Egipto culmina su involuci¨®n tras el golpe
El r¨¦gimen aumenta la represi¨®n contra la oposici¨®n laica tras arrasar a los grupos islamistas El Gobierno convoca un refer¨¦ndum constitucional para enero
A pesar de estar sellada a las protestas antigubernamentales desde hace casi medio a?o, los grafitis y las ausentes baldosas de la emblem¨¢tica plaza de Tahrir de El Cairo a¨²n evocan su tumultuoso pasado reciente. No obstante, su fisonom¨ªa podr¨ªa cambiar pronto si prospera un concurso urban¨ªstico para remodelarla. El futuro de Tahrir forma parte de una batalla para configurar, o quiz¨¢s reescribir, el pasado, presente y futuro del Egipto posrevolucionario.
La narrativa oficial, seguida al pie de la letra por todos los medios de comunicaci¨®n, asegura que el expresidente islamista Mohamed Morsi fue depuesto en julio por una revoluci¨®n popular y no por un golpe de Estado. Una especie de segunda ola del tsunami que derroc¨® a Mubarak. Los carteles que piden el s¨ª para el refer¨¦ndum constitucional de mediados de enero lo hacen en nombre de las ¡°revoluciones del 25 de enero y del 30 de junio¡±.
Sin embargo, esta interpretaci¨®n termin¨® de perder su credibilidad el domingo, tras la severa sentencia de tres a?os de c¨¢rcel a tres conocidos activistas, iconos de la revuelta de 2011, por oponerse a la draconiana ley de manifestaciones. ¡°Lo que est¨¢ persiguiendo el r¨¦gimen actual es un golpe contra la revoluci¨®n del 25 de enero y sus objetivos¡±, proclam¨® Amr Al¨ª, coordinador del revolucionario Movimiento 6 de Abril, cuyo fundador, Ahmed Maher, es uno de los condenados.
El panorama pol¨ªtico egipcio es hoy tan confuso como fluido. Los partidos y movimientos pol¨ªticos forman y luego realinean sus alianzas a un ritmo trepidante. El golpe uni¨® a una heterog¨¦nea coalici¨®n constituida por j¨®venes revolucionarios, partidos laicos, salafistas, instituciones religiosas, y el llamado Estado profundo, es decir, la red de instituciones e intereses que ha gobernado Egipto desde hace d¨¦cadas. Liderando el proceso, desde la cabina de mandos, el Ej¨¦rcito.
No obstante, algunos pronto abandonaron del barco. El primero, el exvicepresidente Mohamed el Baradei, que no pudo tolerar el ba?o de sangre en el que se convirti¨® el desalojo del campamento islamista de Rab¨¢ al Adauiya en agosto. Le seguir¨ªan los j¨®venes revolucionarios m¨¢s inconformistas. Seg¨²n la prensa local, el Gobierno est¨¢ dividido en dos bandos: los que pretenden erradicar a los Hermanos Musulmanes, y los que apuestan por el di¨¢logo. ¡°Los halcones est¨¢n ganando la partida, ya que gozan del respaldo del Ej¨¦rcito. Pero las palomas, a¨²n no dan la guerra por perdida¡±, opina el analista Georges Fahmi, del instituto AFA. La pol¨ªtica de mano dura se ha saldado con la muerte de centenares de islamistas y el arresto de miles, varios juicios a la c¨²pula de la Hermandad, incluido el antiguo rais Morsi, y el acoso a activistas laicos y ONG. Las medidas cuentan con el apoyo de los medios de comunicaci¨®n y de una buena parte de la sociedad, ansiosa por recuperar la estabilidad. As¨ª pues, es de esperar que contin¨²e al menos durante los pr¨®ximos meses.
¡°Mis interlocutores en el gobierno reconocieron que, tarde o temprano, deber¨¢ haber un pacto con los Hermanos Musulmanes. Pero no ser¨¢ antes que terminen los juicios a sus l¨ªderes¡±, explic¨® una fuente europea en El Cairo. Antes de negociar, las autoridades quieren quebrar el espinazo de la Hermandad, confiando que surgir¨¢ un nuevo liderazgo m¨¢s joven y moderado.
La hoja de ruta aprobada por el presidente interino, Adli Mansur, establece elecciones legislativas y presidenciales para 2014. Pero la pr¨®xima estaci¨®n del segundo proceso de transici¨®n es la ratificaci¨®n en refer¨¦ndum de la nueva Constituci¨®n. Parad¨®jicamente, el Gobierno aprieta las tuercas de la represi¨®n al mismo tiempo que asegura que la Carta Magna garantiza unos derechos in¨¦ditos en Egipto.
El pa¨ªs experimenta la reconstituci¨®n del r¨¦gimen de Mubarak con algunos retoques necesarios para volver a hacerlo viable. El viejo establishment concluy¨® que pod¨ªa gobernar de nuevo si limaba aquellas aristas del sistema que hab¨ªan herido la dignidad de los egipcios: la corrupci¨®n rampante, y la apropiaci¨®n del Estado por parte de un n¨²cleo de empresarios multimillonarios. Se impone ampliar las bases de apoyo de aquel r¨¦gimen,?que fueron adelgazando con el paso del tiempo. De ah¨ª, la cooptaci¨®n de algunos movimientos juveniles, como Tamarrud, partidos laicos, o de personalidades como Kamal Abu Eita, antiguo l¨ªder sindical rebelde convertido en d¨®cil ministro de Trabajo.
La l¨®gica legitimadora del sistema ha sido tambi¨¦n remozada. A la vieja exclusi¨®n de los Hermanos Musulmanes, se ha a?adido ahora una ¡°guerra contra el terrorismo¡±.
Ahora bien, la sostenibilidad en el tiempo de este nuevo modelo resulta dudosa. ?Es posible combinar una fachada de democracia con la represi¨®n del principal movimiento pol¨ªtico del pa¨ªs? ?Y recuperar inversiones y crecimiento econ¨®mico sin estabilidad? ¡°La pol¨ªtica actual est¨¢ condenada al fracaso. Las diversas crisis que padece el pa¨ªs solo se pueden solucionar con di¨¢logo¡±, sostiene Fahmi. Solo si los poderes f¨¢cticos llegan a esa conclusi¨®n, revivir¨¢n los ideales de una revoluci¨®n herida de muerte.
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