El drama de ser funcionario en Lisboa
El empobrecimiento progresivo de los empleados p¨²blicos portugueses, s¨ªmbolo de una clase media que se hunde d¨ªa a d¨ªa en una vida cada vez peor
Catarina Marcelino tiene 42 a?os, es funcionaria en el Ayuntamiento de Lisboa, vive en las afueras, va y viene en barco todos los d¨ªas, tiene una carrera universitaria, un coche, un marido que estuvo parado pero que ahora se las arregla con empleos peque?os y un hijo al que la abuela recoge de la guarder¨ªa todos los d¨ªas. Ingresaba al mes, por su sueldo, antes del cicl¨®n de la crisis, cerca de 1.300 euros al mes, m¨¢s dos pagas extras. Ahora gana alrededor de 1.000 y solo percibe la extraordinaria de Navidad (la de verano se la diluye el propio Gobierno en los doce sueldos mensuales a fin de amortiguar el impacto de los recortes). A?o a a?o, presupuesto del Estado a presupuesto del Estado, ve c¨®mo su salario mengua y su vida se empobrece y empeque?ece, hasta casi ahogarla.
El pr¨®ximo presupuesto general del Gobierno portugu¨¦s del conservador Pedro Passos Coelho prev¨¦ una nueva rebaja en el sueldo de los funcionarios, que afectar¨¢ a todos aquellos que ganan m¨¢s de 600 euros, m¨¢s o menos el 90% de todos los 700.000 empleados p¨²blicos de Portugal. El Parlamento, entre protestas en la calle, dio el viernes el primer visto bueno a este proyecto con los votos favorables de la coalici¨®n gubernamental de centro-derecha y el rechazo de la oposici¨®n. Y lo aprobar¨¢, con los mismos votos, el pr¨®ximo d¨ªa 26.
El Gobierno prev¨¦ una nueva rebaja salarial a los que cobren m¨¢s de 600 euros al mes
Eso significar¨¢ que Catarina Marcelino ver¨¢ c¨®mo su ya escurrida n¨®mina se reduce, a¨²n m¨¢s, en casi 80 euros, seg¨²n alguna de las tablas que la prensa portuguesa no deja de publicar en lo que ya casi constituye un nuevo g¨¦nero period¨ªstico luso surgido con la crisis. En un pa¨ªs con un 17% de paro, hay muchos que lo est¨¢n pasando peor, pero tal vez nada describa m¨¢s acertadamente la potencia destructora de esta recesi¨®n econ¨®mica en Portugal que la progresiva depauperaci¨®n de su clase media, la gran perdedora de este tiempo que no acaba, reconvertida en clase media-baja sin perspectivas de mejora a medio plazo, abocada a ir renunciando a una calidad de vida que parec¨ªa garantizada.
Catarina Marcelino lo ejemplifica, con tristeza y rabia mezcladas, hablando del tupper diario: ¡°Antes yo com¨ªa en una tasca cercana al trabajo. Barata, pero era una tasca. Ahora no puedo gastar esos tres o cuatro euros diarios. Ahora me llevo la comida de casa, que me hago el d¨ªa anterior, despu¨¦s de atender a mi hijo, en el tiempo que antes dedicaba a mis cosas. Es simb¨®lico. Es injusto y me desespera¡±. Ya no compra libros (¡°nos los intercambiamos, releo los cl¨¢sicos que andaban por casa¡±) ni peri¨®dicos (¡°antes lo compraba siempre, ahora es un lujo, y eso me deprime¡±) y cuenta que hay amigos universitarios de su misma clase social que han decidido ya que no van a aspirar a que sus hijos vayan a la universidad: ¡°Argumentan que cuesta mucho dinero, que no merece la pena y que no es una inversi¨®n segura¡±. Pertenece al Sindicato de los Trabajadores de la Funci¨®n P¨²blica y trata de ara?ar tiempo a todo para reivindicar y luchar contra este destino aparentemente imbatible de recortes sin fin: ¡°Creo que los sindicatos tienen que defender m¨¢s a la clase media. Por eso me afili¨¦¡±.
"Antes com¨ªa en una tasca por 3 o 4 euros; ahora me llevo el 'tupper", dice una trabajadora
Tambi¨¦n en Lisboa, la profesora de Literatura Francesa y Estudios Feministas de la Universidad Nova Teresa Almeida, de 61 a?os, echa cuentas, con una sonrisa amarga. En 2011 cobraba 2.800 euros y ten¨ªa dos pagas. Ahora gana 2.300 y solo una extra. Y el a?o que viene cobrar¨¢ 2.150. Con otra sonrisa, a la pregunta de en qu¨¦ cambi¨® su vida en el d¨ªa a d¨ªa, responde: ¡°En todo. Una amiga m¨ªa dice que ya vamos a El Corte Ingl¨¦s [en el centro de Lisboa hay uno] como el que va a un museo, a mirarlo todo sin tocar nada¡±. Est¨¢ separada, y su hija y su yerno, con trabajos precarios o sin trabajo, viven casi a su costa. ¡°Con mi nieto, somos cuatro a comer siempre. As¨ª que en el supermercado solo se compran marcas blancas. No me compro ropa desde hace a?os. Ya no compro los libros que antes sol¨ªa comprar para completar mi formaci¨®n¡±. Y a?ade: ¡°No me gusta quejarme, porque s¨¦ que hay muchos que lo pasan peor. Y yo por lo menos tengo a mi hija cerca. Otras muchas amigas m¨ªas han visto c¨®mo sus hijos se van a Brasil o a Angola. Y conozco amigas deprimidas por esta pobreza repentina que no salen de casa. Yo me niego a eso¡±.
En la misma universidad, la profesora de alem¨¢n Clarisse Afonso, de 67 a?os, soltera, con un sueldo parecido (y unos recortes parecidos), asegura que, m¨¢s all¨¢ de haberse olvidado de la tarjeta de cr¨¦dito, de viajar, de cambiar el coche de 10 a?os y de comprar ropa, y de tener que ayudar algo a su madre pensionista ¡ªa quien retiraron las subvenciones en el metro y en las cantinas de los centros de d¨ªa¡ª, los sucesivos mordiscos en su salario no le han revolucionado la vida. Pero teme un futuro que parec¨ªa conquistado hace a?os: ¡°Me jubilar¨¦ a los 70 a?os. No podr¨¦ trabajar m¨¢s tiempo. Y las pensiones las est¨¢n recortando. Yo trabajo a¨²n para que me quede la mayor pensi¨®n, para que mi vida no sufra demasiado. Porque, aunque no soy especialmente pesimista, s¨¦ que esto no va a cambiar para mejor, s¨¦ que nos quedaremos as¨ª¡±.
Volver a los a?os sesenta
La vitalista profesora de Literatura Francesa y Estudios Feministas en la Universidad Nova Teresa Almeida cuenta que la crisis que convulsiona el pa¨ªs ha zarandeado tanto a sus habitantes que muchas veces tiene la sensaci¨®n ¡ªno del todo penosa¡ª de haber vuelto a los a?os cincuenta o sesenta. ¡°Como ya no tenemos dinero para ir al cine o a restaurantes, pues bajamos al parque, cerca de casa, y nos vemos los vecinos, y algunos nos estamos conociendo ahora, y eso es bueno¡±.
Pone otro ejemplo: ¡°Ahora cocino mucho m¨¢s en casa, hago compotas y pasteles, que no hac¨ªa desde hace mucho, y ?ah! he aprendido a tricotar¡±. Y a?ade: ¡°Yo provengo de una familia de clase media, aunque entonces la clase media no era tampoco como la clase media de hace unos a?os, mi padre era ingeniero en la f¨¢brica de porcelana Vista Alegre, pero yo heredaba las ropas de mis primas mayores, nada se tiraba, y ahora tengo la sensaci¨®n de que estamos viviendo un tiempo parecido, de que hemos regresado a aquellos a?os, que con todo ten¨ªan algo de bueno¡±. Y concluye: ¡°Ten¨ªamos poco por aquella ¨¦poca, pero no nos falt¨® lo importante. Ahora es igual. Tengo lo importante, mi hija y mi nieta, y un trabajo que me gusta con unos alumnos que me gustan¡±.
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