Egipto prefiere la estabilidad a la democracia
Nadie espera que la nueva Constituci¨®n defina el modelo social, pol¨ªtico y econ¨®mico egipcio
Pocas veces ha sido m¨¢s innecesario esperar los resultados de un refer¨¦ndum constitucional como el que acaba de convocar a los 52,7 millones de potenciales votantes egipcios que, en su gran mayor¨ªa, apenas habr¨¢n prestado atenci¨®n al contenido de un texto elaborado manu militari. Y esto es as¨ª porque nadie espera que la nueva norma vaya a ser relevante para definir en la pr¨¢ctica el modelo de organizaci¨®n social, pol¨ªtico y econ¨®mico de Egipto. De lo que se trataba, en la sexta vez que los egipcios acud¨ªan a las urnas en los ¨²ltimos tres a?os, era de validar a posteriori el golpe de Estado del pasado 3 de julio y las medidas adoptadas desde entonces: enjuiciamiento de Mohamed Morsi, ilegalizaci¨®n de los Hermanos Musulmanes (HH MM) y regreso al poder (tras bambalinas) de los militares, con el ahora aclamado ministro de defensa, Abdel Fatah al Sisi, investido de un aura que lo equipara directamente con el mism¨ªsimo Gamal Abdel Naser.
Con el refer¨¦ndum ¡ªal que seguir¨¢n elecciones presidenciales y legislativas este a?o¡ª, Egipto opta nuevamente por la estabilidad, alej¨¢ndose de una democracia real que ni estaba en la agenda de Morsi, ni en la de la mayor¨ªa de los egipcios. Aprovechando su positiva imagen popular y los numerosos errores cometidos por Morsi en su escaso a?o como presidente ¡ªcreyendo que la victoria en las urnas le permit¨ªa repartirse todo el poder entre sus correligionarios¡ª los militares encabezados por Al Sisi han definido con rotundidad su propio rumbo: consolidaci¨®n de sus privilegios y erradicaci¨®n de un actor pol¨ªtico tan poderoso como los HH MM.
Como resultado de su innegable fuerza han logrado ver refrendado su poder para que el estamento militar siga actuando con total autonom¨ªa, al margen de cualquier posible control gubernamental. No solo la designaci¨®n del ministro de defensa (necesariamente un militar) queda en manos exclusivas del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, sino que tambi¨¦n el presupuesto de defensa seguir¨¢ al margen del control parlamentario. Tampoco cabe esperar que vayan a reducir su protagonismo como principal actor econ¨®mico nacional (en su propio y personal beneficio), ni que vayan a asumir responsabilidades directas por la represi¨®n y violaci¨®n de derechos de la ciudadan¨ªa durante los momentos ¨¢lgidos de las protestas populares. Por ¨²ltimo, interesa subrayar que retendr¨¢n el derecho a que los tribunales militares enjuicien a civiles pr¨¢cticamente a su antojo.
El masivo apoyo popular recibido les servir¨¢ para consolidar su car¨¢cter de casta privilegiada
En definitiva, el masivo apoyo popular recibido les servir¨¢ para consolidar su car¨¢cter de casta privilegiada, cerrando no solo el breve par¨¦ntesis que supuso la irrupci¨®n de los HH MM a la cabeza del Estado sino tambi¨¦n las veleidades democr¨¢ticas de una exigua minor¨ªa, representada en su momento por el movimiento Kifaya (2004) y m¨¢s recientemente por los J¨®venes de la Revoluci¨®n del 25 de Enero y aisladas figuras pol¨ªticas ahora condenadas nuevamente al ostracismo.
Simult¨¢neamente, al quedar ahora identificados como terroristas, los HH MM son se?alados como los culpables de todos los males que sufre Egipto, sea la violencia vivida en las calles, la inestabilidad general del pa¨ªs y hasta la p¨¦sima situaci¨®n econ¨®mica que condena a la pobreza a una abrumadora mayor¨ªa de los egipcios. Se vuelve a una deriva tantas veces repetida como fracasada, que prefiere olvidar que Morsi gan¨® las primeras elecciones libres en la historia de Egipto (con 13,2 millones de votos en la segunda vuelta), que en sus largos a?os instalados en el poder los militares nunca han apostado por el desarrollo y la democracia y que, en suma, no existe ninguna legitimidad revolucionaria que pueda imponerse por la fuerza a la de las urnas.
Al forzar el discurso de tal modo ¡ªmientras los gobiernos democr¨¢ticos occidentales prefieren mirar para otro lado (Washington se ha apresurado ya a confirmar que reanuda la ayuda) y muchos egipcios optan por un ejercicio de amnesia colectiva para borrar su reciente pecado de apoyo a los HH MM¡ª, los militares (y sus actuales compa?eros de viaje, incluyendo a los salafistas de Al Nur) pretenden disponer de total libertad no solo para descabezar hoy a los HH MM sino para intentar eliminarlos para siempre de la vida nacional. Resulta, sin embargo, que es la organizaci¨®n m¨¢s disciplinada y organizada de Egipto (solo superada, en todo caso, por las propias fuerzas armadas) y que cuenta con una base de apoyo que, seg¨²n todas las estimaciones sociol¨®gicas realizadas sobre el terreno, no baja del 20% del electorado.
Visto as¨ª son ¨²nicamente los militares los que hoy salen ganando, mientras se les agota el tiempo para pacificar la calle, enderezar el rumbo de una econom¨ªa en situaci¨®n desastrosa y, sobre todo, lograr satisfacer las necesidades b¨¢sicas de una poblaci¨®n que muy pronto comprobar¨¢ que Al Sisi no es el b¨¢lsamo de Fierabr¨¢s.
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