Con el agua al cuello
Harto de ver sus nombramientos vetados en el Senado,Obama ha dado un golpe de mano pol¨ªtico
El cementerio nacional de Arlington es el lugar m¨¢s impresionante de Washington, el que provoca una emoci¨®n m¨¢s profunda en el visitante en una ciudad monumental planificada para el asombro. El mi¨¦rcoles, los presidentes dem¨®cratas Obama y Clinton rindieron homenaje a uno de los suyos, el asesinado John Fitzgerald Kennedy, en la verde e impoluta ladera de la principal colina de Arlington donde reposan sus restos bajo una llama nunca apagada desde hace ya 50 a?os. Desde ese lugar en Virginia, al otro lado del Potomac, se divisan en el horizonte plano de la capital federal el Capitolio y el mausoleo de Lincoln. Solamente lo que queda de la dinast¨ªa Kennedy, encabezada por Ethel, la viuda de Robert, el ex fiscal general, un nieto de JFK, hijo de Carolyne, hoy embajadora en Jap¨®n, y otros sobrinos del ex presidente asistieron a la austera ceremonia, cerrada por el toque de silencio y oraci¨®n de una corneta militar. Las im¨¢genes reflejan el cierre de una ¨¦poca, la de las guerras exteriores norteamericanas, desde Vietnam a Afganist¨¢n, muchas de cuyas v¨ªctimas reposan en las praderas de Arlington.
El ¨²ltimo interrogante, sin respuesta posible, suscitado al cumplirse medio siglo de los disparos de Dallas es saber si Kennedy, reelegido para un segundo mandato, se hubiera retirado de Vietnam
Curiosamente el ¨²ltimo interrogante, sin respuesta posible, suscitado al cumplirse medio siglo de los disparos de Dallas es saber si Kennedy, reelegido para un segundo mandato, se hubiera retirado de Vietnam. Si algo une hoy a los estadounidenses es el profundo cansancio de las intervenciones exteriores. Esta evidencia respalda el intento de Obama de buscar la distensi¨®n con Ir¨¢n, evitando que se dote de la bomba at¨®mica sin utilizar la fuerza. Una cuesti¨®n por si sola capaz de hacer o deshacer su presidencia. Desenchufado del recuerdo de JFK, Obama regres¨® a la Casa Blanca cruzando el r¨ªo, sabedor de que en estas semanas, justo antes de cumplir el quinto a?o como presidente, se est¨¢ jugando su puesto en la historia. Su presidencia pierde pie. Acosado en su propio pa¨ªs por una oposici¨®n que le niega el pan y la sal, a lo que se a?ade su propia inepcia a la hora de gestionar una cuesti¨®n tan vital como su pol¨¦mica reforma sanitaria, y abandonado en el exterior por sus aliados que desconf¨ªan del primer presidente negro, que empieza a devolvernos ¡ªAlemania es un buen ejemplo tras la crisis del espionaje de la NSA¡ª la imagen que ya se cre¨ªa desaparecida del ¡°Americano feo¡±. El semanario The Economist muestra con lucidez esta zozobra en la portada de su ¨²ltimo n¨²mero. El mes¨ªas que caminaba sobre las aguas, as¨ª fue recibido en 2008, aparece con el agua al cuello. Hasta ahora su discurso no se corresponde con lo realizado. ?Le resta a¨²n tiempo para darle la vuelta a la situaci¨®n y dejar la presidencia con un legado recordado por lo que hizo y no por lo que era? Va a intentarlo abandonando su modo contemplativo, reflexivo pero distante de dirigir, como si desde?ara arremangarse y sumergirse en el lodo del proceso pol¨ªtico.
El incremento de la polarizaci¨®n producida desde su llegada al poder, atizada por un partido republicano irreconocible, abducido por una minor¨ªa radical libertaria, ha complicado enormemente el gobierno de EE UU. La minor¨ªa republicana consigue paralizar el proceso legislativo neg¨¢ndole funcionalidad al Ejecutivo. Las dudas de Obama, que ha sepultado gran parte de su presidencia en un intento in¨²til de lograr el consenso, no han ayudado. Ahora es evidente que el presidente accedi¨® a la Casa Blanca ayuno de experiencia y preparaci¨®n pol¨ªticas; decidi¨® rodearse de equipos de j¨®venes incondicionales que no le ayudaron a romper su aislamiento. Le ha faltado m¨¢s materia gris entre sus colaboradores y un mejor entendimiento de c¨®mo funciona Washington y lo ut¨®pico que resulta cambiarlo desde la presidencia.
Finalmente, ha dado un golpe de mano pol¨ªtico, harto de ver sus nombramientos vetados en el Senado por los republicanos ejerciendo un filibusterismo legal. Ya no necesitar¨¢ la supermayor¨ªa de 60 senadores para nombrar a quien quiera, excepto a los jueces del Tribunal Supremo. Obama reconoce que el voto mayoritario que los ciudadanos le dieron en el Senado ya no sirve ni para cumplir las m¨¢s elementales tareas diarias del Gobierno. Es una decisi¨®n excepcional, dictada en nombre del sentido com¨²n, que altera el equilibrio del poder en Washington. Sin embargo, para los republicanos el presidente decreta un peligroso estado de excepci¨®n, que se volver¨¢ contra los dem¨®cratas cuando los ciudadanos les concedan a ellos la mayor¨ªa. El tiempo de la pol¨ªtica en las democracias es el electoral, muy corto, insuficiente para resolver las inquietudes y mejorar la vida de los ciudadanos. Xi Jinping en China ejerce su peculiar socialismo de Estado planificando a 10 a?os, sin Congreso, sin elecciones que entorpezcan su objetivo de garantizar la estabilidad y el crecimiento sin democracia. Lo tiene m¨¢s f¨¢cil.
Es evidente que Obama accedi¨® a la Casa Blanca ayuno de experiencia y preparaci¨®n pol¨ªticas; y decidi¨® rodearse de equipos de j¨®venes incondicionales que no le ayudaron a romper su aislamiento
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