Derribar el muro para borrar los grafitis
Una reciente sentencia ha generado pol¨¦mica al responsabilizar a una web por los comentarios ofensivos escritos por sus usuarios
Una reciente sentencia ¨Cen proceso de revisi¨®n- del Tribunal de Estrasburgo, ha generado una enorme pol¨¦mica en Europa, al responsabilizar a un sitio web por los comentarios ofensivos escritos por sus usuarios. Curiosamente, el fallo ha encontrado defensores m¨¢s all¨¢ de Europa. De eso da fe, el entusiasta respaldo que el Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Diego Garc¨ªa Say¨¢n, le dio a dicha sentencia, en una columna de opini¨®n publicada en EL PA?S. En su car¨¢cter de presidente de la Corte Interamericana, Garc¨ªa Say¨¢n sin duda cuenta con las condiciones para opinar sobre los pronunciamientos de sus pares en otros tribunales de derechos humanos. No obstante, resulta sorprendente que su columna no d¨¦ cuenta de las fuertes cr¨ªticas que surgieron en torno a este fallo por sus negativas consecuencias para el ejercicio de la libertad de expresi¨®n en los medios digitales.
El Tribunal Europeo al conocer el caso Delfi v. Estonia, examin¨® la responsabilidad del portal Delfi por comentarios, en parte an¨®nimos, dejados por los usuarios respecto de un art¨ªculo sobre una compa?¨ªa de ferris. En el art¨ªculo se afirmaba que las rutas establecidas por la compa?¨ªa imped¨ªan que los isle?os de Estonia pudieran navegar por caminos en el hielo, una alternativa m¨¢s econ¨®mica para ellos durante el invierno boreal. Algunos comentarios conten¨ªan expresiones sumamente ofensivas contra uno de los gerentes de la empresa de ferris. La sentencia Delfi v. Estonia concluy¨® que el portal era civilmente responsable por los comentarios de los usuarios al incumplir su supuesta obligaci¨®n de prevenir dicha publicaci¨®n.
Lo que Garc¨ªa Say¨¢n no menciona al defender la sentencia, es que el portal elimin¨® los comentarios agraviantes el mismo d¨ªa que recibi¨® una queja de los abogados de la empresa de ferris. Tampoco encuentra relevante, que el gerente de la compa?¨ªa enviara la queja por correo postal, a pesar de que en el portal exist¨ªa la opci¨®n de denunciar comentarios abusivos al instante, con un s¨®lo clic. Es decir, dif¨ªcilmente podr¨ªa sostenerse que Delfi, que no edita ni lee previamente los m¨¢s de 10.000 comentarios que recibe cada d¨ªa, haya tenido una conducta editorial negligente cuando hab¨ªa dado a los usuarios la posibilidad de denunciar y remover este tipo de contenidos de una manera pronta y efectiva.
M¨¢s all¨¢ de la omisi¨®n de aspectos f¨¢cticos relevantes como los mencionados, lo m¨¢s sorprendente del argumento de Garc¨ªa Say¨¢n, es que no haya continuado elaborando su propio razonamiento hasta alcanzar la conclusi¨®n l¨®gica.
Lo que Garc¨ªa Say¨¢n propone en su columna es, b¨¢sicamente, la responsabilidad objetiva de los sitios web que publican contenidos generados por usuarios. Dichos sitios, para eximirse de responsabilidad, deber¨ªan instalar un sistema que, ante todo, permita impedir que aparezcan comentarios difamatorios, incluso durante unas pocas horas o minutos. Esta obligaci¨®n se extender¨ªa por igual a operadores grandes y peque?os, desde Facebook hasta la persona que publica un blog local. Inevitablemente, estos sistemas de filtrado, se convertir¨ªan en instrumentos de censura previa, incluso de expresiones leg¨ªtimas. Adem¨¢s, muy pocos operadores en l¨ªnea podr¨ªan permitirse el lujo de contar con un ej¨¦rcito de abogados que se ocupen de ¡°limpiar¡± escrupulosamente los comentarios de los usuarios eliminando aquellos que puedan ser considerados ofensivos, y entonces optar¨¢n por ser extremadamente precavidos, depurando todos los comentarios que puedan ¡°pasarse de la raya¡±.
Tal vez esto no represente un problema existencial para las grandes cadenas de noticias en las regiones m¨¢s pr¨®speras del mundo. Pero s¨ª afectar¨ªa severamente a fuentes en l¨ªnea que, como el propio Garc¨ªa Say¨¢n reconoce, han tenido un rol clave en la democratizaci¨®n informativa en la era digital: voces independientes en pa¨ªses donde los principales medios de comunicaci¨®n se encuentran bajo un estricto control gubernamental o en manos de unos pocos actores.
Una sentencia similar dictada por un tribunal de Tailandia condujo a que Prachatai, el principal portal en l¨ªnea de ese pa¨ªs, tuviera que cancelar los foros de usuarios durante un largo per¨ªodo. Con apenas media docena de empleados, el sitio no pod¨ªa evaluar en tiempo real el promedio de 10.000 comentarios que se recib¨ªan cada d¨ªa. Y el gerente de Prachatai recibi¨® una pena de prisi¨®n en suspenso por no haber actuado con suficiente celeridad para eliminar un comentario que se consider¨® agraviante para la monarqu¨ªa tailandesa.
Desafortunadamente un escenario como el de Prachatai no lo podemos descartar en Am¨¦rica Latina, donde legisladores y jueces han sido muy lentos para adecuar las tradicionales normas de responsabilidad al dinamismo propio del Internet. Asimismo, en una reciente sentencia que dict¨® por estrecha mayor¨ªa (4 a 3) la Corte que preside Garc¨ªa Say¨¢n ¡ª ver Jos¨¦ Miguel Vivanco ¡°Grav¨ªsimo retroceso¡±?¡ª por primera vez ese tribunal considera leg¨ªtimo condenar a prisi¨®n a un periodista que denunci¨® malos manejos de bienes p¨²blicos. Lo ¨²nico que uno podr¨ªa esperar, es que esta sentencia sea recordada como una aberraci¨®n en la jurisprudencia sobre libertad de expresi¨®n de la Corte.
La sentencia del Tribunal Europeo en el caso Delfi se aparta radicalmente de las tendencias que prevalecen en los pa¨ªses democr¨¢ticos. Tanto en la Uni¨®n Europea como en Estados Unidos, en general no se atribuye responsabilidad a los operadores de sitios web por las transgresiones de terceros, del mismo modo en que, como se?al¨® un juez brit¨¢nico, tampoco se culpabiliza al propietario de un muro por los grafitis que alguien pueda escribir en este durante la noche.
Por ¨²ltimo, cabe hacer una aclaraci¨®n sobre los derechos de los ciudadanos comunes que usan Internet. La responsabilidad objetiva que promueve Garc¨ªa Say¨¢n, posiblemente implique el fin de los comentarios an¨®nimos, dado que es muy dif¨ªcil que los sitios web quieran asumir responsabilidad por comentarios de usuarios que no pueden ser identificados. El anonimato es una cuesti¨®n compleja, y probablemente algunos usuarios se amparen en ello para lanzar improperios sin ninguna responsabilidad. Sin embargo, como concluye un estudio de la Asociaci¨®n Mundial de Peri¨®dicos, editores de todo el mundo consideran que los comentarios an¨®nimos enriquecen y democratizan los debates en Internet. En efecto, no es necesario vivir en Corea del Norte para apreciar el valor del anonimato. La pr¨®xima vez que est¨¦n por hacer un comentario en l¨ªnea que no estar¨ªan dispuestos a mostrar a su empleador, a funcionarios de su gobierno o incluso a miembros de su familia, deber¨ªan reflexionar sobre lo que realmente est¨¢ en juego en este debate.
*Darian Pavli es abogado de Open Society Justice Initiative
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