Gloria a los baloncestistas hambrientos
Un proyecto deportivo de ni?os ind¨ªgenas enamora a M¨¦xico. Detr¨¢s del cuento de hadas hay una historia interna de marginaci¨®n y de caciquismo rural
En julio, Kevin Rufino Mart¨ªnez Crescencio fue a Estados Unidos con su equipo a jugar un torneo de baloncesto. Era la primera vez que ¨¦l y sus compa?eros, todos ellos ind¨ªgenas triquis de las monta?as mexicanas de Oaxaca, iban en avi¨®n. Mart¨ªnez Crescencio tiene nueve a?os y mide poco m¨¢s de un metro treinta. Su mejor cualidad es el lanzamiento a canasta. Tambi¨¦n bota el bal¨®n con destreza, lo mueve de una mano a otra como un p¨¦ndulo. Sentado en el asiento de atr¨¢s de la furgoneta de su padre, de camino de la capital de Oaxaca hacia la Sierra Mixteca, el ¨²ltimo viernes de octubre Kevin Rufino Mart¨ªnez Crescencio contaba c¨®mo fue aquel viaje a Orlando. Apenas sabe espa?ol. Le da verg¨¹enza hablarlo. La voz le sale bajita y escondida.
¡°Cuando llegamos al aeropuerto nos llevaron a comer. Y Comimos¡±. ¨C?Qu¨¦ comisteis?¨C. ¡°Hamburguesas¡±, musita, y se te queda mirando sin decir nada m¨¢s. Es moreno, lleva la cabeza rapada y tiene una boca grande con unos dientes infantiles empotrados en unas enc¨ªas rosadas que parece que se los quieren comer. Como ve que quieres que siga contando cosas del viaje a Orlando, las sigue contando. ¡°Cuando ya comimos fuimos a jugar y el primer juego nos ganaron por un punto. Despu¨¦s fuimos a Disney. Y despu¨¦s fuimos a dormir en un hotel¡±. En tres frases en una lengua ajena expresa como puede un viaje de nueve d¨ªas.
¨C?Qu¨¦ visteis en Disney?
¨CMickey Mouse. Despu¨¦s subimos al juego.
¨C?Qu¨¦ juego?
¨CUn elevador. Y despu¨¦s fuimos a comer.
¨C?Qu¨¦ comisteis?
¨CPizza.
¨C?Y c¨®mo es Mickey Mouse?
¨CComo un mu?eco.
¨C?Qu¨¦ cosas hac¨ªa?
¨CBailaba.
¨C?C¨®mo bailaba?
¨CComo una princesa.
Despu¨¦s de afeminar al rat¨®n m¨¢s c¨¦lebre de todos los tiempos, Kevin Rufino termina su relato. ¡°Y regresamos en avi¨®n¡±.
¨C?Qu¨¦ te pareci¨® el avi¨®n?
Le da la risa. ¡°Me hizo cosquilla¡±.
¨C?Qu¨¦ notaste?
¨C?Mande? ¨CSe pone serio. No entiende la pregunta.
¨C?C¨®mo te hizo cosquillas?
Piensa un momento y responde.
¨CComo cuando alguien nos hacen cosquilla.
En la radio de la furgoneta se oye a una locutora de un informativo de tarde.
Los ni?os triquis han ido a Los Pinos. Habla de la residencia del presidente. Hac¨ªa una hora que Enrique Pe?a Nieto hab¨ªa recibido en M¨¦xico DF a un grupo de ni?os triquis que ganaron a mediados de octubre un modesto torneo internacional en Argentina, y lo hicieron jugando descalzos, como se han acostumbrado a vivir y a jugar en la sierra. La cantera triqui ya hab¨ªa ganado una veintena de campeonatos nacionales, pero este triunfo es el que los ha consagrado. Los medios hablaron tanto de ello que se acab¨® convirtiendo en un fen¨®meno digno de atenci¨®n presidencial. El martes siguiente los muchachos se iban a Rep¨²blica Dominicana para jugar la Copa Caribe para menores de 12 a?os en representaci¨®n de M¨¦xico. El presidente ¨Ccontinu¨® la locutora¨C tom¨® una silla, se sent¨® con ellos y les dijo que deben jugar con soltura, sin la presi¨®n de jugar en nombre de un pa¨ªs. Mientras daban la noticia, Kevin Rufino Mart¨ªnez Crescencio concentraba su atenci¨®n de forma exclusiva en comerse el me?ique derecho. A su izquierda iban dormidos otros dos baloncestistas: Arturo de Jes¨²s Ram¨ªrez, un ni?o enclenque de ocho a?os que nunca ha visto el mar, y Roberto Merino de Jes¨²s, un muchacho atl¨¦tico de 12 que no pudo ir a Orlando ni a Argentina porque a¨²n no le han conseguido hacer el pasaporte. Necesitan que su padre firme un documento, pero hace tres a?os que se fue a California a recoger frambuesas.
Roberto, Arturo y Kevin Rufino viajaban hacia la sierra indiferentes al momento medi¨¢tico triqui. El padre de Kevin Rufino hab¨ªa puesto un ced¨¦ de corridos y conduc¨ªa en silencio mientras sonaba la m¨²sica. Bendito tu abandono / porque al final de todo / vas a llorar por m¨ª / Maldita sea mi suerte porque te conoc¨ª / malditos sean los besos que t¨² me diste a m¨ª.
A la recepci¨®n oficial tambi¨¦n se invit¨® a Las Bayonetas de Puebla, un equipo de ni?as de otra regi¨®n mexicana que gan¨® el torneo femenino en Argentina. Con todo, el orgullo patri¨®tico se concentraba en los ni?os de los pies descalzos. Dos d¨ªas antes la C¨¢mara de Diputados hab¨ªa acordado proponerlos como candidatos para el Premio Nacional del Deporte. Su logro entra?able coloc¨® de repente el nombre de la etnia triqui en el centro del poder de la Rep¨²blica, algo inaudito para esta comunidad ind¨ªgena ¨Calrededor de 30.000 personas entre las que est¨¢n en la sierra y las que se han ido a Estados Unidos¨C. Su relaci¨®n con las autoridades se limita al Estado de Oaxaca y a los municipios de las monta?as que habitan desde hace siglos. Y no es una relaci¨®n sencilla. Sin ir m¨¢s lejos, la semana anterior, al mismo tiempo que por todo M¨¦xico se loaba la gesta de los ni?os, un contingente de triquis march¨® hacia Oaxaca capital e hizo un plant¨®n de dos d¨ªas en la plaza principal de la ciudad para exigir resultados en la investigaci¨®n de la muerte de Heriberto Pazos, fundador del MULT (Movimiento de Unificaci¨®n y Lucha Triqui), asesinado a tiros en 2010 con pistolas provistas de silenciadores.
Desde hace tres d¨¦cadas en la regi¨®n triqui existe una lucha local por el poder. Aparte del MULT hay otro grupo indigenista que se distingue de este por una sola sigla, el Multi, Movimiento de Unificaci¨®n y Lucha Triqui Independiente, una escisi¨®n del primero. Al MULT y al Multi hay que a?adir a la Uni¨®n de Bienestar Social de la Regi¨®n Triqui (Ubisort). Estos tres bandos componen con los partidos pol¨ªticos tradicionales un nudo de pugnas con origen en el caciquismo rural y en la marginaci¨®n ind¨ªgena que se dirimen en un terreno medio entre lo pol¨ªtico y lo fratricida.
El domingo, dos d¨ªas despu¨¦s de que Pe?a Nieto recibiese a los campeones triquis en Los Pinos, este peri¨®dico entrevist¨® en la sierra al sucesor de Pazos al frente del MULT, Rufino Merino. Estaba en una asamblea de su grupo que se celebr¨® baj¨® un amplio cobertizo de hormig¨®n en medio del campo. Formando un c¨ªrculo en sillas de pl¨¢stico hab¨ªa una veintena de hombres adultos, unas pocas mujeres ¨Ctres de ellas vestidas de huipil, la t¨²nica roja tradicional de las triquis; otras con ropa actual¨C, algunos ni?os, uno echado en el suelo durmiendo la siesta, y cuatro j¨®venes de pie haciendo de guardaespaldas. En medio de la pl¨¢cida tarde dominical de la sierra, uno de ellos cargaba al hombro un fusil de asalto. Rufino Merino, vestido de jeans y de camisa azul, con unos zapatos negros austeros pero lustrosos, el celular guardado en una funda en el cintur¨®n, bigote perfilado, dio su versi¨®n del micro-conflicto triqui. Dijo que en la regi¨®n se necesitan infraestructuras, educaci¨®n, salud ¨C¡°Es raqu¨ªtico lo que nos dan¡±¨C, habl¨® con cierta presunci¨®n de los brotes de violencia ¨C¡°Aqu¨ª cuando hay broncas nos matamos cien al a?o, y eso es decir poco¡±¨C y culp¨® a los partidos pol¨ªticos de alentar la ri?a para controlar las administraciones locales ¨C¡°Si ven que no pueden ganar, nos echan a pelear; invierten lana para que nos dividamos y nos matemos¡±¨C. El movimiento que lidera Merino tiene un partido pol¨ªtico, Unidad Popular, que gobierna municipios y cuenta con un diputado estatal. Entre los grupos indigenistas de la zona, el MULT prevalece, y su fuerza tambi¨¦n est¨¢ detr¨¢s del proyecto deportivo de los ni?os.
Hace tres a?os que un exjugador de baloncesto llamado Sergio Z¨²?iga lleg¨® a la regi¨®n para impulsar su Asociaci¨®n de Basquetbol Ind¨ªgena de M¨¦xico. Aprovech¨® que el baloncesto era el deporte favorito de los nativos. Aunque nadie sabe bien c¨®mo lleg¨® a la zona triqui ¨Cunos dicen que lo trajeron los primeros profesores de escuela que llegaron a la comarca, otros que fueron misioneros americanos¨C, los mayores del lugar recuerdan que cuando eran peque?os en las fiestas siempre se hac¨ªan torneos de baloncesto. El premio era un chivo.
Z¨²?iga consigui¨® el respaldo del MULT y organiz¨® una red de entrenamiento que ahora cuenta con m¨¢s de 2.000 ni?os triquis en sus filas. El entrenador mestizo y los l¨ªderes locales concibieron el sistema como una palanca para intentar sacar a los ni?os de la pobreza y de la ignorancia. El problema m¨¢s acuciante al que se enfrentan es la desnutrici¨®n. La dieta diaria de un ni?o triqui se reduce b¨¢sicamente a frijoles y a unas tortillas de ma¨ªz con salsa de chile, o solamente con unos granos de sal. La estatura media de los adultos est¨¢ por debajo del metro sesenta. La meta del proyecto no es llevar a los muchachos a las grandes ligas del baloncesto sino sacar a los que se pueda de las grandes ligas de la miseria. Recientemente han conseguido que el Gobierno estatal les financie un albergue en Oaxaca capital para diez ni?as y diez ni?os, entre ellos Kevin Rufino, Roberto y Arturo. Pero la sede central del proyecto est¨¢ en R¨ªo Venado, un pueblo de la sierra con 400 habitantes y cinco canchas de baloncesto. Una de ellas hace la funci¨®n de plaza central. Mientras los ni?os juegan en ella a toda velocidad, se puede ver cruzar la cancha con calma a una anciana o a una gallina.
Enfrente de la pista de baloncesto est¨¢ la oficina del agente municipal, un sheriff ind¨ªgena autorizado por el gobierno del municipio de Constancia del Rosario, que est¨¢ en manos de un dirigente del partido del MULT. Durante la visita del reportero un grupo de hombres se reuni¨® en el porche de la oficina y alguno de ellos intercambi¨® unas palabras con ¨¦l en un espa?ol rudimentario. Incluso los triquis que lo hablan tienen problemas para comprenderlo. Por ejemplo, si les preguntas si conocen a alguien famoso?¨CMichael Jordan, fue el caso¨C, por conocer entienden haber estado con esa persona, o casi ser su amigo, y te dicen que no, que solo lo han visto por televisi¨®n.
En el mismo porche de esta oficina se aplican los castigos en p¨²blico que determinan los l¨ªderes naturales del pueblo y el agente municipal. De acuerdo con lo permitido por la Constituci¨®n mexicana para los pueblos ind¨ªgenas, R¨ªo Venado, como otros lugares de la zona triqui, se rige por usos y costumbres, no por lo que ellos llaman ¡°ley mestiza¡±, a excepci¨®n de distintos delitos que deben ser instruidos por la Justicia formal. Las faltas que caen del lado de la norma ind¨ªgena en ocasiones se castigan a varazos o dejando al culpable amarrado con una cuerda hasta que pida perd¨®n y se comprometa a portarse bien. Uno de los l¨ªderes reunidos explic¨® que uno de los motivos para esta clase de sanci¨®n es que un hombre maltrate a su mujer. El ejemplo resulta llamativo en una comunidad en la que continua la tradici¨®n de comprar a las mujeres adolescentes a cambio de una dote y en la que es usual la poligamia. El propio presidente municipal tiene ocho esposas.
A R¨ªo Venado se llega por un camino de monta?a tortuoso. Para ir all¨ª en coche desde Oaxaca capital, un trayecto de menos de 300 kil¨®metros, se necesitan seis horas. El estado que presentaba la carretera el fin de semana pasado muestra el abandono de la zona. A mediados de septiembre hubo un hurac¨¢n y dada la falta de inversi¨®n en ingenier¨ªa se hundieron tramos de carretera y hubo decenas de corrimientos de tierra sobre la pista. M¨¢s de un mes despu¨¦s a¨²n quedaba un enorme agujero en un punto y a cada rato la carretera se estrechaba a menos de un carril por culpa de acumulaciones de lodo que no hab¨ªan sido retiradas. El ¨²ltimo tramo para llegar al pueblo es una pista de tierra que se est¨¢ empezando a asfaltar. En el pueblo, las calles tambi¨¦n son de tierra, una tierra roja que con el agua se pone como masilla. Cada vez proliferan m¨¢s las viviendas de bloque, pero la mayor parte de las casas est¨¢n hechas de ladrillos de adobe. Los interiores son oscuros, como si fuera siempre de noche, y huelen al humo de las fogatas de madera de encino en las que cocinan las mujeres.
La casa de la familia de Arturo de Jes¨²s Ram¨ªrez tiene el suelo de tierra. La de Roberto Merino de Jes¨²s ya lo tiene de cemento; su desventaja es que no est¨¢ en el pueblo, sino un kil¨®metro monta?a arriba, sola, engullida por una selva verde en la que abundan dos pilares de la econom¨ªa de auto-subsistencia local: los plataneros y los ¨¢rboles del caf¨¦.
Los entrenadores consideran que Roberto Merino de Jes¨²s es uno de los mayores talentos de la cantera triqui. En su casa viven dos hermanos menores que ¨¦l con su madre, una se?ora de m¨¢s de sesenta a?os que no habla espa?ol. Su padre y otros cuatro hermanos han emigrado. La habitaci¨®n donde duermen la se?ora y los ni?os se compone de un catre con un colch¨®n, una bombilla suspendida de un cable que da algo de luz en medio de la oscuridad cavernosa del hogar y una mesilla sobre la que descansan un televisor averiado, una taza llena de verdura cocida y una copa de lat¨®n que le dieron a Roberto por ser el mejor jugador de un campeonato. ?l es de los pocos triquis que se ha puesto a jugar con tenis de baloncesto. Dice que una se?ora se los regal¨® hace dos meses y que le orden¨® que se los pusiera siempre que jugase. Las zapatillas Nike no le incomodan, y acata la orden de la se?ora, pero Roberto Merino de Jes¨²s preferir¨ªa jugar descalzo.
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