?Deber¨ªamos hablar todos espa?ol y portugu¨¦s?
EL PA?S ahora tambi¨¦n habla portugu¨¦s. La llegada del peri¨®dico a Brasil supone el abrazo de dos idiomas
Este diario habla desde ahora tambi¨¦n portugu¨¦s. Ha sido el abrazo de las dos lenguas hermanas de un continente al que le divide sobre todo la lengua, seg¨²n me dicen algunos intelectuales. Dos lenguas pre?adas de historia y de cultura, cunas ambas de una literatura envidiable en el mundo.
Medio continente de Am¨¦rica Latina habla la lengua de Cervantes y Garc¨ªa M¨¢rquez y la otra media- como dec¨ªa anteayer en una entrevista a este diario, la presidenta de la Academia de las Letras de Brasil, Ana Mar¨ªa Machado- habla el portugu¨¦s de Camoes y de Guimar?es Rosa. Brasil m¨¢s que un pa¨ªs es casi la mitad del continente.
?Deber¨ªamos, entonces, hablar todos espa?ol y portugu¨¦s? Es una pregunta que se hicieron algunos brasile?os cuando se aprob¨® aqu¨ª, hace unos a?os la ley que obligaba a las escuelas p¨²blicas a ofrecer obligatoriamente, a los alumnos que lo pidieran, la ense?anza del espa?ol.
Las leyes, sin embargo, acaban en letra muerta si no existe la voluntad de los pol¨ªticos y los ciudadanos de cumplirlas. Y esa voluntad depende de mil imponderables.
En el caso de Brasil, me lo recordaba Machado, y lo he comprobado en los 15 a?os que llevo informando desde este pa¨ªs, los brasile?os entienden mucho mejor el espa?ol que nosotros el portugu¨¦s. Por una simple raz¨®n fon¨¦tica: nuestras vocales son todas abiertas, sin nasales, las de ellos son m¨¢s moduladas. Las nuestras son m¨¢s marcadas, las de ellos m¨¢s sinuosas, m¨¢s curvil¨ªneas, m¨¢s musicales. La expresi¨®n, por ejemplo, de car¨¢cter sexual de queja : po ( ni la pronuncian entera)¡, no sonar¨¢ nunca como nuestro joder o carajo.
Me refiero al espa?ol de Espa?a, porque el que se habla en general en Latinoam¨¦rica de alguna forma se acerca m¨¢s a la musicalidad brasile?a. Cuando me invitan a un programa de televisi¨®n siempre me advierten: ¡°si prefiere hablar espa?ol, puede hacerlo, nuestros oyentes lo entienden¡±. Algo que no ocurre al rev¨¦s. A los brasile?os les cuesta a veces m¨¢s trabajo entender el portugu¨¦s de Portugal.
Hay sonidos de los brasile?os que un espa?ol necesita a?os, si es que lo consigue, para pronunciarlos como ellos, como p?o, cora??o o paix?o. Un amigo mio me dijo un d¨ªa: cuando pronuncies bien esas dos palabras, puedes decir que hablas ¡°brasileiro¡±, antes, no.
A¨²n no lo hablo, porque nunca me sale redondo como a ellos ese eco que dejan en el aire al pronunciar pan y coraz¨®n o paix?o.
Y es quiz¨¢s esa diversidad la que lleva, como he visto por experiencia propia, a muchos de habla hispana a desear aprender portugu¨¦s, sobre todo el de Brasil, porque dicen que es ¡°muy dulce¡± y les encanta escuchar las letras de los grandes m¨²sicos como Chico Buarque, Gilberto Gil, Miltom Nascimento, Caetano Veloso, Maria Beth?nia y un largo etc¨¦tera. Son sonidos que embelesan.
Acostumbrado a los sonidos estridentes de los altavoces de nuestros aeropuertos espa?oles, la primera vez que llegu¨¦ a Brasil en uno de los viajes del papa Juan Pablo II, una voz femenina , casi como un lamento sensual, avis¨® por megafon¨ªa : ¡°Proxima destina?ao Manaus¡±. Me qued¨¦ extasiado. Un compa?ero espa?ol de la comitiva papal muy castizo, enviado especial de Radio Nacional de Espa?a, me dijo: ¡°Es que uno se derrite de gusto¡±. Y a?adi¨®: ¡°Es que nosotros hablamos muy bruto¡±.
A los brasile?os, sin embargo, les gusta tambi¨¦n escuchar espa?ol. Te piden que se lo hables, sobre todo si se trata de poes¨ªa, por ejemplo de Lorca o Neruda. A nosotros nos puede parecer dura nuestra lengua al lado de ese deje musical suyo, pero a ellos les gusta, la encuentran sonora, con una musicalidad, dicen, diferente. Y los que han estudiado un poco de espa?ol se animan enseguida a lanzarse al ruedo. Y al hablar nuestra lengua le encajan graciosamente la musicalidad del portugu¨¦s brasile?o.
Estamos hablando de dos lenguas hermanas porque nacen de una misma cepa latina. No hablamos del portugu¨¦s y el alem¨¢n o el sueco.
Uno de los sue?os de los brasile?os de clase media es visitar Espa?a. Muchos me piden siempre consejos de rutas. Vuelven siempre fascinados y se traen en la memoria frases en castellano que te las ofrecen como un regalo. Y suenan aterciopeladas en su boca. Les pasa tambi¨¦n, por ejemplo con los mexicanos y los dem¨¢s pa¨ªses latinoamericanos. A los argentinos, uno de los lugares privilegiados del turismo brasile?o en Am¨¦rica Latina junto con M¨¦xico, Per¨² o Chile, suelen imitar con gracia, al volver de Buenos Aires, su acento porte?o.
Todo esto para decir que yo que amo ya a este pa¨ªs como parte de mi, aunque a veces algunas cosas de su car¨¢cter me sigan irritando. Como a ellos deben irritarles otras tantas m¨ªas. Me siento feliz de ver que este peri¨®dico con vocaci¨®n global e iberoamericana haya decidido hablar tambi¨¦n portugu¨¦s y desde aqu¨ª, desde Brasil y con una redacci¨®n mayoritariamente brasile?a.
Son estos gestos, m¨¢s que las leyes, los que nos puede llevar a ambos, sin darnos cuenta, a ser biling¨¹es sin leyes que nos obliguen a ello, con la sola fuerza de la simpat¨ªa rec¨ªproca que se crea con di¨¢logo, con intercambio de cultura, conoci¨¦ndonos mejor, trabajando juntos, porque como dec¨ªa la acad¨¦mica Ana Mar¨ªa Machado, de ese modo descubriremos que ¡°somos m¨¢s parecidos y menos distantes de lo que supon¨ªamos¡±.
Ah, a los brasile?os les gusta tambi¨¦n menos el dolor y la tragedia que a nosotros. Son m¨¢s proclives a la alegr¨ªa sensual. Es curioso, por ejemplo que la palabra dolor en espa?ol, dolore, en italiano, douleur en franc¨¦s. En portugu¨¦s usan la forma m¨¢s breve de todas. La han reducido, ya que no pod¨ªan eliminarla, a una sola s¨ªlaba: dor. Y hasta la pronuncian bajito. ¡°E uma dor¡¡± ,exclaman ante algo triste o ante una desgracia, y la s¨ªlaba dor casi se acaba perdido en el suspiro.
Somos, juntos, hispanoablantes y de lengua portuguesa, una de las mayores poblaciones del mundo. Lo que nos separa es mucho menor de lo que nos une. Y adem¨¢s, la modernidad nos est¨¢ eliminado la distancia f¨ªsica. Pronto atravesaremos el Atl¨¢ntico o llegaremos de Brasil a Madrid o M¨¦xico en menos tiempo que a veces empleamos embotellados en un coche, en S?o Paulo o R¨ªo. Est¨¢n cambiando los conceptos de tiempo y espacio. Todo tiempo a acercarse ?Solo nosotros seguiremos distantes y separados hablando dos lenguas, que, como dec¨ªa Machado, casi se entienden?
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