Tiroteos y deficiente atenci¨®n psiqui¨¢trica, de la mano en EE UU
La frecuencia de estos sucesos pone en evidencia las lagunas de un sistema de salud mental en punto muerto desde hace a?os
Un joven de 20 a?os, Richard Shoop, entr¨® ayer lunes en un centro comercial en Nueva Jersey; dispar¨® balas al aire y, finalmente, se dispar¨® a s¨ª mismo y se mat¨®. Seg¨²n sus amigos y familiares, fumaba marihuana y ten¨ªa antecedentes penales. En esta ocasi¨®n, nadie, aparte de ¨¦l, sali¨® da?ado. ¡°El incidente se refiere a alguien que est¨¢ trastornado y que no estaba recibiendo tratamiento¡±, dijo Chris Cristie, gobernador de este Estado, en rueda de prensa.
El pasado viernes 1 de noviembre otro hombre, Paul Ciancia, de 23 a?os, lleg¨® al aeropuerto de Los ?ngeles con un rifle de asalto y mat¨® a un agente de seguridad de la Agencia de Transporte de Estados Unidos. Ciancia result¨® herido y, seg¨²n sus familiares y amigos, era un ¡°hombre con ideas suicidas¡± y con una ¡°mentalidad muy radical¡±. Ciancia llevaba consigo panfletos ¡°antigobierno¡± y una carta en la que especificaba que ¡°su objetivo era matar a un agente¡±. Su familia intu¨ªa que algo similar podr¨ªa ocurrir. Tampoco se encontraba en tratamiento.
La salud mental y los tiroteos son dos variables que se relacionan con mucha frecuencia cuando ocurre un suceso de este tipo. As¨ª se hizo tambi¨¦n en los casos de Tucson (Arizona), en el que la congresista Gabrielle Giffords recibi¨® un tiro en la cabeza y otras seis personas murieron; en el de Aurora (Colorado), cuando James Holmes entr¨® a una sesi¨®n de cine y dispar¨® a discreci¨®n -dej¨® 12 muertos y 59 heridos-; o el acontecido en Connecticut, cuando Adam Lanza acab¨® con la vida de 20 menores y seis adultos en un colegio de Newtown (Connecticut), entre otros. En todos ellos, alguien sab¨ªa que el ejecutor ten¨ªa problemas psiqui¨¢tricos. Ya fuera la polic¨ªa, el instituto, los servicios sociales u otra instituci¨®n.
El hecho tan recurrente de estos sucesos ha abierto tambi¨¦n un debate en EE UU entre aquellos que culpan a la falta de comunicaci¨®n entre las distintas instituciones y los que denuncian la inexistencia de centros para tratar problemas psiqui¨¢tricos en muchos Estados, lo que ha provocado que estas personas reciban terapia de forma puntual o que, incluso, algunas solo tengan la opci¨®n de acabar recluidas.
Para muchos, los nuevos centros mentales son las c¨¢rceles. El cierre de este tipo de instituciones para su tratamiento lleva siendo una realidad desde la d¨¦cada de los setenta, bajo la presidencia de Jimmy Carter, y que se justific¨® por la falta de presupuesto. Seg¨²n datos federales, habr¨ªa un total de 2,1 millones de plazas reservadas anualmente para reclusos con problemas mentales en las prisiones estadounidenses.
El deficitario sistema para el tratamiento de la salud mental en Estados Unidos es una problem¨¢tica que lleva sobre la mesa d¨¦cadas y que se intenta solucionar desde de la ¨¦poca de John Fidgerald Kennedy, aunque a pesar de las buenas intenciones del expresidente asesinado, no se ha avanzado desde entonces. La situaci¨®n de inoperancia ha dejado a muchos pacientes abandonados, deambulando por las calles de las ciudades, sin casa, sin tratamiento y sin empleo, convirti¨¦ndoles en diana f¨¢cil para cometer alg¨²n delito y terminar en prisi¨®n, o suicidarse.
El 48% de los estadounidenses piensa que la salud mental es una variable muy importante que afecta directamente a que alguien cometa un tiroteo, ¡°algo que se debe ver compensado tambi¨¦n con leyes m¨¢s estrictas sobre control de armas¡±, seg¨²n concluy¨® una encuesta de Gallup elaborada el pasado mes de octubre.
Efectivamente, las recientes tragedias han reavivado el debate nacional sobre la Segunda Enmienda, derecho a tener un arma de fuego para defenderse. Las tasas de homicidios y de posesi¨®n de armas siguen siendo m¨¢s altas en EE UU que en cualquier parte del mundo, aunque la realidad muestra que los tiroteos han disminuido en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas. A pesar de esto, tan s¨®lo en las ¨²ltimas 48 horas se han producido tiroteos en Nueva Jersey, Colorado y Connecticut.
Exactamente, seg¨²n el Centro de Prevenci¨®n y Control de EE UU, se registra, cada hora, una media de tres muertes relacionadas con armas de fuego y siete personas reciben un impacto de bala. Cada d¨ªa, 53 personas utilizan un arma para quitarse la vida.
Han pasado 200 a?os desde que James Madison introdujera la Ley sobre Derechos en la Constituci¨®n, pero nadie puede dudar que la naci¨®n ha cambiado y tambi¨¦n lo han hecho sus armas, aunque parece que ha sido a peor. A pesar de la voluntad demostrada por el presidente de EE UU, Barack Obama, de obtener una mayor restricci¨®n sobre las armas de fuego, su propuesta fue derrotada en el Senado el pasado mes de abril.
La iniciativa no solo encarnaba la apuesta m¨¢s ambiciosa de la legislaci¨®n m¨¢s dura sobre el control de armas presentada en el Congreso en los ¨²ltimos 20 a?os, sino que recog¨ªa una de las principales apuestas para la reducci¨®n de la violencia armada defendidas por Obama. La decisi¨®n supuso un duro rev¨¦s para las aspiraciones de aprobar una ley restrictiva en el control de armas, una prioridad en la agenda pol¨ªtica de la Casa Blanca, tras la matanza de Newtown, y que se reabre una y otra vez, cuando ocurre un tiroteo en alg¨²n punto del pa¨ªs. Aunque parece que nunca termina de cuajar una medida potencialmente buena que cambie a este respecto la mentalidad estadounidense.
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