En el Mundial, los pol¨ªticos no meten gol
Existe en todo el mundo la tentaci¨®n de los pol¨ªticos, de cualquier color, de usar los triunfos deportivos para sus intereses. Pero el f¨²tbol es de la calle
Los que tiran a puerta, los que meten gol, los que prepararan la jugada para que la pelota reviente la red, los que luchan para defender la porter¨ªa son los jugadores, no los pol¨ªticos. Ellos no marcan goles en la arena.
El Mundial es de la gente, de los aficionados, de todos, porque en la pasi¨®n por el f¨²tbol no existen diferencias de clases. Cuando Brasil marca un gol se ponen en pie, gritando de gozo, desde los favelados a los banqueros. Pueden aplaudir tambi¨¦n los pol¨ªticos, pero ellos no marcan, no ganan ni pierden. El f¨²tbol es de la calle.
Digo esto porque existe en todo el mundo la tentaci¨®n de los pol¨ªticos, de cualquier color, del Gobierno o de la oposici¨®n, de usar esos triunfos a su ventaja. Ven los goles y las victorias como recolectores de votos en funci¨®n de sus c¨¢lculos electorales o bien como el opio del pueblo, como afirmaba Marx de la religi¨®n. El f¨²tbol como cortina de humo que impide ver las llagas de la realidad social.
La tentaci¨®n es real en todas las formas de la pol¨ªtica, desde las dictaduras a las democracias modernas. En las primeras lo suele ser m¨¢s, o por lo menos es m¨¢s descarado. En ellas, los dictadores y sus ac¨®litos se consideran los verdaderos destinatarios de los triunfos del deporte.
Recuerdo haber vivido, en Madrid, uno de esos momentos que, hoy me pone a¨²n los pelos de punta. Estaba en pleno vigor la dictadura del general Francisco Franco y, en el estadio Bernab¨¦u de Madrid, se iba a celebrar un encuentro Espa?a-Rusia. La propaganda franquista pintaba a los rusos poco menos que como monstruos. La gente sencilla sali¨® para ver a aquellos extra?os. Una se?ora madrile?a, al ver a los atletas, coment¨®: ¡°Pero, hija, ?si son guapos y altos!¡±. No ten¨ªan rabo como casi los hab¨ªan pintado.
Las circunstancias hist¨®ricas llevaron a convertir aquel juego en un acto pol¨ªtico. Franco, que sal¨ªa muy poco por miedo a un atentado, fue al partido. Lo presid¨ªa como un emperador. Los ojos estaban puestos m¨¢s en ¨¦l que en las selecciones. De repente, Espa?a marc¨® un gol. El estadio en pie fue un solo grito: ?A qui¨¦n? ?Al equipo, al jugador que marc¨® el gol? No. El estadio grit¨®: ¡°?Franco, Franco, Franco!¡±. Era el caudillo, no el futbolista, el que hab¨ªa marcado el gol. ?Y contra los rusos comunistas!
Los pol¨ªticos -dictadores o dem¨®cratas- no marcan goles. Ni los resultados del f¨²tbol, ni siquiera los del Mundial, deber¨ªan ser utilizados en clave pol¨ªtica.
El a?o pr¨®ximo, Brasil disputar¨¢ dos Mundiales: el del f¨²tbol y el de las elecciones pol¨ªticas. Los dos son importantes, pero no tienen por qu¨¦ cruzarse. Son dos juegos diferentes. El f¨²tbol en las democracias es como el postre de la comida, el dulce final. Es un momento de relajamiento, de disfrute colectivo, de justa distensi¨®n para aliviar la tensi¨®n del trabajo y de la vida, pero no lo m¨¢s importante.
Ojal¨¢ en junio pr¨®ximo, gane Brasil. El equipo del Mundial es un equipo renovado. Estar¨¢ arropado por la afici¨®n. Ser¨ªa una alegr¨ªa, no solo para los brasile?os sino para los millones de aficionados de todo el mundo que aman a la canarinha y su forma de jugar.
Las elecciones, la pol¨ªtica, son otra cosa. Mucho m¨¢s importante, porque juega con nuestra vida, con nuestros intereses. Si gana Brasil no ser¨¢n los pol¨ªticos los que ganan, ni ello deber¨ªa darles m¨¢s votos, y si pierde tampoco deber¨ªa afectarles. El f¨²tbol es otra cosa.
En la pol¨ªtica, los que marcan gol o sufren penaltis son los presidentes, los gobernadores, los senadores y diputados, los alcaldes y concejales. Los goles que ellos deben marcar y por los que ser¨¢n juzgados, tanto el Gobierno como la oposici¨®n, son otros: marcan gol cada vez que el PIB sube un punto, o lo baja la inflaci¨®n. Cuando sube la renta y bajan los intereses; cuando crece la industria y predomina la invenci¨®n, cuando los transportes p¨²blicos son dignos de seres humanos.
Marcan gol cada da vez que disminuyen los asesinatos, los asaltos, los secuestros, las balas perdidas. Meten gol cada vez que una favela es pacificada, pero de verdad. Cada vez que menos Amarildos son sacrificados atrozmente. Marcan gol cada vez que un corrupto entra en la c¨¢rcel. O que la ciudad est¨¢ m¨¢s limpia o que las cuentas p¨²blicas son m¨¢s transparentes, o cuando crecen los espacios de democracia y de participaci¨®n ciudadana. O cuando aumenta el n¨²mero de ciudadanos lectores. Cada joven que se abre paso en la vida, que lucha para realizar el sue?o de crear su peque?a empresa, es un gol de los pol¨ªticos.
Marcan gol cada vez que se hacen cre¨ªbles. Cuando, en vez de mentir, reconocen sus errores. Solo entonces ser¨¢n reconocidos tambi¨¦n sus ¨¦xitos.
Brasil est¨¢ disputando dos mundiales: el del f¨²tbol y de la modernidad; el del bal¨®n y el de la lucha por ser un pa¨ªs m¨¢s justo, menos desigual, menos corrupto, con mayor conciencia ciudadana.
Ojal¨¢ Brasil gane los dos Mundiales, y ojal¨¢ los brasile?os sepan distinguir, a la hora de aplaudir a los pol¨ªticos, a los que aciertan en porter¨ªa de los que se marcan solo faroles.
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