a pesar de haber ganado con mayor¨ªas quiso tener supermayor¨ªas y llam¨® a gobernar con ¨¦l a los l¨ªderes de los partidos opositores a su campa?a, y opositores al gobierno de Uribe del cual naci¨® Santos, para sacar adelante grandes reformas.
Lo logr¨® en su primer a?o de gobierno con la Ley de V¨ªctimas que es ¨²nica en los conflictos modernos y con una nueva distribuci¨®n de los recursos de las regal¨ªas de la explotaci¨®n de petr¨®leo y minerales, una ley de primer empleo y una regla de sostenibilidad fiscal que hubiera envidiado la se?ora Merkel. Adem¨¢s inici¨® un proceso de paz que en principio cont¨® con ampl¨ªsimo apoyo.
Santos ha mantenido las supermayor¨ªas, casi un 80 por ciento del congreso, pero hoy ya no logra sacar adelante sus reformas. ?Se resquebraj¨® la Unidad Nacional, resultaron m¨¢s poderosas las minor¨ªas o es falta de liderazgo?
Preguntas por responder para entender lo que pas¨® con la fallida reforma a la justicia hace un a?o, y las razones por las cu¨¢les esa supermayor¨ªa no aprueba ahora una trascendental reforma a la salud. Faltan seis meses para la pr¨®xima elecci¨®n de Congreso. Estos fracasos han mostrado en su plenitud el verdadero rostro de esas mayor¨ªas tiranas. Tiranas porque tan cerca a elecciones los grandes objetivos se pierden y los peque?os temas que generan impulsos electorales ganan en prioridad.
Los partidos se desdibujan y los congresistas individuales se crecen en un modelo electoral que elige o en listas con voto preferente o con lista cerrada, como el men¨² de un restaurante, que es escogido por cada partido. Ahora los grandes partidos de la coalici¨®n de gobierno, liberal, conservador y la U, con listas de voto preferente, integradas por coroneles, se enfrentan a la lista encabezada por el ex presidente Uribe, para este caso un mariscal de campo, en lista cerrada.
Y ese escenario adiciona una mayor tendencia individual en el congreso lo que debilita a¨²n m¨¢s la gobernabilidad.
Los lobistas por un lado, y las pretensiones burocr¨¢ticas individuales, por el otro, han logrado poner de su lado a unas mayor¨ªas parlamentarias que desconocen sus compromisos y la jefatura de las cabezas de los partidos en la Unidad Nacional. Adem¨¢s en momentos en que a los congresistas un inesperado fallo judicial les baj¨® su sueldo incentivando el ausentismo de siempre que vuelve hacerse visible a la hora de votar.
Una supermayor¨ªa que se consolid¨® en las elecciones de Santos y se fortaleci¨® despu¨¦s, pareciera haberse esfumado, o al menos ya no sirve para aprobar nada importante.
Los reg¨ªmenes presidenciales, predominantes en las Am¨¦ricas, tienen el supuesto de gobernabilidad porque el presidente tiene autom¨¢ticamente mayor¨ªas en el Congreso. Pero eso a veces no ocurre y entonces la gobernabilidad se da por la v¨ªa de la negociaci¨®n, de pactos, de concertaci¨®n, como ha sido el Pacto por M¨¦xico que articul¨® Pe?a Nieto, o de otro lado, por compromisos veladamente aceitados por la corrupci¨®n como lo fuera el Mensalao en Brasil, o hace un tiempo con chantaje como los vladivideos de Montesinos y Fujimori.
En un r¨¦gimen parlamentario donde los gobiernos se integran v¨ªa mayor¨ªas es claro qu¨¦ pasa cuando esas mayor¨ªas no se logran. Simplemente no hay gobierno o si se pierden se cae el gobierno o se cambia el congreso y se forma uno nuevo.
Pero en un r¨¦gimen presidencial ni se cae el gobierno ni se cambia el Congreso, se queda un Estado casi catat¨®nico de gobernabilidad.
Muestra clara es lo que ha ocurrido esta misma semana en Estados Unidos y coincidencialmente con otra reforma a la salud, el Obamacare. Un peque?o pero poderoso sector del Partido Republicano, el radical Tea Party, dej¨® al presidente norteamericano sin mayor¨ªa en una c¨¢mara y con un Gobierno paralizado.
Obama necesitaba que el Congreso le aprobara el presupuesto general para implementar su reforma, pero el presidente perdi¨® esas mayor¨ªas en la C¨¢mara baja en 2010, en una de las derrotas m¨¢s grandes en unas parlamentarias norteamericanas, incluso m¨¢s que la de Bill Clinton frente a los republicanos en 1994. Como bien plantea Mois¨¦s Naim, en su ¨²ltimo libro, El fin del poder, unos tienen el poder para tomar decisiones pero otros tienen el poder de impedir que se tomen decisiones con las que no est¨¢n de acuerdo.
Obama, igual que Santos, tuvo las mayor¨ªas en los dos primeros a?os de su Gobierno. Obama las perdi¨®. Santos las mantiene pero solo en el papel pues en las votaciones no se ven. Ambos tienen la gobernabilidad afectada.
Casos de mayor¨ªas garantizadas sobran y sin embargo no son f¨®rmula de ¨¦xito. Mariano Rajoy en Espa?a tuvo mayor¨ªas absolutas e incluso algo mayor: el favor de toda una sociedad que le daba cheque en blanco y ninguna de las dos le sirvieron. ?Le falt¨® gobierno a Rajoy y le sobr¨® discurso de oposici¨®n?
?Se han tornado los intereses demasiado fuertes?, ?por qu¨¦ en ninguno de los sistemas pol¨ªticos funcionan ya las mayor¨ªas de la misma manera? Lo que se est¨¢ viendo en todos los casos es una mayor polarizaci¨®n donde mayor¨ªas y minor¨ªas y grupos de inter¨¦s en la sociedad se enfrentan y son financiados por otros m¨¢s fuertes. Los parlamentos, entre tanto, en vez de perder legitimidad por no cumplirle al elector en las votaciones de reformas clave para la sobrevivencia misma de la sociedad, siguen su rumbo y se reeligen, mientras los gobiernos van perdiendo la favorabilidad.
Ojal¨¢ Angela Merkel, quien logr¨® ganar un tercer per¨ªodo en Alemania, por mayor¨ªa, pero que aun as¨ª necesita hacer alianzas con los verdes o los socialdem¨®cratras, sus antiguos opositores, por el descalabro de sus aliados, los liberales de la FDP, pueda aportar algo en ese cada vez m¨¢s dif¨ªcil arte de gobernar.
Por ahora en Colombia¡ El expresidente Uribe busca recuperar las mayor¨ªas para restablecer su proyecto de gobernabilidad (?autocr¨¢tica?), una tercer¨ªa en la izquierda quiere pescar en medio de la confusi¨®n y a Santos no le est¨¢n alcanzando las mayor¨ªas, a menos de dos meses de anunciar si va por la reelecci¨®n.
Liderazgo parece ser la palabra clave que haga o lograr mayor¨ªas o usarlas para grandes cambios. Las supermayor¨ªas son derivadas o de avalanchas electorales que reclaman cambios o de grandes coaliciones que se hacen tambi¨¦n para grandes temas, pero gobernar va m¨¢s all¨¢ de mayor¨ªas electorales y exige liderazgos, y sobre un ejercicio del poder que no sea arrogante cuando las cosas funcionan bien y que no sea pusil¨¢nime cuando la opini¨®n se voltea. Los grandes gobiernos no siempre son los m¨¢s aplaudidos en coyunturas dif¨ªciles sino los que sientan las bases para una sociedad mejor. Schoeder, el socialdem¨®crata, perdi¨® las elecciones pero gan¨® reconocimiento por las reformas que hizo para que hoy Alemania sea lo que es.
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