La mano que ayuda a una sociedad envejecida
Un mill¨®n de rumanos viven en Italia, son uno de cada cinco extranjeros en el pa¨ªs
De los cinco millones de extranjeros que residen en Italia, un mill¨®n son rumanos. ¡°M¨¢s all¨¢ de las cifras oficiales, somos al menos 1,8 millones. No todos est¨¢n registrados o tienen un contrato de trabajo regular¡±, se?ala Silvia Dumitrache, presidenta de la asociaci¨®n de mujeres rumanas en Italia (ADRI), de 55 a?os, los ¨²ltimos 11 vividos en Mil¨¢n. ¡°La gran mayor¨ªa, casi un 70% actualmente, somos mujeres, empleadas en los hogares para cuidar a ancianos o ni?os¡±.
Con respecto a otras comunidades, ¡°la migraci¨®n rumana es madura y se ha ido estabilizando en los a?os¡±, opina Pietro Cingolani, autor del ensayo Romeni d'Italia e investigador de Fieri, el forum italiano y europeo sobre inmigraci¨®n de Tur¨ªn. La capital de Piamonte es conocida como la Bucarest de Italia, porque ¡°es la localidad europea con m¨¢s rumanos en t¨¦rminos de densidad relativa¡±, detalla Cingolani. De los 900.000 habitantes, en la ciudad de la Fiat viven 60.000 rumanos.
Hay varios s¨ªntomas de su integraci¨®n: ¡°Los matrimonios mixtos m¨¢s comunes se celebran entre un marido italiano y una esposa rumana¡±, indica el estudioso. ¡°Adem¨¢s, empiezan a fundar asociaciones que operan de una forma nueva y m¨¢s consciente respecto a las habituales agrupaciones de personas del mismo origen, que suelen reunirse para celebrar las fiestas y los rituales t¨ªpicos de su tierra. Las asociaciones de rumanos en Italia poco tienen de folcl¨®rico o nost¨¢lgico¡±. En Tur¨ªn, por ejemplo, naci¨® una bien nutrida asociaci¨®n de universitarios rumanos, que reivindican derechos en el campus y gestionan desde aqu¨ª la protesta contra una multinacional canadiense que quiere construir la mayor mina de oro en Ruman¨ªa.
¡°No me siento discriminada¡±, reflexiona Dumitrache. ¡°Creo que en este pa¨ªs el recelo es m¨¢s declarado que real, deriva m¨¢s de la propaganda pol¨ªtica y de la superficialidad de los medios de comunicaci¨®n que del sentimiento de cada uno de los italianos¡±, considera. ¡°Gracias a que nosotros nos quedamos en casa con ancianos y ni?os, las italianas pueden ir al trabajo. Y entonces llegas a ser parte de la familia, te sientes integrada¡±. Planchan, friegan, lavan a los ancianos, les sacan a pasear, les escuchan y les velan por las noches en una sociedad con una de las estructuras demogr¨¢ficas m¨¢s envejecidas del mundo. ¡°Esto ayuda a la integraci¨®n. ?Usted entregar¨ªa su hijo a un ¡®enemigo¡¯? ?Su padre a alguien en que no conf¨ªa?¡±, pregunta ret¨®rico el experto. Esta compenetraci¨®n, sin embargo, tiene tambi¨¦n una cara amarga. Para cuidar a las familias italianas, las rumanas tienen que renunciar a la suya propia. ¡°Estoy notando un alza importante de la depresi¨®n entre estas inmigrantes¡±, dice Cingolani.
Desde 2009, Cingolani nota tambi¨¦n otro fen¨®meno nuevo: ¡°Muchos hombres dejan Italia para alcanzar Alemania o Estados del norte o para volver directamente a casa. Es un ¨¦xodo muy conspicuo pero dif¨ªcil de cuantificar, ya que quien se va no necesitaba permiso alguno para quedarse, as¨ª que no se pueden contar los papeles que no se renuevan. Pero me result¨® evidente cuando vi que pueblos en Ruman¨ªa que estaban despoblados est¨¢n volviendo a ser vividos y activos¡±.
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