China reafirma su identidad tras 5.000 a?os de historia
Los nuevos dirigentes quieren sacar de la pobreza a 200 millones de personas
La piedra angular es claramente el presidente. Astuto, inteligente, vivo, reflexivo, se mueve en un universo que mezcla protocolo comunista con cierta ausencia de formalismo a la norteamericana. Carism¨¢tico sin ser hier¨¢tico, capaz de entrar en el juego de preguntas y respuestas, es evidente que encarna un liderazgo m¨¢s moderno. Se ha marcado objetivos a largo plazo, y para ello mantiene su v¨ªnculo con el pasado. ¡°Cinco mil a?os de historia¡± son sus primeras palabras; la guerra del opio es un trauma que convirti¨® China en un pa¨ªs semicolonizado, que, desde entonces, est¨¢ obsesionado con recuperar su grandeza como naci¨®n. Sun Yat Sen es una etapa de la resurrecci¨®n nacional y Mao un h¨¦roe nacionalista, lo cual permite eludir hablar del comunismo. Si bien la palabra ¡°socialista¡± surge de vez en cuando, se trata de un reflejo verbal sin contenido. El desarrollo emprendido hace 30 a?os es la expresi¨®n contempor¨¢nea de esa resurrecci¨®n nacional. El ¡°sue?o chino¡± (palabras textuales) es el siguiente: duplicar el PIB per c¨¢pita de aqu¨ª a 2020 y sacar de la pobreza a los 200 millones de personas que a¨²n la sufren, siguiendo los pasos de los 600 millones que ya han salido de ella. Se trata de conseguir en unas d¨¦cadas lo que los occidentales han hecho en tres siglos. El sistema lo lograr¨¢, tienen buenas ideas y el poder conf¨ªa en ellas. Pero es inevitable que, centrada en su proyecto, China se abstraiga del resto del mundo. Y no puede volver a caer en un aislamiento como el pasado. A pesar de sus ¨¦xitos, sigue siendo un pa¨ªs emergente, y as¨ª es como se ve; en concreto, como l¨ªder natural de los pa¨ªses emergentes. Por tanto, debe asumir su parte de las ¡°responsabilidades¡± propias de los grandes poderes.
De ah¨ª pasamos a la cantinela sobre la gran China como factor de paz. Seguro que hay buenos ejemplos extranjeros a los que ha servido de inspiraci¨®n, pero el ¨²nico que menciona Xi es Singapur. No es extra?o, a juzgar por el comportamiento de los dos singapurenses que forman parte de nuestra delegaci¨®n. La di¨¢spora china no pierde a sus hijos, que son libres y aut¨®nomos pero manifiestan en todo momento una solidaridad inquebrantable con el sistema. Las palabras de Xi ilustran el sentimiento, siempre palpable, de que China vive en un tiempo diferente al nuestro: anclada en su pasado milenario y con la vista puesta en un futuro lejano. La clave de la acci¨®n pol¨ªtica no es el presente inmediato. Esta China, que en teor¨ªa es amiga de todos, en la pr¨¢ctica no tiene m¨¢s que un interlocutor, que es Estados Unidos, y tiene la convicci¨®n de que llegar¨¢ un d¨ªa en el que ni siquiera el pa¨ªs norteamericano seguir¨¢ siendo un rival.
El primer ministro es el complemento tecn¨®crata del presidente. El t¨¢ndem recuerda, con todas sus diferencias, a la pareja Pompidou/Chaban-Delmas. Uno, dedicado a la visi¨®n a largo plazo y el v¨ªnculo nacionalista; el otro, a las reformas. Todo lo que tiene Xi de pac¨ªfico, astuto y firme, lo tiene su primer ministro de vivo, nervioso, inquieto. Los dos hombres dan la impresi¨®n de que se complementan muy bien en sus funciones.
Los ministros y los dem¨¢s miembros del sistema son clones de sus jefes. Las mismas referencias, las mismas frases, pero con menos libertad de expresi¨®n. No obstante, parece que el modelo del gobernador regional y el secretario local del partido est¨¢ m¨¢s anclado en la tradici¨®n: m¨¢s referencias ideol¨®gicas y alusiones al pasado comunista. Todos ellos est¨¢n cortados por un mismo patr¨®n anticuado. Los ministros, por su parte, parecen tecn¨®cratas que hablan poco del partido y m¨¢s de sus reformas, menos del socialismo y m¨¢s de la prosperidad. En cuanto al jefe de Estado Mayor, se muestra como un pac¨ªfico cordero ¡ªdefensa propia, etc¨¦tera¡ª, hasta que se ve obligado a pronunciar la palabra Jap¨®n. Las humillaciones del pasado y la negativa de los japoneses a reconocer sus errores sacan a la luz una ret¨®rica que, sin ser guerrera, s¨ª es belicosa. Y concuerda con el an¨¢lisis del organizador chino de nuestra visita, que tiene un importante papel de ide¨®logo en el aparato. En su opini¨®n, hay tres posibles situaciones internacionales en Asia: la guerra fr¨ªa, conflictos locales calientes y la cooperaci¨®n. China prefiere la tercera hip¨®tesis, pero no tiene miedo (palabras textuales) a caer en las dos primeras.
Todos estos dirigentes desprenden confianza en s¨ª mismos y en el sistema. Creen en sus mecanismos de planificaci¨®n, su capacidad de regular la econom¨ªa, su aptitud para llevar a cabo una apertura controlada al mundo, su dominio de la naturaleza y el ritmo de sus reformas. En el plano pol¨ªtico, se r¨ªen de que Occidente piense que su sistema es anacr¨®nico y que el mercado acabar¨¢ por ignorarlo. En realidad, lo que temen no es ni una revuelta de las clases populares ni la subversi¨®n de la sociedad civil, sino los peligros latentes en el ¨¢mbito comunitario y local. Por eso dan la impresi¨®n de vigilar muy de cerca las reacciones de las minor¨ªas. En el fondo, creen firmemente que es posible tener un equilibrio estable entre apertura y control y que ellos saben c¨®mo hacerlo.
La mejor manifestaci¨®n de esto es el debate sobre las redes sociales. Los estadounidenses que estaban presentes (los fundadores de eBay y LikedIn, el presidente de Google, Arianna Huffington) entonaron un himno a la libertad absoluta en ese campo. Los chinos, apoyados por los dos singapurenses, justificaron su control digital. Seg¨²n ellos, en la red existen universos separados, y el universo chino no tiene nada en com¨²n con el occidental. Lo mismo ocurre con los SMS: en chino, 140 caracteres no son un mensaje, son una novela. El responsable de un medio local dijo que, igual que China adapt¨® a su realidad el marxismo, har¨¢ lo mismo con el mundo digital. El ciberespacio chino no se parecer¨¢ al occidental, porque es necesario atemperar la libertad mediante el rechazo de las ¡°informaciones falsas¡± (textual). China tiene el convencimiento absoluto de que posee el suficiente dominio t¨¦cnico como para instalar todos los cortafuegos que le parezcan necesarios.
Yo suger¨ª a nuestros interlocutores que no metieran a todos los occidentales en el mismo paquete que a los estadounidenses, porque existen tres posturas. La de Estados Unidos es la libertad absoluta. La de China, el control. Y la de Europa, la regulaci¨®n.
En el terreno econ¨®mico, el sistema avanza hacia una nueva ola de reformas liberales, sobre todo en las empresas p¨²blicas y el mundo rural. Dicha ola ir¨¢ acompa?ada de tensiones innegables entre los tecn¨®cratas y los caciques locales. Pero todos los razonamientos se hacen en el marco de una econom¨ªa relativamente cerrada, y resultan coherentes en la medida en que la moneda no sea plenamente convertible. De hecho, la palabra ¡°convertible¡± no se pronunci¨®. Desde luego, con un renminbi convertible, el tipo de planificaci¨®n y control de los conglomerados que tanto gusta al sistema no podr¨ªa sobrevivir. Hoy parece que el poder se aferra a una estrategia que delimita el mercado mediante el control de los grandes par¨¢metros macroecon¨®micos. De ah¨ª que se nieguen, al menos durante los pr¨®ximos a?os, a entrar en la din¨¢mica monetaria cl¨¢sica que implica la moneda convertible.
Todos nuestros interlocutores pertenec¨ªan, de una manera u otra, a la clase dirigente del pa¨ªs. Una ¨¦lite de mandarines a la antigua, de tecn¨®cratas o de funcionarios procedentes del partido. Por eso su ideolog¨ªa sobre el poder se aproxima de forma natural a una ¡°profec¨ªa autocumplida¡±. Primer fundamento: el sistema tiene sus ra¨ªces en una historia milenaria. Segundo fundamento: China posee la organizaci¨®n centralizada m¨¢s antigua que se conoce. Tercer fundamento: el poder se apoya en una ¨¦lite extraordinariamente preparada y competente. De ah¨ª que algunos postulen que existen otras formas de legitimidad adem¨¢s de la democracia occidental, como la competencia y la filiaci¨®n hist¨®rica. Eso permite a los dirigentes chinos alejar la inevitabilidad de una evoluci¨®n democr¨¢tica de tipo occidental y transformar el comunismo para convertirlo en una forma peculiar ¡ªy quiz¨¢ temporal¡ª de un modo de gobierno con siglos a sus espaldas. Todos esos hombres son inteligentes e incluso brillantes. No niegan ni la existencia de una sociedad civil ni el poder de la opini¨®n p¨²blica, pero mantienen que su habilidad consiste en interpretar las se?ales que les env¨ªan esa sociedad y esa opini¨®n sin tener que pasar por un proceso electoral. Es innegable que su voluntad de evitar el paso por el sufragio universal delata su deseo de conservar el poder, pero ese es un reflejo de supervivencia social que disimulan con argumentos de fondo: libres de la presi¨®n de la inmediatez democr¨¢tica, pueden tener visi¨®n de futuro, y sus logros desde hace 30 a?os dan fe de las ventajas que ofrece esa visi¨®n; adem¨¢s, afirman con brusquedad que la unidad de China no resistir¨ªa las vicisitudes de una democracia tradicional.
En definitiva, esta ¨¦lite se r¨ªe del empe?o occidental en creer que la democracia es inevitable. Los occidentales, dicen los dirigentes chinos, consideran que China es un pa¨ªs comunista y que es imposible que un sistema condenado por la historia pueda sobrevivir. En realidad, para sus dirigentes, China es comunista solo en teor¨ªa: incluso les gusta decir que aprendieron mucho del desastre sovi¨¦tico. Ellos est¨¢n convencidos de que la naci¨®n m¨¢s vieja del mundo tiene una tradici¨®n espec¨ªfica de poder y, tras haber recuperado su fuerza y su orgullo, ya no va a permitir que otros le obliguen a transformarse. Entre la visi¨®n occidental ¡ªy sobre todo estadounidense¡ª de que, a la hora de la verdad, la democracia es la ley natural de la humanidad, y la convicci¨®n china de que en el mundo coexisten varios sistemas y que, a su juicio, el suyo es el m¨¢s eficaz, no hay hueco para un compromiso ideol¨®gico. Pero ese divorcio filos¨®fico no es incompatible, dicen los chinos, con mantener buenas relaciones con Occidente, siempre que este reconozca su irredentismo y su especificidad.
Queda por resolver una cuesti¨®n: ?est¨¢n en gestaci¨®n en la sociedad civil fuerzas capaces de poner a la defensiva a un poder tan seguro de s¨ª mismo, tan orgulloso de su pasado y de sus ¨¦xitos y que, en el fondo, tanto desprecia el sistema occidental?
Unas cuantas conclusiones breves y desordenadas:
China ser¨¢ un d¨ªa un pa¨ªs ¡°ecol¨®gico¡±. La presi¨®n de la realidad es demasiado fuerte y el sistema ya es consciente de ello. Pero eso no significa que se pliegue a unas normas internacionales. Controlar¨¢ la contaminaci¨®n a su ritmo y a su manera.
Su motor es el orgullo nacional de haber recuperado el papel que este imperio tuvo durante milenios. El orgullo nacional va de la mano del nacionalismo, pero ?el nacionalismo ir¨¢ de la mano del imperialismo? Imposible de predecir.
Los chinos est¨¢n francamente inc¨®modos con la seguridad estadounidense sobre la superioridad de los valores occidentales y su falta de profundidad hist¨®rica. Desde este punto de vista, con su enfoque m¨¢s relativista y su sentido de la Historia, los europeos son mejores interlocutores. Tenemos una funci¨®n que desempe?ar, m¨¢s si pensamos que, en su relaci¨®n con el resto de Asia, la estrategia china oscila entre la dominaci¨®n y la cooperaci¨®n. Cuando se inclinan hacia esta ¨²ltima, el proceso comunitario que ha representado la construcci¨®n europea les plantea interrogantes, o al menos les interesa.
Seguros de s¨ª mismos cuando se trata de retos econ¨®micos y sistemas pol¨ªticos, los chinos no tienen a¨²n demasiado claro c¨®mo desempe?ar su papel de gran potencia en el escenario internacional. Por un lado, est¨¢n ¨¢vidos de responsabilidad y respetabilidad, pero, por otro, no dominan todav¨ªa las habilidades intr¨ªnsecas de su posici¨®n en el mundo y siguen pensando como punta de lanza de los pa¨ªses emergentes. Tambi¨¦n en este aspecto, los europeos pueden contribuir, si se diferencian de los norteamericanos.
Para los europeos que, pese a ser m¨¢s sensibles que los estadounidenses con respecto al pasado, tienen tendencia a volverse cada vez m¨¢s ¡°cortoplacistas¡±, la oligarqu¨ªa china es un elemento que recuerda al mismo tiempo el sentido de la Historia y el valor de una visi¨®n de futuro.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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