La revoluci¨®n est¨¦ril
A veinte a?os del levantamiento zapatista, m¨¢s del 78% de la poblaci¨®n de Chiapas es pobre La presencia ind¨ªgena en la pol¨ªtica es todav¨ªa una tarea pendiente
Dos hombres j¨®venes, con el rostro cubierto tras un pasamonta?as y aparentemente desarmados, vigilan la entrada a la comunidad rebelde de Oventic, en el municipio de San Andr¨¦s Larr¨¢inzar. Conocido en 1996 por albergar la sede de los di¨¢logos entre el Gobierno y el Ej¨¦rcito Zapatista de Liberaci¨®n Nacional (EZLN) hoy este pueblo, con la plaza sucia y una escuela quemada solo aparece en la lista de uno de los programas estrella de la federaci¨®n para erradicar la pobreza, la Cruzada Nacional Contra el Hambre. Como San Andr¨¦s Larr¨¢inzar, otras nueve localidades chiapanecas integran el triste ranking de los 15 municipios con mayor porcentaje de pobreza. A tres horas en carro de la capital de Chiapas, Tuxtla Guti¨¦rrez, y en medio de la monta?a, el poblado de Oventic es uno de los cinco caracoles -comunidades zapatistas- creados tras la revoluci¨®n de 1994, cuando los campesinos del sureste mexicano declararon la guerra al Gobierno del presidente Carlos Salinas. Son las nueve y media de la ma?ana de un s¨¢bado de diciembre, apenas dos semanas antes de que se cumplan veinte a?os de la aparici¨®n p¨²blica del EZLN. El movimiento encabezado por el subcomandante Marcos reclamaba la propiedad de las tierras y un mayor reparto de las riquezas. En esta zona, la m¨¢s pobre entre las pobres, la reforma agraria promovida tras la revoluci¨®n de 1910 no devolvi¨® la tierra a los campesinos. Hoy, a dos d¨¦cadas de la insurgencia, el desarrollo econ¨®mico y social de la zona, la educaci¨®n y la presencia de los pueblos ind¨ªgenas en la pol¨ªtica estatal y nacional, siguen siendo tarea pendiente.
¡°En un principio el EZLN quer¨ªa llegar a la capital del pa¨ªs, hacerse con el poder y comenzar los cambios estructurales. Este planteamiento cambi¨® por completo¡±, asegura V¨ªctor Hugo L¨®pez Rodr¨ªguez, director del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolom¨¦ de las Casas (Frayba).
¡°Chiapas debe convertirse en un Estado moderno, seguimos teniendo los peores n¨²meros del pa¨ªs, la mayor tasa de analfabetismo y los municipios m¨¢s pobres. Necesita crecer y dejar de depender del Gobierno de Chiapas, un proyecto pol¨ªtico y econ¨®mico que aproveche todo el potencial que tiene¡±, se?ala el profesor Andr¨¦s F¨¢bregas Puig, doctor en antropolog¨ªa del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropolog¨ªa Social (CIESAS).
Las cifras oficiales le dan la raz¨®n: 55 municipios del Estado est¨¢n dentro de la Cruzada Contra el Hambre, que alberga 400. El programa social, sin embargo, ¡°no llega a las comunidades zapatistas por no cumplir los criterios que pide el Gobierno, como el pago de impuestos por la tierra¡±, asegura el director del Frayba.
Seg¨²n el Consejo Nacional de Poblaci¨®n, Chiapas es la segunda entidad con mayor grado de marginaci¨®n, donde el 78,4% de la poblaci¨®n vive en situaci¨®n de pobreza. La Encuesta Estatal de Ingreso y Gastos de los Hogares 2011 establece que el promedio de hogares vive con 6.489 pesos mensuales (unos 500 d¨®lares), la mitad que en el resto de M¨¦xico. Adem¨¢s, Chiapas tiene el ¨ªndice m¨¢s alto de analfabetismo, un 18%, el triple de la media nacional.
La paz est¨¢ sujeta con hilos muy delgados en Chiapas
El director del Frayba reconoce que las causas que originaron el conflicto zapatista no se han resuelto: ¡°La violencia estructural es m¨¢s vigente que nunca: pobreza, impunidad, criminalizaci¨®n. Lo que cambi¨® es que se visibiliz¨® el actor, se cre¨® el sentido de dignidad ind¨ªgena¡±. Sin embargo, su reconocimiento social ha sido escaso. ¡°Han mejorado algunas cosas, pero no las que uno esperar¨ªa. Los ind¨ªgenas siguen siendo el sector m¨¢s atrasado, que vive en condiciones m¨¢s dif¨ªciles¡±, puntualiza el profesor del CIESAS. Pese a existir en Chiapas una Secretar¨ªa de Pueblos y Culturas Ind¨ªgenas, ning¨²n miembro de las etnias tzeltal, tzotzil, tojolabal o chol ocupa ahora un cargo en el Gobierno estatal y la presencia en el Congreso de la Uni¨®n, en el Distrito Federal, es tambi¨¦n escasa: de 19 diputados electos, V¨ªctor Hugo L¨®pez asegura conocer solo a un ind¨ªgena. ¡°Creemos que no se permite que participen o se incorporen a la vida p¨²blica porque no se les perdona haber declarado desde la insurgencia una guerra al estado mexicano¡±.
Actualmente en Chiapas, el 15% de la totalidad de viviendas au?n tiene piso de tierra -en 1990 el porcentaje se elevaba al 48,67%-. Como logros de la revoluci¨®n, el director del CDH asegura que en las comunidades zapatistas ¡°hay menos homicidios y no existe la violencia contra mujeres por temas de alcoholismo, ya que est¨¢ prohibido beber en los caracoles. El n¨²mero de violaciones sexuales o el tr¨¢fico de armas, drogas y personas tambi¨¦n es menor¡±.
Aunque las tasas de ocupaci¨®n del Estado son altas (el 97,7%), la desigualdad llegan cuando uno se fija en las diferencias por g¨¦nero: de cada 100 personas ocupadas, 71 son hombres y 29 mujeres.
Una enorme pista de hielo atestada de j¨®venes en pantal¨®n de mezclilla cubre la plaza central de San Crist¨®bal de las Casas, un municipio de 190.000 habitantes a una hora de Tuxtla Guti¨¦rrez. La atracci¨®n la patrocina el gobernador del Estado, Manuel Velasco, cuyo nombre se repite en medio centenar de carteles que empapelan los bordes de la pista. El pol¨ªtico salt¨® a las p¨¢ginas del papel cuch¨¦ debido a su truncada relaci¨®n con la cantante Anah¨ª. La instant¨¢nea dista mucho de la de hace veinte a?os, cuando aquel 1 de enero de 1994 el EZLN y tom¨® las oficinas del palacio municipal. Uno de los ayudantes del p¨¢rroco de San Andr¨¦s estaba all¨ª: ¡°Fue dif¨ªcil, tuvimos miedo. Est¨¢bamos preparando las celebraciones del a?o nuevo cuando nos avisaron. No nos pudimos mover en varios d¨ªas¡±. Para este hombre de 54 a?os, que nunca ha sido zapatista y prefiere no desvelar su identidad, los cambios en San Andr¨¦s a lo largo de estas dos d¨¦cadas han sido pocos, enfocados en la mejora de caminos. ¡°?Qu¨¦ cambio puede haber. No, seguimos en las mismas condiciones?¡±, dice resignado cuando se le pregunta por la modernizaci¨®n de un pueblo dedicado a la agricultura del ma¨ªz y el frijol para el autoconsumo.
Pese a los Acuerdos firmados en este mismo pueblo en 1996, la matanza de 45 campesinos en la comunidad de Acteal el 22 de diciembre de 1997 reaviv¨® el conflicto. Tampoco ayud¨® el encarcelamiento del profesor ind¨ªgena Alberto Patisht¨¢n en 2000, condenado a 60 a?os de c¨¢rcel por matar a siete federales en un proceso, se dijo, plagado de irregularidades. El presidente Enrique Pe?a Nieto acaba de indultarlo.
A 16 a?os de la masacre de Acteal, L¨®pez Rodr¨ªguez es pesimista: ¡°No hay ninguna esperanza con el PRI, que nos releg¨® al exterminio. Hay mayor centralizaci¨®n, m¨¢s represi¨®n y nulas posibilidades de establecer un di¨¢logo nacional con los actores comunitarios¡±, explica. Despu¨¦s de la matanza, el entonces secretario de Gobernaci¨®n, Emilio Chuayffet, tuvo que abandonar el cargo. Hoy es responsable nacional de Educaci¨®n. ¡°Pensamos que la paz est¨¢ sujeta con hilos muy delgados en Chiapas. Es posible y vemos con temor una reactivaci¨®n del conflicto armado¡±, concluye el director del Frayba.
Por ahora los l¨ªderes del movimiento se esconden de la prensa, lo que complica el acceso a las comunidades: nada de v¨ªdeos, nada de preguntas a los vecinos y prohibido tomar fotograf¨ªas donde aparezcan personas. Un zapatista de 29 a?os llamado Yahir dirige la visita. Lleva parte del rostro cubierto por un pa?uelo, usa jeans y una sudadera. La comunidad comienza con una gran calle asfaltada que baja hasta la cancha de baloncesto. La segunda casa es el centro de mujeres por la dignidad, hoy cerrado. Est¨¢ pintado con im¨¢genes de guerrilleras que portan armas y flores. En realidad, los murales cubren todas las fachadas de la comunidad. Al final de la cuesta se encuentra la escuela, con varios edificios de una o dos plantas, construidos con ladrillo y techos de uralita. Las viviendas de los pobladores est¨¢n tras el colegio, pero el paso no est¨¢ permitido. En el lugar solo se maneja dinero en las tiendas de artesan¨ªa, donde venden huipiles -camisas-, bolsos y otros complementos tejidos a mano, muchos de ellos con proclamas que enaltecen el movimiento (caracoles, lento pero avanzamos). Una mujer de unos 50 a?os, que carga un beb¨¦ a su espalda, despacha en una de las tiendas. Al cabo de 40 minutos, el gu¨ªa da por concluido el recorrido.
Ya fuera, en la carretera, varios carteles se?alan al for¨¢neo que se encuentra en ¡°territorio zapatista en rebeld¨ªa¡±. ¡°Aqu¨ª el pueblo manda y el Gobierno obedece¡±. Los mensajes se asemejan a los estampados en la ropa de marca de tres turistas extranjeros que esperan un taxi. ¡°La rebeli¨®n somos todos¡±, reza la playera de una multinacional.
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